Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac... El tono de los anuncios de promoción de la recogida selectiva de este año deben de haber sorprendido a más de una persona. Hemos pasado de las campañas de carácter institucional, que buscaban convencer a través de la complicidad o que buscaban la acción a través de la educación a una campaña radicalmente diferente. Una niña y un niño amenazantes nos abuchean para no separar los residuos en una campaña que aspira a cambiar los comportamientos de la población aunque sea por compasión. Tic, tac. Tic, tac... el tiempo se nos acaba.
¿Servirá para convencer a quienes todavía no separan los residuos? No parece probable. ¿Creará polémica? Después del debate que se generó a raíz de la famosa «Envàs on vas?» no hay muy más a decir. Aun así no deja de ser una campaña especialmente significativa. Como de final de etapa. «Reacciona!» nos exigen pero entre líneas se puede leer «No sabemos que más hacer para que nos hagas caso». «Reduce, reutiliza, recicla. ¡Reacciona!». Y no es para menos, después de décadas –sí, décadas– de campañas de educación ambiental, ya hace años que en Cataluña la recogida selectiva está estancada a niveles demasiados bajos para los objetivos ambientales y no parece que podamos esperar a que se produzca un cambio generalizado de la actitud de la población a través de nuevas campañas por más radicales en la forma que sean. ¿Quizás estamos poniendo demasiado el peso del cambio en la gente? ¿Quizás quien tendría que reaccionar son otros?
Como cada año, la campaña cuenta con el apoyo económico de Ecoembes y Ecovidrio, que representan los intereses de las empresas envasadoras y que están obligadas por ley a dedicar parte de su presupuesto a campañas de educación ambiental.
Casualmente esta campaña ha aparecido la misma semana que se publica la lista Forbes de las personas más ricas. Entre ellas figuran nombres como Sol Daurella –propietaria de Coca-cola– o Demetrio Carseller –de Damm– pesos pesados en el consejo de administración de Ecoembes y que han basado su modelo de negocio en usar envases desechables. «Reutiliza» nos propone la campaña pero no es la ciudadanía quien ha decidido que no haya envases reutilizables en los comercios.
«Reduce» nos piden, pero los supermercados como Mercadona –Juan Roig es la tercera fortuna del estado– optan por ofrecer productos con gran profusión de envases. O Amancio Ortega y Isak Andic –primera y quinta fortuna del estado y propietarios de Inditex y Mango– han basado su negocio en una moda de bajo coste y corta vida que promueve el consumo irreflexivo.
Es evidente que la educación ambiental y la educación en valores es fundamental para lograr los objetivos que nos piden pero no lo es menos que al ciudadano no se le ponen las cosas fáciles. Y estos serían sólo algunos de los ejemplos de cómo las decisiones sobre el modelo de negocio empresarial afectan a la capacidad del ciudadano de consumir de manera responsable y sin producir residuos. Pensamos en los electrodomésticos, las cápsulas de café, vasos y vajilla desechable...
Como respuesta a esta realidad, desde la sociedad civil y en todo el mundo, una visión alternativa de cómo utilizar los recursos naturales está tomando cuerpo. Es el movimiento Residuo Cero que aboga para crear alianzas entre la ciudadanía, el mundo local y las empresas con un modelo de negocio diferente para repensar el sistema de producción y consumo y desvincular el aumento del bienestar del aumento del consumo de residuos. Un número creciente de organizaciones forman parte y cada vez son más los gobiernos locales que se comprometen a desplegar estrategias para promover la reutilización, incrementar el reciclaje y reducir la producción de residuos. En Cataluña hace tiempo que existe la Estrategia Catalana Residuo Cero y esta misma semana el Ayuntamiento de Barcelona ha presentado una propuesta de estrategia Residuo Cero; esta estrategia quiere aspirar a compartir unos objetivos más ambiciosos con el tejido económico, político y asociativo de la ciudad para evitar enviar recursos valiosos a vertederos e incineradoras y promover la economía local verde.
Los entes locales pueden hacer mucho pero necesitan también la complicidad de las administraciones de ámbito superior para adoptar medidas e instrumentos que los faciliten la tarea. Hacen falta iniciativas como el sistema de depósito para envases desechables que promueve la plataforma Retorna y que hace tiempo que estudia la Generalitat sin acabar de decidir a poner fecha, propuestas como la Ley de Prevención de residuos que hace años que está sobre la mesa del Parlamento de la mano de Rezero - Fundación Residuos y Consumo o actuaciones a escala estatal como una reducción del IVA para favorecer la reparación y reutilización de productos –como ha anunciado Suecia que aplicará bien pronto– en el marco de una reforma fiscal verde que facilite nuevos modelos de negocio basados en la eficiencia en el uso de los recursos o la prohibición de los vasos y platos desechables en Francia.
Este reto no se puede abordar sólo desde las exigencias a la ciudadanía. Es responsabilidad compartida. ¿Reaccionamos?
Tic, tac. Tic, tac. Tic, tac... El tono de los anuncios de promoción de la recogida selectiva de este año deben de haber sorprendido a más de una persona. Hemos pasado de las campañas de carácter institucional, que buscaban convencer a través de la complicidad o que buscaban la acción a través de la educación a una campaña radicalmente diferente. Una niña y un niño amenazantes nos abuchean para no separar los residuos en una campaña que aspira a cambiar los comportamientos de la población aunque sea por compasión. Tic, tac. Tic, tac... el tiempo se nos acaba.
¿Servirá para convencer a quienes todavía no separan los residuos? No parece probable. ¿Creará polémica? Después del debate que se generó a raíz de la famosa «Envàs on vas?» no hay muy más a decir. Aun así no deja de ser una campaña especialmente significativa. Como de final de etapa. «Reacciona!» nos exigen pero entre líneas se puede leer «No sabemos que más hacer para que nos hagas caso». «Reduce, reutiliza, recicla. ¡Reacciona!». Y no es para menos, después de décadas –sí, décadas– de campañas de educación ambiental, ya hace años que en Cataluña la recogida selectiva está estancada a niveles demasiados bajos para los objetivos ambientales y no parece que podamos esperar a que se produzca un cambio generalizado de la actitud de la población a través de nuevas campañas por más radicales en la forma que sean. ¿Quizás estamos poniendo demasiado el peso del cambio en la gente? ¿Quizás quien tendría que reaccionar son otros?