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La educación en tiempos de coronavirus

Joan Mena

Diputado de En Comú Podem en el Congreso y Portavoz de En Comú Podem —

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Las crisis son siempre momentos de transformación y de cambio que nos obligan a afrontar con nuevos aprendizajes un futuro todavía desconocido. De la crisis de 2008 aprendimos que los recortes y la austeridad no solo son políticas injustas, sino que son ineficaces. Con la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus hemos tomado más conciencia que nunca de que los salvajes recortes de los últimos diez años han contribuido al colapso de un sistema sanitario que hoy nos está salvando la vida.



Esta lección la hemos tenido que aprender en una situación durísima, inimaginable por muchos y muchas, y tendrá que tener consecuencias políticas que aseguren que nunca más se recorta nuestro sistema de salud pública. Sin embargo, esta emergencia nos tiene que servir también para levantar la vista y ver cuáles son los pilares de nuestra sociedad que hoy también se tambalean por culpa de esta década perdida de austeridad. Veremos, sin duda, cómo la Educación es la otra gran área con la que se han ensañado los recortes. En Catalunya, por ejemplo, los gobiernos de la Generalitat han rebajado la inversión educativa un 17,5% en los últimos años, se ha generado un déficit de docentes de más de 5.000 plazas, una tasa de interinidad del 24% y el gasto familiar en educación se ha incrementado en un 13,3%.



El confinamiento total que vivimos en España y en Catalunya desde que el gobierno central decretó el Estado de Alarma siguiendo las indicaciones del Comité de Expertos sanitarios han situado el debate de la educación en primer término. Ahora todo el mundo está preocupado por si el curso 2019-2020 se podrá acabar presencialmente o tendremos que recurrir a mecanismos telemáticos para finalizarlo. Parece poco razonable pensar que lo que no hemos conseguido hacer en diez años, lo haremos ahora en quince días y raíz de una situación de emergencia inédita en Catalunya y en el mundo.

Hay que recordar que el gobierno de izquierdas aprobó en 2010 el proyecto Educat 1x1 para dotar de un ordenador portátil a todo el alumnado con la intención de potenciar el uso de las tecnologías de la información y evitar la brecha digital que, ya en aquel momento, se hacía evidente en nuestro país. Desgraciadamente, y a consecuencia de los recortes en educación que impuso CiU cuando recuperó el gobierno de la Generalitat, la conselleria de Educación puso punto y final a un proyecto que hoy podría haber solucionado la incertidumbre en este final de curso.

No es momento de reproches, pero hay que aprender que los recortes en educación también nos han hecho perder herramientas para combatir las consecuencias que dejará este maldito covid19. Para el futuro, hay que tomarse seriamente la incorporación real de herramientas telemáticas a la enseñanza evitando que ninguna familia quede excluida. A menudo tenemos a los niños sobreexpuestos a imputs audiovisuales que llegan por internet, pero hemos sido incapaces de incorporar la potencialidad de estas herramientas al sistema educativo.



Ahora, para acabar el curso 2019-2020, las energías no se tendrían que concentrar en cómo ‘calificamos’ este final de curso, sino en cómo acompañamos emocionalmente al alumnado. El otro día, haciendo una videoconferencia con amigas docentes en activo, me decían: “Tenemos ganas de volver al aula, pero no para poner notas a los alumnos y que pasen de curso, sino para ver que están bien, para tranquilizarlos ante esta situación y para acabar el curso con la máxima normalidad posible”. Es el gran papel que tiene la educación: más allá del aprendizaje de contenidos, está el aprendizaje de la vida y de los valores democráticos y de solidaridad. Priorizamos este acompañamiento emocional, psicológico y pedagógico de un final de curso atípico. Tienen que ser las autoridades sanitarias las que, seguramente de forma progresiva, nos digan cuándo podemos recuperar la presencialidad en las aulas y, una vez recuperada, trabajar para que los niños entiendan qué ha pasado y puedan acabar el curso con la misma sonrisa de siempre.



¿Hay que evaluar este final curso? ¿Qué pasa con el tercer trimestre? Todo el mundo nos hacemos estas preguntas. A menudo, pedimos al profesorado una evaluación adaptada a cada alumno y ahora es el momento de extenderla a todo el sistema. Tenemos que acabar el curso basándonos en dos principios: adaptabilidad y flexibilidad. Adaptabilidad porque no tenemos que seguir el mismo proceso de evaluación en cuarto de la ESO o en segundo de Bachillerato, es decir, en los cursos finales de etapa. No se puede considerar lectivo el tercer trimestre porque no hay garantía de equidad en el acceso al sistema. Flexibilidad porque tenemos que tener en cuenta la realidad individual de cada alumno: el entorno físico en el que ha vivido el confinamiento, las circunstancias familiares o la situación socioeconómica; todo aquello que siempre impacta en el rendimiento académico del alumnado multiplicará sus consecuencias en esta situación de emergencia. Lo tenemos que evitar.



Cómo gestionamos este final de curso dirá mucho de la sociedad en que nos encontramos. La Conselleria de Educación ha actuado tarde en la gestión de esta crisis y lo ha hecho intentando centrifugar las responsabilidades directamente en los centros educativos sacudiéndose las propias. No ha sido una gestión sencilla para ninguna administración, soy consciente, pero no puede ser que cada profesor y cada centro tenga que tomar sus propias decisiones en función de aspectos subjetivos por falta de indicaciones por parte de la Conselleria de Educación del Gobierno de la Generalitat porque esto hace todavía más desigual el sistema. Exigimos el liderazgo de la Conselleria a la hora de indicar cómo acabamos este curso, con el componente de acompañamiento emocional que es imprescindible. Cada día los balcones nos recuerdan a las 20h la importancia de nuestro sistema sanitario público y la evidencia de cómo han afectado en él los recortes. Y también tendríamos que tener claro después de esta emergencia del Coronavirus que la Educación es el gran reto del futuro.

Las crisis son siempre momentos de transformación y de cambio que nos obligan a afrontar con nuevos aprendizajes un futuro todavía desconocido. De la crisis de 2008 aprendimos que los recortes y la austeridad no solo son políticas injustas, sino que son ineficaces. Con la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus hemos tomado más conciencia que nunca de que los salvajes recortes de los últimos diez años han contribuido al colapso de un sistema sanitario que hoy nos está salvando la vida.



Esta lección la hemos tenido que aprender en una situación durísima, inimaginable por muchos y muchas, y tendrá que tener consecuencias políticas que aseguren que nunca más se recorta nuestro sistema de salud pública. Sin embargo, esta emergencia nos tiene que servir también para levantar la vista y ver cuáles son los pilares de nuestra sociedad que hoy también se tambalean por culpa de esta década perdida de austeridad. Veremos, sin duda, cómo la Educación es la otra gran área con la que se han ensañado los recortes. En Catalunya, por ejemplo, los gobiernos de la Generalitat han rebajado la inversión educativa un 17,5% en los últimos años, se ha generado un déficit de docentes de más de 5.000 plazas, una tasa de interinidad del 24% y el gasto familiar en educación se ha incrementado en un 13,3%.