El número de personas sinhogar en Barcelona ha llegado a su máximo desde que hay recuentos. Así lo muestra el último informe de la Fundació Arrels, a raíz de una recuento realizado en diciembre de 2023. En sólo un año aumentó en 135 personas, llegando a las 1.384.
Además, cabe destacar que el tiempo de estancia en la calle ha aumentado por primera vez desde la pandemia. En 2019 la media era de 3 años y medio, mientras que en 2020 subió hasta los 5 años y medio. Desde el desconfinamiento, la media fue bajando de manera estable hasta 2023, que empezó a repuntar y ahora se encuentra en los 4 años y medio.
Esto, en parte, se explica por la falta de recursos de la administración y de las entidades que atienden a personas sin hogar. Para empezar, el primer problema es que la atención de Servicios Sociales llega, mayoritariamente, cuando la persona ya se encuentra en situación de calle, tal como advierte la entidad.
La saturación de los servicios, sumada al desconocimiento de quienes los nuevos sintecho de los recursos de los que disponen, hace que la ayuda tarde en llegar. De media, el 81% de personas que lleva en la calle menos de un mes no ha recibido todavía ningún tipo de ayuda, ni pública ni privada. Esta situación la reportan la mitad de quienes llevan menos de seis meses.
La falta de acceso a las ayudas no sólo dificulta que se pueda salir de la situación de sinhogarismo, sino que también complica el día a día de las personas que viven en la calle. La mitad de los preguntados que llevan menos de seis meses en la calle aseguran que no pueden cubrir necesidades básicas como comer o lavarse. “A medida que el tiempo de estancia aumenta, tienen la percepción de cubrir de una manera más satisfactoria sus necesidades básicas”, aseguran desde Arrels.
De un alquiler a vivir en la calle
El alto precio del alquiler en Barcelona, que llega a los 1.113 euros de media, es una de las principales puertas de entrada al sinhogarismo en la capital catalana. La última residencia del 30% de personas sinhogar en Barcelona fue un piso de alquiler (el 2% de ellos venían de un alquiler social). La gran mayoría debió abandonar su hogar al no poder pagar la renta lo que, en algunos casos, acabó en desahucio. A estos se debe sumar el 8% que tenía o estaba pagando una vivienda de propiedad.
Lo que llama la atención de este dato es que este 38% que duermen en la calle no pasó por ningún recurso asistencial -ni siquiera por casa de amigos o familiares- desde que fue expulsado de su piso hasta que llegó a la calle.
Por otro lado, el 18% de personas sinhogar en Barcelona venía de vivir en un servicio institucionalizado. Es decir, albergues, cárceles, residencias o centros sociosanitarios, viviendas de acogida para menores de edad o viviendas de entidades sociales. De hecho, el 15% asegura que ha vivido en un centro de protección a la infancia y la juventud. Este porcentaje crece hasta el 41% si sólo se pregunta a los menores de 25 años.
Arrels constata el error que supone que las ayudas o el acompañamiento a personas vulnerables acabe de manera abrupta (cuando, por ejemplo se cumple la mayoría de edad) o que no haya acompañamiento después de salir de prisión o cuando acaba la ayuda de emergencia tras un desahucio.
“La temporalidad de los recuros se debe valorar. No se puede concebir que una persona que ha perdido su vivieda cambie su vida en sólo seis meses”, asegura Beatriz Fernàndez, directora de la Fundació Arrels. Apunta que es algo que las entidades que trabajan con personas sinhogar hace tiempo que advierten a las instituciones: “Los recursos deben adaptarse a las personas”, insiste.
Hombre, joven y migrante
“Necesitamos que los trabajadores sociales vean nuestras necesidades, no queremos dormir en la calle. Si estoy en la calle y nadie me ayuda, si nadie se involucra, estaré peor”, dice Said, que hace tres años que no cuenta con un techo.
Él responde al perfil de persona sinhogar en la ciudad de Barcelona. Mayoritariamente son hombres (87%) y migrantes (74%). Las personas nacidas fuera de España están “sobrerrepresentadas” en la calle, tal como apuntan desde Arrels, ya que en el censo de la capital catalana suponen sólo el 29%.
Las mujeres cis representan un porcentaje bastante pequeño (9%), seguidas de las mujeres trans (1,3%) y de las personas no binarias (1,2%). “Las mujeres suelen sufrir otras formas de sinhogarismo más invisibilizadas y cuando llegan a situación de calle, su situacion suele ser más grave. Por eso, buscan todas las alternativas posibles”, apuntan desde la Fundació.
En lo que respecta a la media de edad, se sitúa en los 43 años, uno menos que en 2022. Las personas más jóvenes son, mayoritariamente, nacidas en el extranjero. Mientras que las más mayores son nacidas en Catalunya o España.