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15-M año III: la emergencia de lo electoral

En el tercer aniversario del 15-M los periodistas ya no llaman para preguntar cómo está el movimiento. Ya no hace falta explicar que uno no lo veía como un movimiento. Que la movilización no tiene que ver necesariamente con estar en las plazas. Que han crecido las iniciativas de contestación, autoorganización, autogestión. Que el concepto de la desobediencia, y su práctica como recurso para la actuación, se ha extendido donde antes no se encontraba. Que la reivindicación de una democracia garante de derechos se fundamenta en la unión entre el decir y el hacer...

¿Hay algo que caracterice el tercer aniversario del 15-M, además de la desaparición de las llamadas? Tal vez la cuestión electoral. Desde el inicio de las movilizaciones del 15-M de 2011 empezaron las preguntas sobre la inicidencia que tendría electoralmente. Y no solo preguntas. Por eso el canal de televisión Intereconomía siguió horas y horas en directo lo que empezaba a ocurrir en la Plaza del Sol en Madrid. Sus comentaristas no dejaban de inisistir que eran fruto del descontento con el entonces presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero (PSOE). Esa preocupación se percibió también en Barcelona, por ejemplo, cuando al estar en plena campaña electoral para las elecciones municipales ninguno de los partidos en el consistorio ni se desmarcaron, ni cuestionaron lo que estaba ocurriendo.

Los resultados de las Elecciones Municipales del 22 de mayo de 2011 o los de las Generales del 20 de noviembre de 2011 se contrapusieron, en muchas ocasiones, a la movilización con voluntad de reducir su relevancia. Pero desde el 15-M lo que estaba surgiendo no tenía que ver principalmente con lo electoral. No obstante, a medida que aumentaba la dimensión de la movilización y se acercaban las Elecciones Generales fueron surgiendo reflexiones y propuestas encaminadas a utilizar las votaciones para mostrar la distancia que separa a parte de la ciudadanía de las formaciones políticas institucionalizadas. Seguramente se produjo el mayor ejercicio informativo, desde el final de la dictadura, para aclarar las diferencias entre las diferentes opciones de voto que no significaban el decantarse por una formación. Se promovió especialmente la abstención, el voto nulo y el voto a fuerzas minoritarias. Opciones ya presentes en otras elecciones, pero también otras más novedosas como AritmÉtica20N y Vota en tu Banco. AritmÉtica20N buscaba promover la aparición de fuerzas políticas que rompieran el monopolio de las organizaciones mayoritarias como PP, PSOE, o Convergencia i Unió en Catalunya, e impedir que el PP gobernara por mayoría absoluta. Era un voto, des de la posición del no nos representan y nadie nos representa. Una opción orientada a la aritmética de los resultados que se querían obtener y con la voluntad de de acabar con el monopolio de poder de las grandes fuerzas políticas. La propuesta de Vota en Banco invitaba a ir a ejercer el derecho a voto a las entidades financieras. No era excluyente con otras opciones de utilización del voto, lo que buscaba era evidenciar el papel que tienen los bancos y cajas de ahorro en nuestra sociedad y en el gobierno.

En las elecciones del 20-N la abstención en el voto para el Congreso de los Diputados subió al 28,31%, frente al 26,15% de los comicios anteriores. El voto nulo pasó del 0,64 al 1,29: 315.590 votos nulos. El voto en blanco del 1,11% al 1,37%: 330.898 votos. Y si añadimos los resultados de las elecciones al Senado, nos encontramos con que 1.835.318 personas (un 9,02%) votaron nulo o en blanco. En caso de querer entrar en detalle en diferentes ámbitos de la influencia de las movilizaciones vividas desde el 15-M en los siguientes procesos electorales convendría atender también a otras cuestiones como los programas, campañas electorales o selección de personas candidatas.

