Las opciones de Puigdemont pasan por un sistema electoral que ha beneficiado a la derecha catalana durante 40 años
Casi todas las encuestas para las próximas elecciones del domingo en Catalunya prevén una caída de los apoyos a los partidos independentistas. Según la encuesta de Simple Lógica para elDiario.es, la suma de las papeletas a Junts, ERC, CUP y Aliança Catalana llegaría al 46% de los votos. Sin embargo, la horquilla les coloca al borde de la mayoría absoluta (68 diputados), entre los 64 y los 70 escaños.
La situación se repite en las encuestas de GESOP para El Periódico o de 40dB para El País. El independentismo estaría alrededor del 45% de los votos, obteniendo su peor resultado desde 2006, pero siempre con posibilidades de alcanzar la mayoría.
Una situación que no es nueva en Catalunya. En todas las elecciones desde 1984, los partidos nacionalistas y ahora el bloque independentista (Junts, CiU, ERC, CUP, SI, JxSí, PdeCAT) han sumado mayoría absoluta en el Parlament a pesar de que en la mayoría de ocasiones no han superado el 50% de los votos, tal y como se muestra en el siguiente gráfico.
¿Significa esto que el sistema electoral beneficia a los partidos independentistas? Sí y no. Lo explicamos. Para medir a qué partidos ha perjudicado y beneficiado el sistema electoral en Catalunya –la única comunidad que no tiene norma electoral propia y que se basa en Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG)– hemos calculado las diferencias entre el porcentaje de escaños y el porcentaje de votos obtenido por todos los partidos que se presentaron en todas las elecciones al Parlament.
En el gráfico siguiente, el cero representa el equilibrio entre votos y escaños. Los partidos que se sitúan por encima son aquellos que obtuvieron más porcentaje de escaños que porcentaje del total de votos. La diferencia son los puntos porcentuales entre ambos porcentajes. Los datos señalan que las distintas marcas con las que se ha presentado Convergència –ahora Junts– han sido las candidaturas más beneficiadas en las elecciones catalanas desde el inicio de la democracia.
CiU, JxSí (la coalición con la que se presentaron Convergència y ERC en 2015) y Junts han sido tradicionalmente las candidaturas más beneficiadas por el sistema electoral en Catalunya. ¿Y por qué sucede esta distorsión? Aunque se suele nombrar a la fórmula d'Hondt (que beneficia ligeramente a las listas más votadas) o las barreras electorales como los principales culpables, la razón de esta distorsión está principalmente en la distribución del número de escaños por provincia.
De los 135 escaños del Parlament, Barcelona elige 85; Tarragona, 18; Girona, 17; y Lleida escoge 15 representantes. Un reparto que se ha mantenido invariable desde 1980 a pesar de los cambios demográficos que han vivido las cuatro provincias catalanas en los últimos 40 años.
Aunque pueda parecer un reparto a primera vista equitativo, no lo es si lo comparamos con la población que vive en cada provincia.
¿A qué territorios beneficia? El siguiente gráfico muestra la evolución de la diferencia entre el porcentaje de población de cada provincia y el porcentaje de escaños que elige. En rojo, las provincias que reparten menos escaños que los que les corresponden por número de habitantes, en azul, las que tienen más escaños que su porcentaje de población.
En Catalunya, el reparto de escaños se remonta a la disposición transitoria cuarta del Estatut d'Autonomia de 1979. Esta estableció que las circunscripciones electorales serían las cuatro provincias - unos territorios muy amplios y diversos - y que se elegirían un total de 135 diputados. “Barcelona elegirá a un diputado por cada 50.000 habitantes, con un máximo de 85 Diputados. Las circunscripciones de Girona, Lleida y Tarragona elegirán al menos seis diputados, más uno por cada 40.000 habitantes”, rezaba el texto. Por eso se les atribuyeron 85, 17, 15 y 18 diputados respectivamente. Desde su publicación, la desproporción entre habitantes y escaños se ha mantenido durante más de tres décadas, aunque ha mejorado ligeramente con el paso del tiempo.
En las próximas elecciones del 12 de mayo, Barcelona elige al 63% del Parlament cuando representan al 73% de la población. Una distorsión que va a favor de las otras tres provincias que escogen un 37% de los diputados agrupando a un 27% de la población.
Esta distorsión a favor de las regiones menos pobladas es una constante en la mayoría de procesos electorales en España. En las elecciones generales o en las autonómicas de Canarias, por ejemplo, las zonas con menos habitantes también están sobrerrepresentadas para evitar que sean olvidadas en los presupuestos o en las políticas públicas.
¿En qué influye este reparto? Hace que aumente el valor del voto en las provincias donde el electorado es históricamente más conservador: las zonas interiores lejos de las grandes ciudades. En el caso del sistema catalán, premia además a las zonas con más población nacida en Catalunya, uno de los principales caladeros de votos del independentismo.
Mientras que los partidos no independentistas –PSC, PP, Comuns, Vox o Ciudadanos– consiguen sus mejores resultados en el área metropolitana de Barcelona (donde se concentra la mayoría de la población nacida en otras comunidades o el extranjero), el independentismo catalán saca sus mejores resultados en las zonas rurales de Lleida y Girona, donde la población nativa es mayoría.
Este sesgo a favor de las zonas menos pobladas se une a la presencia de varias provincias que reparten pocos escaños y el uso de la fórmula matemática de d'Hondt para traducir los votos en diputados, que tiende a favorecer a los partidos más votados en la asignación de asientos parlamentarios.
Con estas reglas, en cada cita electoral hay miles de votos que se quedan sin representación en el Parlament de Catalunya. Casualmente, las formaciones con más votos perdidos en la historia democrática de Catalunya son escisiones de la derecha nacionalista catalana.
Unió, que se separó de Convergència para las elecciones de 2015, consiguió 100.000 votos en esas elecciones pero no obtuvo ningún escaño. En las últimas elecciones de 2021, PDeCAT se separó de Junts y obtuvo por separado 77.000 votos que tampoco consiguieron ningún representante en el Parlament de Catalunya.
A pesar de estas cifras hay que tener en cuenta que el sistema electoral catalán no es de los que más distorsionan la relación que existe entre el número de votos y la composición del parlamento autonómico.
Según un análisis de más de 200 elecciones autonómicas celebradas en democracia realizado por elDiario.es, Catalunya está entre las comunidades con menor diferencia media entre el porcentaje de escaños y de votos de cada candidatura. Entre 1980 y 2021, el sistema catalán distorsionó de media 1,5 puntos la conversión entre escaños y votos.
Gran parte se explica por el tamaño del Parlament –con 135 escaños–, que permite tener circunscripciones grandes como Barcelona en el que cualquier partido que esté por encima del 3% entra automáticamente en el reparto de escaños.
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