Memorias de la pandemia para los antropólogos del futuro

Meritxell Rigol

13 de febrero de 2023 22:33 h

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“Quienes éramos limpia-culos, pasamos a recibir entonces unos ‘¡oh, qué labor hacéis!’. Me da mucha rabia que no se haya visto antes que lo que hacemos es más; es un acompañamiento”. “Había que ir sí o sí. El trabajo no entendía que tenía dos hijos en casa. Me decían que si no quería trabajar, que me fuera”. “En tres meses fui más veces al cementerio que en los anteriores 14 años que llevo de servicio. Era algo alucinante”.

Estas palabras son tan solo unos segundos de las 70 horas de entrevistas que se han convertido en materia prima de la exposición 'Memorias de la pandemia', que recoge el testimonio de más de 70 vecinos y vecinas sobre cómo vivieron los meses convulsos de la pandemia.

Hablan al inicio de este texto Desirée Plazas, trabajadora de una residencia; Isidora Trunser, trabajadora de un supermercado y Christian Navarro, taxista. Son tres de las 74 voces que comparten experiencias y reflexiones en una exposición que se fija especialmente en “memorias menospreciadas”; aquellas que a menudo quedan invisibilizadas y no se transmiten. Y, también, las de aquellas reconocidas como “esenciales” cuando un virus tambaleó el mundo.

“Hablando con estas 74 personas, una idea que aparece de forma muy recurrente es que la pandemia hizo visible que había que pensar en el conjunto de la sociedad; que las salidas individuales no nos llevan demasiado lejos”, plantea el periodista João França, comisario de la exposición junto al investigador social Jordi Mir, con el que ha trabajado en este proyecto durante dos años. Lo han subtitulado “Solo vamos a salir de esta juntas”. Un mensaje que, observa França, caló en el contexto de crisis, aunque, remarca, “no significa que lo estemos aplicando”.

Los testimonios recogidos son todos de Barcelona, pero narran desde lugares muy diversos, incluso distantes, la convivencia -o supervivencia- en una misma ciudad. “Memorias de la pandemia” los enlaza y enmarca en una avenida de paneles que, en apenas unos metros, llevan a recorrer los meses que alteraron los tiempos y prioridades a gran escala. De no corresponder a voces de carne y hueso, esta avenida de recuerdos, construida en el Espacio Memorial de la antigua prisión La Modelo, sería una distopía narrativamente perfecta.

Incertidumbre. Confinamiento. Casa. Movilidad. Apoyo mutuo. Pantallas. Duelos. Celebraciones. Olas y curvas. La exposición despliega conceptos clave de este momento histórico en una estructura que remite al interior-exterior, casa-calle, el binomio que marcó restricciones, sufrimientos y anhelos de la población mientras el virus desbordaba el sistema de salud y social. “Todo el mundo ha aplaudido mucho y ha valorado mucho, pero tenemos que ver si como sociedad estamos a la altura de lo aprendido”, plantea França, que reivindica la importancia de “mirar al pasado pensando en el futuro: la pandemia nos hizo ver cosas que hay cosas que tienen que ser distintas”.

Relatos complejos y plurales

“Esto era un incendio y pensamos que vendrían los bomberos, los profesionales, a apaciguarlo. Pero vimos que no, que se habían ido a sus casas. Las necesidades eran urgentes y organizamos una red de apoyo mutuo”. “Hay un reconocimiento general del sistema público. Sin éste no hubiéramos funcionado”. “Hemos escuchado el discurso del Gobierno que dice que no quiere que nadie quede atrás, pero se han olvidado de las personas sin papeles, que no pueden estar en el sistema social y sobreviven en la calle”. “Al llegar, empezaron a sentirse acompañadas porque las vecinas no estaban cuestionando cuál era su situación, sólo les preguntaban qué necesitaban, y también si podía ayudar a otras”.

Hablan José Manuel López, de la asociación vecinal del barrio del Maresme; Ariadna Gálvez, profesora de secundaria; Lamine Bathily, del Sindicato de Manteros, y Carmen Perales, de la asociación Som del Barri, otras de las voces recogidas en este proyecto, que pasarán a formar parte del archivo municipal de Barcelona, donde quedarán las entrevistas completas.

“Encontramos mucha generosidad entre las personas entrevistadas, a la vez que cierto agradecimiento, sobre todo en las primeras entrevistas, las que hicimos justo un año después de empezar el confinamiento”, cuenta el periodista. “Había personas que por primera vez contaban con un espacio para pararse a reflexionar sobre lo que habían vivido y podían explicarlo. Eso fue algo bonito, porque no todo el mundo piensa que lo que ha vivido sea relevante”, remarca.

Una buena parte de las historias bajo la Covid-19 resultan dolorosas. Incluso traumáticas para parte de la población. Fueron tiempos en los que las desigualdades socioeconómicas y de género se profundizaron. El “quédate en casa” no valía para todo el mundo ni implicaba lo mismo. A la vez, la mejor versión de la vecindad salió a flote. “Pese a haber vivido cosas en común, los relatos que encontramos son muy distintos”, valora França.

“La mayoría navegan entre el sufrimiento y la angustia y los recuerdos bonitos y felices, y nos hacen pensar en qué es lo esencial para nuestra sociedad, pero también en qué es lo esencial para cada persona. Esta visión con sombras y luces podrá preservarse, para quien mire hacia este momento en el futuro”, plantea el co-comisario de la exposición.

Una máquina de coser a medio trayecto recuerda a las que se pusieron manos a la tela para paliar la falta de mascarillas. Y al final del recorrido, una cabina de videomatón invita a sumar los recuerdos que se han removido. “Esto que hemos vivido ha sido repentino, intenso, a todas nos ha marcado de alguna forma, todo el mundo tiene algo que decir de este momento, y es relevante”, defiende França. Hasta el 12 de marzo puede hacerse en La Model este ejercicio de memoria coral, para no olvidar las pistas de cómo avanzar hacia una normalidad con lo esencial en el centro.