Lo que no pasó es lo que muchas voces, no necesariamente de la propia movilización, habían pedido: “creen un partido y preséntese a las elecciones”. No obstante, los resultado de formaciones como IU, ICV-EUiA, CUP o AGE que de un modo u otro se vinculaban a la movilización. Después vimos surgir el proyecto “Procés constituent” (PC) en Catalunya y más recientemente “Podemos”. Dos proyectos con puntos en común, crear comunidad a partir del factor aglutinador de alguien a quien se considera con la posibilidad de ser reconocida como líder con capacidad para hacerlo. Arcadi Oliveres y Teresa Forcades en PC y Pablo Iglesias, principalmente, en Podemos. Procés Constituent busca hacer confluir a la izquierda catalana para las próximas a la Generalitat. Podemos se presenta ya a las elecciones europeas. Tenemos también el caso del Partido X. Aquí no la apuesta está en intentar llegar a la política institucional desarrollando lo hecho desde la movilización. También convendría atender a la coalición Primavera Europea y la unión entre ANOVA-IU-ICV-EUiA... En sus programas y propuestas hay una clara voluntad de incorporación del 15-M. Veremos los resultados y habrá tiempo para analizar con calma.

Lo que parece claro es que lo electoral se ha convertido en prioritario para muchos sectores. ¿Por qué? Básicamente hay tres respuestas. Algunos siempre estuvieron en eso. Para los que no estaban, parece importar la oportunidad y la necesidad. Puede ser el momento para hacerse un sitio en las instituciones por la pérdida de apoyos al bipartidismo y se considera que la situación económica, social y política empuja a buscar mayor incidencia, o complementar la que se pueda tener, desde las instituciones. Esta preocupación por la incidencia siempre ha estado presente, pero ahora parece agudizarse ante las consecuencias desbordantes en diferentes ámbitos.

La movilización social mejor acogida en este período ha tenido algunas características definitorias: la unión entre el decir y el hacer; la no aceptación de la legalidad, la costumbre, o aquello habitual, como un impedimiento para luchar por aquello que se considera legítimo; la concepción de que es necesario reivindicar derechos y, a la vez, buscar la manera de garantizarlos. Aquellos colectivos que así han actuado no lo han hecho al margen de los partidos, pero sí distinguiendo realidades. En buena medida porque los partidos políticos entran dentro de aquello a transformar de acuerdo con la exigencia de una democracia transparente, participativa, que rinde cuentas, que establece limitaciones a las retribuciones... ¿Cómo se relacionarán las personas que así piensan con las opciones electorales existentes? Estas personas, colectivos o movimientos han optado por primar el actuar. Lo electoral no es un territorio visto como propio, es más bien hostil, sin igualdad de oportunidades. Pero, en muchos casos, siempre está presente la necesidad de explorar porque las necesidades son demasiadas. ¿El nuevo ciclo electoral que se inicia con las elecciones europeas, pocos días después de este tercer aniversario del 15-M, contribuirá a potenciar otra política institucional para una democracia real?

En el tercer aniversario del 15-M los periodistas ya no llaman para preguntar cómo está el movimiento. Ya no hace falta explicar que uno no lo veía como un movimiento. Que la movilización no tiene que ver necesariamente con estar en las plazas. Que han crecido las iniciativas de contestación, autoorganización, autogestión. Que el concepto de la desobediencia, y su práctica como recurso para la actuación, se ha extendido donde antes no se encontraba. Que la reivindicación de una democracia garante de derechos se fundamenta en la unión entre el decir y el hacer...

¿Hay algo que caracterice el tercer aniversario del 15-M, además de la desaparición de las llamadas? Tal vez la cuestión electoral. Desde el inicio de las movilizaciones del 15-M de 2011 empezaron las preguntas sobre la inicidencia que tendría electoralmente. Y no solo preguntas. Por eso el canal de televisión Intereconomía siguió horas y horas en directo lo que empezaba a ocurrir en la Plaza del Sol en Madrid. Sus comentaristas no dejaban de inisistir que eran fruto del descontento con el entonces presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero (PSOE). Esa preocupación se percibió también en Barcelona, por ejemplo, cuando al estar en plena campaña electoral para las elecciones municipales ninguno de los partidos en el consistorio ni se desmarcaron, ni cuestionaron lo que estaba ocurriendo.