El trato que da la justicia al problema de la violencia de género, a menudo parece el que dan a los médicos a las enfermedades incurables. Más allá de la palabrería, la práctica demuestra que piensan que no se puede hacer nada. El kilo de mujer muerta va barato. Y rompe la famosa teoría del muerto en la distancia: La percepción de la peligrosidad de una muerte no natural disminuye en relación directa a la distancia. Aquí no.
Me gustaría saber qué se hace en países de nuestro entorno. Y como las leyes están organizadas. De todos modos, es difícil pensar que puedan estarlo peor que aquí. Ser mujer, aún hoy en día, es ser ciudadana de segunda en muchos casos: derechos laborales, derechos sociales, consideración profesional, retribución salarial... Pero hay uno en el que, además, son ciudadanas de tercera: Te pueden matar con una tranquilidad aterradora.
No se trata de volver a hacer una reflexión sobre el tema. Ya se han hecho y se hacen miles cada vez que pasa una desgracia, cada vez que hay una jornada reivindicativa, etc. etc. Es obvio que no sirve de mucho porque los hombres siguen asesinando a las mujeres y el procedimiento de la justicia, no sólo es ineficaz sino que escarnece el sufrimiento de estas personas. En una información de Tele 5, hace poco, se tenía la desfachatez de decir lo mismo de siempre: Es necesario, ante todo, denunciar a la policía al maltratador. Y señalaban que, según fuentes de la justicia, de las últimas muertes por violencia de género, de cada diez “sólo” seis habían denunciado.
A ver si lo entendemos o es que somos imbéciles: Te están diciendo indirectamente que denunciar no sirve para evitar que te maten. ¿Hay que denunciar? Sí. ¿Es necesario que además de denunciar, no te maten? Sería bastante deseable. Dicen: No podemos poner un policía en cada casa de una maltratada por si acaso. No es respuesta. Es obvio. No me digas eso, dime otra cosa porque si no, pensaré que te da pereza encontrar una solución y no te pondrás en marcha hasta que un descerebrado mate a tu hija. ¿Un ejemplo? Muy fácil: Da riso hasta el dolor la famosa medida del alejamiento, una medida del siglo XIX.
No sólo no sirve para nada, al contrario, el “alejado” se acerca cuando le da la gana y además, está muy enfadado. El resultado es que, según se mire, una orden de alejamiento puede ser peor. Según se mire, con una orden de alejamiento consigues que te maten, tal como se demuestra continuamente. Por lo tanto, me callo y no denuncio. ¿Y los famosos collares que controlan si te acercas o no al área de donde te han condenado a mantenerte lejos? Resulta que repugna a muchos “buenistas” que estas personas vayan marcadas por la calle, con los chips localizadores pegados al tobillo. Por otra parte, la justicia alega que quien lo debe implementar es la policía. Y la policía dice que es caro y que además, se estropean.
O sea, ¿la cibersociedad del siglo XXI me está vendiendo que no se puede hacer nada, nunca? ¿Ni siquiera en los casos de gente condenada al alejamiento? El resultado son mujeres muertas que “habían denunciado”. ¿Los maltratadores son enfermos? Sí. Pero porque nuestra sociedad está enferma. Y en el caso de muchos hombres, muy enferma, ya que se encuentra llena de seres inmaduros incapaces de gestionar su fracaso personal. Y explotan por la vía más fácil, que es maltratar mujeres, hijos, lo que haya de por medio.
Lo siento, pero se impone la autodefensa. ¿Los tenemos que perdonar? No. Porque te matan. El mensaje es claro: Mujeres maltratadas, después de haber hecho condenar a vuestro maltratador a la pena de alejamiento, largaros corriendo. No os fiéis. La estadística va en contra vuestra. “Autoalejaros”, apuntaros a un curso de defensa personal, si queréis, pero sobre todo, largaros corriendo. Y si os quedáis, recordadlo: La estadística va en contra vuestra.
El trato que da la justicia al problema de la violencia de género, a menudo parece el que dan a los médicos a las enfermedades incurables. Más allá de la palabrería, la práctica demuestra que piensan que no se puede hacer nada. El kilo de mujer muerta va barato. Y rompe la famosa teoría del muerto en la distancia: La percepción de la peligrosidad de una muerte no natural disminuye en relación directa a la distancia. Aquí no.
Me gustaría saber qué se hace en países de nuestro entorno. Y como las leyes están organizadas. De todos modos, es difícil pensar que puedan estarlo peor que aquí. Ser mujer, aún hoy en día, es ser ciudadana de segunda en muchos casos: derechos laborales, derechos sociales, consideración profesional, retribución salarial... Pero hay uno en el que, además, son ciudadanas de tercera: Te pueden matar con una tranquilidad aterradora.