Esta semana seguí paseando por Barcelona. Lo habíamos dejado el viernes, en esa extraña tregua antes de las manis. En mi fuero interno, ya podéis decir que es fácil hablar a toro pasado, no olía DUI, pero creo que nadie podía jugar a ser el oráculo de Delfos por la incertidumbre del momento.
El sábado amaneció soleado y muchas plazas de todo el país, sea eso lo que sea, se llenaron de personas con camisetas blancas, ansiosas de ser normales, prescindir de partidos y clamar por el diálogo para recobrar la normalidad. Algunos las llamaron equidistantes, que con el tiempo suena tanto que casi parece haberse convertido en un término despectivo, error mayúsculo porque de aquí a unos años, cuando recordemos todo esto entre pequeños temblores y suspiros de alivio, serán los depositarios de la cordura. Las convocatorias fueron pacíficas, sin banderas ni lemas ruidosos y eso me hizo albergar un poco más de esperanza, medio difuminada el domingo al ver ese sinfín de estandartes de todo tipo circular por Vía Laietana.
Los pensamientos de la última jornada semanal fueron muy contradictorios. Evidentemente no se alcanzó la mítica, y banalizada, cifra del millón de personas, pero todos esos asistentes pedían ser escuchados. El discurso de Vargas Llosa fue algo infumable, a diferencia del de Borrell un átomo con suficiente libertad como para cargar contra todos con bastante tino. Su presencia en el escenario me hizo reflexionar sobre cómo el Partido Socialista Obrero Español ha sido un precipicio sin freno y un magnífico promotor de oportunidades perdidas.
Quizá todo hubiera cambiado si el Felipismo no se hubiera cargado a su candidato catalán en 1998. Quizá todo hubiera sido muy distinto si el Icetismo, la nomenclatura de la organización, no hubiera hecho lo mismo con Pasqual Maragall, a quienes algunos acusan de ser el causante de todo esto, equivocándose, porque el mejor alcalde de la Barcelona contemporánea hablaba de una realidad aceptada por la calle, España es una Nación de Naciones, y deseaba un Estatut muy anglosajón, con pocos puntos que servirían para tener una Constitución con la que todo sería debatible sin depender de leyes estrictas. Ahora bien, eso, entre el inmovilismo socialista, las ganas de Mas de sacarse una foto con Zapatero y la esquizofrenia de la ERC de Carod, no pasó y tenemos lo que tenemos.
Por la tarde salí a pasear para preparar una ruta por l’Esquerra de l’Eixample. Con los pies cansados, el suelo de esa parte de la ciudad es más duro, vi más trapitos españoles en los balcones y constaté mi intuición del aumento de senyeras, algo corroborado con el transcurrir de los días.
En Consell de Cent con Urgell me di un susto de muerte al encontrarme a una pareja de amigos muy exaltados. Poco antes había visto mucha euforia rojigualda entre cláxones y cánticos desde los coches y estaba ligeramente en shock por ese espectáculo inédito, por eso dar con ese matrimonio contento por haberse manifestado me dejó descolocado hasta que vi la camiseta de él, con un no a los nacionalismos bien visible, y el rostro de ella maquillado con una senyera y otra divisa made in 1978. Habían ido, según sus palabras, porque nadie les había dejado expresarse durante todos estos años y no quieren que se repita nada similar al conflicto vasco, su tierra de origen.
Bien, cuando estaba en esas apareció un señor, que dijo ser cura, y participó en la conversación mientras apostaba a las claras por hablar entre todos porque eso de las fronteras es un absurdo y bastantes tenemos en la cabeza con lo precioso, sigo transcribiendo palabras ajenas, que es el universo y estar todos bien en armonía.
Fui a casa, llegó el lunes y con la inauguración rutinaria los comentarios de Pablo Casado, en los que caben dos posibilidades interpretativas. O bien es un provocador, hubiera bastado decir terminará como Companys en el 34, o simplemente es un ser humano con muchas dificultades de expresión que, además, gusta de la irresponsabilidad, totalmente impropia para su posición en la vida pública.
