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¿Una alternativa –de izquierdas- a la independencia?

Silvio Falcón

Politólogo y profesor asociado de la UB —

Durante los años 80 Margaret Thatcher popularizó un eslogan político: “No hay alternativa”. El TINA (por sus siglas en inglés, There is no alternative) se refería principalmente a la hegemonía del proyecto neoliberal -con mercado, capitalismo y globalización como tres principios nucleares del nuevo mundo que estaba por venir-. El tiempo ha confirmado, sin embargo, que sí había alternativa. Configurar esta alternativa, dotarla de contenido ideológico y formularla en clave de acción de gobierno es el gran reto para las izquierdas europeas; en grave crisis de identidad tras el naufragio de los partidos socialdemócratas, hegemónicos durante todo el siglo XX.

En este contexto de incertidumbre en el espectro político de la izquierda -y de una cierta renuncia ideológica-, en Catalunya ha cobrado fuerza la cuestión nacional. La sentencia del Constitucional fue un punto de inflexión en cuanto a la percepción del Estado en Catalunya, haciendo entrar en la agenda pública el derecho a decidir -sobre la independencia- del pueblo de Catalunya. Las izquierdas catalanas han manifestado, durante estos últimos años, opiniones diversas en relación a la independencia. Desde un apoyo mayoritario al derecho a decidirse que incluso asumido por el PSC años atrás-, la pluralidad ideológica de la izquierda en el ámbito nacional ha tensado relaciones y modificado el sistema de partidos del país. La difícil configuración del espacio político que representan los Comunes y Podemos, las escisiones en el PSC o las guerras internas en la CUP son dos ejemplos de cómo el debate sobre la independencia ha dificultado la articulación de una alternativa política amplia en clave social en Catalunya.

Las condiciones materiales sobre las que vive la mayoría de la población en Catalunya son precarias. Tal y como afirmaba el politólogo Guillermo Pujol, en su artículo “¿Qué está pasando en Catalunya?”, Catalunya es más desigual que países como Polonia, Bélgica o Polonia. La crisis, además, ha golpeado con fuerza las clases populares, llegando a cuotas de desempleo nunca antes vistas en nuestro país. La izquierda política tiene la necesidad de articular un discurso y un programa político para dar respuesta a esta situación de desigualdad y pobreza -que se encuentra cercana a cronificarse.

¿Puede desarrollarse este proyecto político de izquierdas en el marco del Estado español? Durante los últimos años, el Tribunal Constitucional ha ejercido de tercera cámara en España, esforzándose por prohibir regulaciones de carácter social surgidas desde el Parlamento de Catalunya y la Generalitat. Un freno conservador asfixiante, capaz de revestir de ilegitimidad el conjunto del poder judicial español. Esta interferencia constante en la autonomía normativa de las instituciones catalanas tiene una lectura muy importante en clave territorial, pero lo más grave es la afectación social de estas leyes suspendidas por el TC. Me refiero a normas que proponen soluciones para problemas tan sensibles como la pobreza energética, las viviendas vacías o los desahucios. Desde 2012, el Gobierno español ha presentado 32 recursos ante el Constitucional contra normas catalanas, donde encontramos también la ley de gobiernos locales o la ley de igualdad entre hombre y mujer.

La represión de las últimas semanas, además, acaba de perfilar la imposibilidad de configurar un proyecto social en Catalunya sin injerencias de las instituciones del Estado. No hay alternativa, desde una óptica de izquierdas, si lo que se quiere es transformar profundamente la sociedad y hacer políticas redistributivas que ataquen la línea de flotación de las desigualdades. No me extrañaría que, en caso de que en Catalunya se optara por impulsar una política pública garante de la igualdad de oportunidades, fuera el Constitucional quien pusiera freno a esta medida gubernamental.

Corresponde, pues, a las fuerzas políticas de corte federalista y favorables al derecho a decidir, definir qué proyecto nacional eligen para Catalunya, teniendo en cuenta que la cuestión social inherentemente ligada por la imposibilidad de reformar el marco jurídico estatal. Las fuerzas transformadoras con presencia en Catalunya y aliados en el Estado pueden ensayar coaliciones con el PSOE dentro de las paredes del régimen del 78 o intentar construir, de nuevo, una nueva República surgida del voto ciudadano y culminada a través de un proceso constituyente .

There is no alternative si verdaderamente el objetivo de estas fuerzas políticas trasciende el asalto al poder y se centra en abrir una ventana de oportunidad para construir un Estado donde los valores de la izquierda puedan ser hegemónicos. Habrá que estar atentos a la resolución del proceso y en la reconfiguración definitiva del sistema de partidos catalán. La falta de una alternativa de izquierdas - plenamente realizable- en España podría verter los no independentistas a apoyar la fundación de un nuevo Estado. Y quizás esto ya está ocurriendo ahora mismo.

Durante los años 80 Margaret Thatcher popularizó un eslogan político: “No hay alternativa”. El TINA (por sus siglas en inglés, There is no alternative) se refería principalmente a la hegemonía del proyecto neoliberal -con mercado, capitalismo y globalización como tres principios nucleares del nuevo mundo que estaba por venir-. El tiempo ha confirmado, sin embargo, que sí había alternativa. Configurar esta alternativa, dotarla de contenido ideológico y formularla en clave de acción de gobierno es el gran reto para las izquierdas europeas; en grave crisis de identidad tras el naufragio de los partidos socialdemócratas, hegemónicos durante todo el siglo XX.

En este contexto de incertidumbre en el espectro político de la izquierda -y de una cierta renuncia ideológica-, en Catalunya ha cobrado fuerza la cuestión nacional. La sentencia del Constitucional fue un punto de inflexión en cuanto a la percepción del Estado en Catalunya, haciendo entrar en la agenda pública el derecho a decidir -sobre la independencia- del pueblo de Catalunya. Las izquierdas catalanas han manifestado, durante estos últimos años, opiniones diversas en relación a la independencia. Desde un apoyo mayoritario al derecho a decidirse que incluso asumido por el PSC años atrás-, la pluralidad ideológica de la izquierda en el ámbito nacional ha tensado relaciones y modificado el sistema de partidos del país. La difícil configuración del espacio político que representan los Comunes y Podemos, las escisiones en el PSC o las guerras internas en la CUP son dos ejemplos de cómo el debate sobre la independencia ha dificultado la articulación de una alternativa política amplia en clave social en Catalunya.