Manía reguladora, sonadura médica, locura etiquetadora, disparate burócrata o mejor dicho: «una jaula fue a buscar un pájaro» (Kafka), que incluso para parir te hacen hacer un plan. Esto es: un proyecto ordenado de una obra a realizar, de una cosa a hacer, de una conducta a seguir. Y peor: no es que lo tengas que hacer para parir, sino para nacer. Plan de nacimiento, le llaman. PN (sic).
Y como la criaturita que está a punto de salir al mundo exterior —al mundo de los planes y al mundo de los Aforismos de Kafka— todavía es demasiado diminuta para elegir, lo haces tú por ella y decides que «me gustaría estar en la misma habitación en todo el proceso (dilatación-parto)», que me estimulasen «el parto sólo si es necesario», que «me gustaría probar el parto sin anestesia», que «me gustaría que no me rompieran la bolsa de las aguas si no hace falta», que «me gustaría elegir la posición para parir», que «me gustaría que no me hicieran episiotomía salvo que no sea indispensable», que «me gustaría coger el bebé inmediatamente y ponerlo piel con piel», que «me gustaría que se cortara el cordón cuando deje de latir» y la última, que de tan guapa y bonita, necesita dos puntos para retumbar como dios manda: «me gustaría que el ambiente que acoja mi hijo/a sea tranquilo y sin prisas». Todas las comillas son suyas (Institut Català de la Salut, Programa de Atención a la Salud Sexual y Reproductiva y, en este caso, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau).
Si esto es lo que quieres, la cosa puede producirse exactamente y perfectamente al revés
—como hecho adrede. Y otro peor: si eso es lo que quieres, serás la irreverente antipática, la criatura idealista —una niña con niño dentro— que lo único que quiere es sufrir y hacer sufrir, que hace perder el tiempo a todo cristo y que ojalá —si hubiera tenido más de dos mil euros— lo habría hecho en casa, Madó cordeles. Ahora bien, si para unos esto de parto natural y hospital es un oxímoron que empacha y que castra el progreso, para los demás esto otro de parto natural es una redundancia despampanante y pesada. Suerte, sin embargo, que a pesar de todo, que aún así y que quieran o no, «el fuego nutre [sus vientres de brujas] contrariamente a los otros» (Duras).
Manía reguladora, sonadura médica, locura etiquetadora, disparate burócrata o mejor dicho: «una jaula fue a buscar un pájaro» (Kafka), que incluso para parir te hacen hacer un plan. Esto es: un proyecto ordenado de una obra a realizar, de una cosa a hacer, de una conducta a seguir. Y peor: no es que lo tengas que hacer para parir, sino para nacer. Plan de nacimiento, le llaman. PN (sic).
Y como la criaturita que está a punto de salir al mundo exterior —al mundo de los planes y al mundo de los Aforismos de Kafka— todavía es demasiado diminuta para elegir, lo haces tú por ella y decides que «me gustaría estar en la misma habitación en todo el proceso (dilatación-parto)», que me estimulasen «el parto sólo si es necesario», que «me gustaría probar el parto sin anestesia», que «me gustaría que no me rompieran la bolsa de las aguas si no hace falta», que «me gustaría elegir la posición para parir», que «me gustaría que no me hicieran episiotomía salvo que no sea indispensable», que «me gustaría coger el bebé inmediatamente y ponerlo piel con piel», que «me gustaría que se cortara el cordón cuando deje de latir» y la última, que de tan guapa y bonita, necesita dos puntos para retumbar como dios manda: «me gustaría que el ambiente que acoja mi hijo/a sea tranquilo y sin prisas». Todas las comillas son suyas (Institut Català de la Salut, Programa de Atención a la Salud Sexual y Reproductiva y, en este caso, Hospital de la Santa Creu i Sant Pau).