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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

No le llamen prostitución, es pura esclavitud al lado de casa

No es cierto que resulte irreverente hablar de prostitución durante la Semana Santa. La pecaminosa Magdalena, que Jesús salvó de la lapidación (“Quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”), fue poco después testigo presencial de la crucifixión y resurrección, según recogen los cuatro evangelios canónicos. Lo que resulta irreverente es la existencia de la prostitución, con la coartada de tratarse del oficio más antiguo del mundo. Hace pocos días una sentencia judicial dictada en Barcelona abría la puerta a considerarla como actividad laboral con los correspondientes derechos sociales (contrato, cotización a la Seguridad Social, prestación de paro), aunque la decisión tenga pocas posibilidades de prosperar tres el recurso ante los tribunales superiores.

La sentencia se refería a la prostitución ejercida de forma voluntaria en locales regulados, la cual representa menos de un 5% del total. La práctica totalidad del oficio se ejerce en condiciones forzadas de esclavitud. Pretender regular “el oficio más antiguo del mundo” choca sistemáticamente en todas partes con este hecho. Las leyes, sentencias y ordenanzas municipales se han revelado inútiles porque no se han enfrentado al contexto mafioso en que se desarrolla la práctica totalidad de la prostitución, mucho más allá de la prostituta y el cliente considerados individualmente.

Eso sí, a instancias de la Unión Europea el gobierno español ha incorporado el presente año a los cálculos del Producto Interior Bruto la estimación del movimiento económico que representan en el país el tráfico de drogas (5.245 millones de euros anuales) y la prostitución (3.672 millones). En cambio el tráfico de armas, tenido por igual o más lucrativo, no ha ingresado en este capítulo estadístico.

Cataluña ostenta el tristísimo record de acoger uno de los mayores burdeles de Europa, el Paradise del municipio de La Junquera, inaugurado en 2010 como ampliación de la larga tradición de la comarca. Las conciencias se tranquilizan fácilmente atribuyendo este liderazgo al carácter de enorme estación de servicio de miles de camioneros, en la frontera terrestre más transitada del continente europeo.

En este tema las conciencias se tranquilizan con enorme rapidez, como si se tratase de una fatalidad inevitable, con rango de oficio más antiguo del mundo. Basta con disimular, aunque se infrinja la ley sistemáticamente, como demuestran las escasas batidas policiales de control. 

Las rendijas de la normativa son la especialidad de los responsables del ramo y sus abogados, con la certeza de que la ley permite una parte de su actividad. El macroprostíbulo Paradise (80 habitaciones y 2 salas da espectáculo con capacidad para 600 clientes) abrió con los permisos legales inmaculados.

En 2013 el arraigado prostíbulo barcelonés La Vie en Rose anunció ufano en las páginas de contactos de los principales diarios que había obtenido la certificación de calidad ISO 9001. Su web (todavía hoy activa) añadía que era el primero y único de España en poseer esa certificación y ofrecía en pdf la licencia administrativa municipal de “bar musical con reservados para servicios de naturaleza sexual”, como si un burdel con certificado de calidad homologada ISO 9001 referido a los sistemas de gestión dejase de ser un burdel y de practicar el oficio más lamentable del mundo.

Ni las autoridades policiales ni las municipales tienen la última palabra. La consejera socialista de Interior del gobierno tripartito de la Generalitat, Montserrat Tura, vio frenado su borrador de proyecto de ley del 2006 que planteaba prohibir los macroburdeles y autorizar solo locales reducidos, autogestionados por las propias prostitutas y fiscalizados por la administración. El endurecimiento del Código Penal frente a las mafias que dominan el sector depende del Congreso de Diputados y permanece en el limbo. 

Los tímidos intentos de regular la prostitución enmascaran la cobardía de identificar la esclavitud moderna con la realidad más cercana. Resulta más cómodo pensar que el imperio de la ley siempre ha tenido márgenes de tolerancia, que la delincuencia organizada es cosa de las películas y la miseria una plaga lejana.

La prostitución, se mire o se deje de mirar como se quiera, representa una vergüenza legal, sin que esto tenga nada que ver con el puritanismo. O tal vez tiene precisamente mucho que ver, también durante la Semana Santa en que la pecaminosa Magdalena presenció la crucifixión y resurrección del Jesús que la había salvado: “

Con ese corazón 
tan cinco estrellas 
que hasta el hijo de un Dios 
una vez que la vio 
se fue con ella 
y nunca le cobró, 
la Magdalena”, en palabras de Joaquín Sabina.

No es cierto que resulte irreverente hablar de prostitución durante la Semana Santa. La pecaminosa Magdalena, que Jesús salvó de la lapidación (“Quien esté libre de pecado que lance la primera piedra”), fue poco después testigo presencial de la crucifixión y resurrección, según recogen los cuatro evangelios canónicos. Lo que resulta irreverente es la existencia de la prostitución, con la coartada de tratarse del oficio más antiguo del mundo. Hace pocos días una sentencia judicial dictada en Barcelona abría la puerta a considerarla como actividad laboral con los correspondientes derechos sociales (contrato, cotización a la Seguridad Social, prestación de paro), aunque la decisión tenga pocas posibilidades de prosperar tres el recurso ante los tribunales superiores.

La sentencia se refería a la prostitución ejercida de forma voluntaria en locales regulados, la cual representa menos de un 5% del total. La práctica totalidad del oficio se ejerce en condiciones forzadas de esclavitud. Pretender regular “el oficio más antiguo del mundo” choca sistemáticamente en todas partes con este hecho. Las leyes, sentencias y ordenanzas municipales se han revelado inútiles porque no se han enfrentado al contexto mafioso en que se desarrolla la práctica totalidad de la prostitución, mucho más allá de la prostituta y el cliente considerados individualmente.