Hay más de una razón por la que, a nosotros, nos habría interesado que los Juegos Olímpicos hubieran ido a Madrid. Razones de orden social y económico. Incluso de vecindad. Por otra parte, respuestas tipo hooligan de la especie “A Madrid, ni agua” son demasiado simples para que una mayoría de catalanes las hagamos nuestras. La cosa es más compleja y, una vez más, lo que hace falta es concentrarse en lo que hacemos nosotros y no fijarnos tanto en lo que hacen o dejan de hacer los vecinos.
En este sentido, no es positivo ni rentable, creo, gastar energía deseando que alguien pierda todo ahora que nosotros lo tenemos todo a ganar. Y tan cerca. Pero dicho esto, a mí, lo que me sorprende y encuentro digno de crítica es la actuación de las autoridades madrileñas convocando a un acto multitudinario para seguir en directo la votación. Lo encuentro suicida porque tienes miles de personas ansiosas y angustiadas (que ni siquiera conocen casi los mecanismos de la votación) pendientes de un todo o nada. Lo encuentro estúpido e incluso cruel por parte de las autoridades, siempre a punto para el populismo. Hasta cierto punto, puedo entender que un ayuntamiento habilite el polideportivo del pueblo o la plaza más importante para que sus habitantes vayan a ver en masa y en compañerismo un partido del Barça, o de la selección española, me da igual. Es muy diferente que un partido de fútbol o de lo que sea tiene un desarrollo, un tiempo de duración y, quieras o no ,un espacio para la maduración del sentimiento de derrota, en su caso. Y sobre todo, una comprensión -y una asunción- mínima de lo que ha pasado.
Una votación, sobre todo si se han inflado las expectativas de manera suicida -parece evidente que la candidatura madrileña, esta vez, era la más floja de todas- si bien se puede ganar, también se puede perder. Y todo, en un momento. Por más que las autoridades españolas difundieran rumores sobre una seguridad de contar con el 40% de los votos de los representantes del COI, la cosa no era segura. En ningún momento fue segura. Y por tanto, convocar miles de personas a seguir esta votación era como invitarlas a un juego de dados: Gran excitación previa, se tiran los dados y se gana o se pierde, pero en cinco segundos se acabó la partida. De ahí la confusión de la gente que veías por la televisión. Es una apuesta a todo o nada. Por lo tanto, si pierdes, te arriesgas a obtener las reacciones más adversas y, sobre todo, más diferenciadas: Desde el estupor a la depresión, pasando por la negación, la incredulidad y la rabia nacionalista del “no nos queremos porque somos España”. Si yo fuera madrileño, cuando la delegación regrese de Buenos Aires exigiría pasar cuentas.
Eso sí, mañana, Rajoy convoca un acto desagravio a la plaza de Oriente y lo llena.
Hay más de una razón por la que, a nosotros, nos habría interesado que los Juegos Olímpicos hubieran ido a Madrid. Razones de orden social y económico. Incluso de vecindad. Por otra parte, respuestas tipo hooligan de la especie “A Madrid, ni agua” son demasiado simples para que una mayoría de catalanes las hagamos nuestras. La cosa es más compleja y, una vez más, lo que hace falta es concentrarse en lo que hacemos nosotros y no fijarnos tanto en lo que hacen o dejan de hacer los vecinos.
En este sentido, no es positivo ni rentable, creo, gastar energía deseando que alguien pierda todo ahora que nosotros lo tenemos todo a ganar. Y tan cerca. Pero dicho esto, a mí, lo que me sorprende y encuentro digno de crítica es la actuación de las autoridades madrileñas convocando a un acto multitudinario para seguir en directo la votación. Lo encuentro suicida porque tienes miles de personas ansiosas y angustiadas (que ni siquiera conocen casi los mecanismos de la votación) pendientes de un todo o nada. Lo encuentro estúpido e incluso cruel por parte de las autoridades, siempre a punto para el populismo. Hasta cierto punto, puedo entender que un ayuntamiento habilite el polideportivo del pueblo o la plaza más importante para que sus habitantes vayan a ver en masa y en compañerismo un partido del Barça, o de la selección española, me da igual. Es muy diferente que un partido de fútbol o de lo que sea tiene un desarrollo, un tiempo de duración y, quieras o no ,un espacio para la maduración del sentimiento de derrota, en su caso. Y sobre todo, una comprensión -y una asunción- mínima de lo que ha pasado.