Por lo demás creo que Lluís Companys es un personaje del que todos se aprovechan. Si encuestáramos a la población catalana veríamos cómo nadie sabe mucho más allá del seis de octubre y su fusilamiento en octubre de 1940, una lástima porque fue un socialdemócrata ejemplar que desarrolló una interesantísima labor desde el republicanismo de izquierdas tanto desde la abogacía como desde la política, siendo famosa su irrompible amistad con los asesinados Francesc Layret y Salvador Seguí. También se dice poco, por no decir nada, que al proclamar l’Estat Català dins de la República Federal Espanyola, dos entes inexistentes, soltó un que, ara ja esteu contents? para la Historia.
Por la tarde leí que la ANC y Òmnium, esas asociaciones que sólo han votado sus socios y tienen demasiado poder, poco democrático a decir verdad, proponían rodear el Parlamento, algo así como repetir lo de mayo de 1984 o un asedio a lo junio de 2011, esta vez con cierto apoyo institucional. Pensé en el delito de sedición y con estas llegó el martes de los nervios para todos. Los ocho segundos de República me pillaron dando clase y muchos alumnos dijeron que se apostaba por la vía eslovena. Sentí mucho sosiego al ver las calles sin violencia de ningún tipo, pues era lo que temía. También pensé en lo envenenadas, porque quizá la CUP se retira en un mes del Parlament, de unas hipotéticas elecciones anticipadas.
El Sí pero no, quizá una prueba de los límites del Procés, puede deberse a muchos factores, primando, sospecho, el económico y los matices de la gran coalición de independentistas de todo tipo y pelaje. Al llegar a casa encendí la tele. Turull se sacó un cigarrillo y al ver la cámara lo escondió. Fue una noche tensa por la división del bloque soberanista y puede que Rajoy meditara mucho sobre la aplicación del Tancredismo extreme para liquidar la cuestión entre riñas intestinas, pero al amanecer el miércoles le tocó hablar y ahí llegó la, para muchos, gran sorpresa: el retorno de la política.
Mientras el gallego soltaba su discurso me encontraba en el carrer Princesa, donde la estelada se vendía a tres euros y la bandera del Madrid a cinco. Por la tarde vi en un bazar los tres emblemas predominantes de estos días y entendí que los chinos son los mejores analistas políticos de la actualidad.
Volvamos a Rajoy. Puigdemont, aclara si has declarado o no la Independencia. Te doy cinco días. Una jugada magistral, porque si el President dice sí la ley va contra sus intereses y si lo niega muchos independentistas, en breve es posible que deba hablarse de desencanto en este sector, se pondrán hechos unas fieras. Al cabo de un rato habló Pedro Sánchez y confirmó el inicio para hilvanar en seis meses, Ommmmm, una reforma Constitucional que, por la tarde, otra vez de mano pepera, parece configurar para lo catalán más autogobierno y mejoras en lo económico. Más o menos a la misma hora Puigdemont declaró a la CNN aceptar un diálogo sin condiciones. Algo ha cambiado y el combo PPSOE ha toreado a Podemos y Ciutadans, los nuevos enrocados de esta película, al tomar la iniciativa política.
Todo es muy extraño y los estertores de la semana medio laboral, entre el desfile de perros y cabras, nos regala una última guinda con Artur Mas defendiendo a su heredero y casi declarándose no independentista mientras usaba el sentido común al afirmar que quién gobierna es la Generalitat y no determinados agitadores que, lo cortés no quita lo valiente, la han ayudado mucho en su tarea corrosiva desde 2012.
A veces, al escribir estos artículos, pienso que quedarán obsoletos en un periquete. Querido lector, no sé en qué momento leerás esto, sólo ten claro que, ahora sí, tras el diez de octubre nada volverá a ser igual. Se abre un nuevo panorama que entierra la fase gruesa del Procés y ahora los movimientos pueden ser constructivos y mortíferos a partes iguales, sólo deseo por el bien de todos que los que cobran por ello recapaciten y se sienten a hacer política, sí, el arte de lo posible.
Puede que leas este artículo en martes, quizá en miércoles. Hasta el lunes a las 21,30 la opción diálogo, pese a la incompetencia manifiesta de ambas partes, seguía pareciéndome la más posible. La detención de los dirigentes de Òmnium y la ANC es inoportuna y demuestra que desde altas instancias madrileñas han cogido gusto, como en Barcelona, a jugar con fuego para llevarnos a un precipicio. La justicia tendrá sus tiempos, pero una decisión de este tipo es inepta y dramática, como si se negara a toda la ciudadanía la política, que sí, es el arte de lo posible, pero quizá algunos no fueron ese día a clase, a veces ya no sé qué pensar.