Laura Borràs llevaba poco más de un mes en la presidencia de Junts cuando, coincidiendo con su procesamiento por corrupción, su grupo más afín decidió trasladarle su apoyo promoviendo un manifiesto y un acto de homenaje. Pero, contra sus intenciones, ambas cosas acabaron demostrando que algo inusual pasaba entre la nueva líder y su partido o, al menos, una parte importante del mismo. En el manifiesto faltaban los nombres de dos de los presos y figuras referentes de la formación: Jordi Sànchez y Quim Forn. Y, en el acto, todos los consellers de la formación, incluyendo el vicepresident Jordi Puigneró. Fue el primer síntoma de una grieta entre presidenta y partido que en los siguientes meses se convertiría en socavón.
Varias controversias y una suspensión como presidenta del Parlament después, Laura Borràs volvió a estar este miércoles en el centro de la polémica. En esta ocasión lo que ha generado el malestar es la actitud de la política en el aniversario del atentado yihadista de la Rambla, cuando un grupúsculo de manifestantes independentistas, seguidores de la teoría de la conspiración sobre la autoría del atentado alentada desde algunas instancias mediáticas y políticas, trató de reventar el acto de homenaje a las víctimas.
Algunos de los seguidores de esta protesta, convocada por entidades independentistas pero no por partidos, profirieron gritos y abucheos en diferentes momentos, incluyendo el minuto de silencio, la ofrenda floral y en algunos pasajes del discurso de la conductora del acto. Además, al acabar, algunos de ellos también se encararon con familiares de las víctimas del atentado. Una vez finalizado el homenaje, Borràs acudió a saludar y hacerse fotos con los manifestantes, que la aclamaban al grito de “presidenta, presidenta”.
Borràs dio su propia versión de los hechos en la radio este jueves, mostrando su rechazo a los gritos pero, únicamente, a los proferidos en el minuto de silencio. Según su punto de vista, su saludo nada tenía que ver con el episodio que acababa de suceder y que fue rechazado por las víctimas presentes. Tanto la actitud como las explicaciones de Borràs recordaron a lo ocurrido en otro episodio polémico de julio pasado. Cuando el Parlament acordó su suspensión como presidenta, un grupo de fieles se apostó frente a la puerta del Parlament para insultar a los diputados que iban saliendo. ERC denunció que a una de sus diputadas le habían gritado “mora de mierda”. Pese a todo, la líder de Junts fue a hacerse fotos con ellos.
Lo ocurrido en la Rambla ha sido una gota que ha estado a punto de rebosar el vaso entre la dirección de Junts, que comanda Jordi Turull como secretario general, y la presidencia del partido, un cargo que Borràs ostenta pero que tiene atribuciones más simbólicas que ejecutivas en la formación. Turull quiere evitar a toda costa un cisma, pero este miércoles las voces del partido que pusieron el grito en el cielo, en público y en privado, se convirtieron en un clamor. Tanto en el conjunto del independentismo como en el entorno de Junts había una cascada de reacciones para desmarcarse de los hechos, que rápidamente se hicieron virales en las redes sociales porque los vídeos era muy explícitos.
Una de las cuestiones que más molestan del episodio a algunas de las fuentes independentistas consultadas es que la teoría de la conspiración sobre el 17A acabe eclipsando todas las reivindicaciones para esclarecer algunos de los hechos, una petición que es mayoritaria en el conjunto del independentismo y que también comparten más allá, por ejemplo entre los 'comuns'. Los rumores infundados en torno al atentado son diversos y van desde quien imputa directamente la autoría a servicios secretos del Estado, una idea que trató de alentar el comisario Villarejo en enero pasado, hasta la idea de algunas defensas en el juicio de que no está suficientemente demostrado que el imán Es Satty muriera en la explosión de Alcanar, una teoría que la sentencia enterró.
Variantes de las anteriores ideas eran las que esgrimían los manifestantes reunidos el miércoles y que no representan la posición mayoritaria del independentismo. En cambio, el conjunto de partidos soberanistas sí consideran que debería abrirse una comisión de investigación para conocer en su totalidad las relaciones entre el imán y los servicios secretos españoles, unos contactos reconocidos por el CNI, y también si pudo haber negligencias.
Malestar en Junts
Un par de horas después de que todo pasara, quien reaccionaba era el partido y algunos de sus principales referentes. “Junts reitera el apoyo a las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils y sus familiares. Por eso, queremos expresar el rechazo más enérgico a la interrupción del minuto de silencio de hoy en la Rambla de Barcelona”, afirmó el partido en un comunicado desde su cuenta de Twitter. Carles Puigdemont compartió el mensaje de inmediato, el secretario general Turull también y el exconseller Josep Rull hizo lo mismo pero añadiendo: “Sin ningún matiz. Ninguno”.
“Ya es hora de dejar de estar con los frikis y estar donde debe estar un partido de Gobierno”, afirmaba el miércoles una fuente de Junts que admitía estar “horrorizado” con las imágenes. Borràs puede levantar pasiones entre cierto electorado, pero una idea cada vez más extendida en su propio partido es que a Junts no le va nada bien verse mezclado con unos grupos cada vez más minoritarios y radicales que han hecho de la mala educación su carta de presentación. “Nadie quiere que le vinculen con alguien capaz de romper un minuto de silencio por unas víctimas del terrorismo”, razonaba este mismo cargo del partido.
En la dirección de Junts, por el momento, templan los ánimos y evitan salir en público con mensajes contra Borràs. Pero perciben como un peligro la posibilidad de que estas salidas de tono que involucran a la presidenta puedan ir a más. El “laurismo”, afirman, ha tomado vida propia y actúa al margen de las consignas de Junts. Con el problema de que todo el mundo vincula la corriente con el partido.
Septiembre y octubre son momentos de gran activación para el independentismo, pero los próximos nueve meses son también la recta final hacia las elecciones municipales, donde Junts tiene el reto de volver a atraer a sectores del nacionalismo moderado. La prioridad de Junts es lanzarse a por los dos electorados, el más exaltado y el que tiene interés fuera del procés. Una tarea que solo es posible con una dirección que controle el partido al milímetro.
Pero eso es difícil con una presidenta que casi ha generado un escándalo en cada una de sus intervenciones públicas desde junio pasado. El “laurismo” no gusta a la dirección de Junts y carece del apoyo de Waterloo, pero es muy eficaz dejándose ver en la calle atrayendo el foco mediático sobre una política a la que incluso los suyos daban por amortizada. Por el momento, no ha sido así. Y lo que queda por delante es su juicio y una esperable inhabilitación. Borràs y los suyos aún pueden generarle unos cuantos problemas a la dirección de Junts.