El tiempo es un tema de conversación muy socorrido, usado de forma mayoritaria en conversaciones de ascensor, cuando no se sabe de qué hablar, o simplemente para romper el hielo. Así que nadie se sorprende cuando alguien te aborda con una frase del tipo “qué buen día hace hoy, ¿verdad?”.
Lo que ya sorprende mucho más es la cantidad de minutos que la mayoría de las cadenas de televisión generalistas, públicas o privadas, dedican hoy en día al tiempo. Es rara la semana en que no mandan dos o tres reporteros a otros tantos lugares del mapa a explicar, o bien las peripecias de los ciudadanos afectados por inundaciones, nevadas u otras calamidades a las que no están acostumbrados; o bien a dar cuenta de lo bien que se está en las plazas, playas o paseos marítimos gracias al sol y las altas temperaturas.
El lenguaje que usan, además, contribuye a fortalecer la equivalencia anticiclón = buen tiempo; borrasca = mal tiempo. Recuerdo perfectamente como el día siguiente de Navidad los noticiarios se pasaron más de cinco minutos mostrando imágenes de gente en las playas, tomando el sol y disfrutando del buen tiempo.
Así, la noticia no es que la combinación fenómeno meteorológico-lugar-estación del año sea inverosímil. La noticia es que la gente está atrapada en un paso de montaña, que se les ha inundado la casa por cuarta vez, que los abnegados bomberos han multiplicado sus salidas (versión mal tiempo), o que la ocupación hotelera ha rozado el 100% en todo el litoral (versión buen tiempo).
Vamos a ver, ¿de verdad nadie va a cuestionar que más de 20 grados en la costa cantábrica a 26 de diciembre es buen tiempo? ¿Acaso la lluvia y el viento no son imprescindibles para los cultivos, para llenar los embalses y realimentar los acuíferos, limpiar el aire que respiramos y para favorecer la vida en general?
Lo peor no es eso. Lo peor es que estos noticiarios transmiten estos mensajes con una falta de rigor total. Ni una sola vez, ni siquiera los meteorólogos o físicos que dan la información del tiempo en su propio espacio, mencionan que estos fenómenos puedan ser anormales, que quizás se deban al cambio climático y, por supuesto, mucho menos que éste sea provocado por la acción humana.
Así, el telespectador medio se queda con la idea de que el buen tiempo atrae turismo, hace que la gente esté más contenta y gaste más, y por tanto mejore la economía y la creación de puestos de trabajo. Tanto da que este empleo sea estacionario y precario o que las hordas de turistas nacionales y extranjeros maltraten el medio ambiente y agoten los recursos naturales. “Sol es bien”. Por el contrario, solo se habla del 'mal tiempo' para mostrar desastres e incomodidades varias.
De este modo, el desconocimiento general sobre el cambio climático y sus consecuencias se perpetua con la aquiescencia de quienes dirigen las grandes corporaciones mediáticas, dificultando así las acciones directas o indirectas para mitigarlo. El gobierno tampoco ayuda, incapaz de redactar una ley de cambio climático sensata, nombrando a Arias Cañete comisario de Acción por el Clima y Energía, y perpetrando la peor política energética posible, pese a las múltiples advertencias de la UE y a las numerosas demandas presentadas por inversores en energías renovables.
Y nuestra sociedad cortoplacista y miope no se da cuenta de que, de seguir así, en pocos años la desertización llegará a nuestras latitudes y acabará con el Spanish way of life tal como lo conocemos. Que nuestra economía, nada diversificada y dependiente en exceso del turismo y de unos combustibles fósiles cada vez más escasos y caros, se hundirá sin remisión. Por no hablar del gran número de ciudadanos que se verán obligados a emigrar para poder sobrevivir. ¿Les suenan las palabras “refugiado climático”? Busquen en Google.
Pero eso será dentro de un par de décadas como mínimo. ¿Para qué preocuparse?
Deprime ver tanta banalidad y desinformación en nuestros informativos, y deprime aún más la alegría con la que la ciudadanía prefiere no ver o no saber. Incluso parece haber olvidado que existen las estaciones.
Por eso algunos, a veces, al buen tiempo ponemos mala cara.
El tiempo es un tema de conversación muy socorrido, usado de forma mayoritaria en conversaciones de ascensor, cuando no se sabe de qué hablar, o simplemente para romper el hielo. Así que nadie se sorprende cuando alguien te aborda con una frase del tipo “qué buen día hace hoy, ¿verdad?”.
Lo que ya sorprende mucho más es la cantidad de minutos que la mayoría de las cadenas de televisión generalistas, públicas o privadas, dedican hoy en día al tiempo. Es rara la semana en que no mandan dos o tres reporteros a otros tantos lugares del mapa a explicar, o bien las peripecias de los ciudadanos afectados por inundaciones, nevadas u otras calamidades a las que no están acostumbrados; o bien a dar cuenta de lo bien que se está en las plazas, playas o paseos marítimos gracias al sol y las altas temperaturas.