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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Maletas llenas

Laura Pérez Castaño

Concejala de Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona —

“Barcelona es una ciudad diversa, pero aún no es una ciudad intercultural”. Mi amiga Lola López, Comisionada de Inmigración, Diversidad e Interculturalidad del Ayuntamiento, formuló la semana pasada esta frase provocándome una reflexión sobre el largo camino que nos queda para llegar a hacer de la diferencia de orígenes un valor primordial en nuestra sociedad.

Sus palabras me ayudaron a concretar algunas ideas en torno a las Jornadas de la Mujer Afrocatalana en las que he participado este fin de semana en Barcelona y que me han acercado a la memoria mujeres negras, sabías y destacadas por las aportaciones al feminismo con una mirada decolonial. Desde las instituciones, debemos recoger la crítica de muchas autoras que nos previenen del paternalismo, tanto a nivel de discurso como de acciones concretas, y especialmente huir del paternalismo bienintencionado en el que todas hemos caído en un momento u otro.

Agnés Agboton en su libro, tan bonito, Más allá de un mar de arena, hacía referencia a dos conceptos que le dan mucho miedo, precisamente porque destilan mucho de este paternalismo bienintencionado: tolerancia e integración. De la tolerancia dice que le parece que incluye “un sabor de algo no deseado, de algo desagradable que hay que soportar con resignación”. Respecto a la palabra integración, asegura que sólo lo acepta si se trata de un camino de dos direcciones, si se da el caso de que “sus semillas africanas también hacen su camino en Catalunya”.

Algo parecido afirma sobre la integración otra mujer que también vive en Catalunya y que es de origen africano: Remei Sipi. Del mismo modo que la Agnès Agboton, desconfía de la palabra integración ya que, según ella lo que se trata es de entender que la gente que llega a otro país lo hace con su “maleta llena” y que se ha de buscar dentro de las maletas aquellos elementos que conducen hacia la convivencia.

Catalunya es diversa; su realidad dista mucho del modelo esencialista de nación. Las personas de orígenes diferentes no se integran, pues, a ningún esquema identitario preconfigurado, sino que construyen desde sus propias vivencias. Barcelona es la ciudad que conocemos gracias a las personas que vinieron y que llegan hoy también para habitarla. Esto hace que Barcelona sea una ciudad compleja y que esta complejidad nos interpele constantemente en las calles, en las actividades cotidianas, en la política, en el trabajo, etc, recordándonos que tenemos mucho que aprender y para compartir con nuestros vecinos y vecinas.

Esta complejidad es la que reconocemos en la diversidad. Pero la interculturalidad constituye un paso más allá; requiere voluntad y es una apuesta política a desarrollar desde el activismo y desde las instituciones. Requiere poner en valor la práctica de las narrativas diversas y singulares que explican las experiencias de cada una de nosotras, y que se vierten en cada interpretación del mundo.

Si hablamos de mujeres catalanas de origen africano, debemos tener mucho cuidado de no hacer de sus vidas una historia única. Ya nos advirtió la Chimamanda Ngozi Adichie del peligro de la historia única que nos homogeneiza, nos difumina y desempodera.

Por lo tanto, lo que necesitamos es una escucha activa de las experiencias de las mujeres que viven en Catalunya y que son de origen africano, o de cualquier otro origen, evidentemente. Sobre todo, necesitamos poner en práctica todas las herramientas posibles para evitar que unas experiencias no borren otras y que cada una de las mujeres, cada una de nosotras, encontremos la manera de existir tal y como queremos, a través de nuestra voz y de nuestros cuerpos. Yo, como mujer feminista, creo que las herramientas más potentes y más empoderadores que tenemos al alcance son el reconocimiento mutuo, la curiosidad, la escucha activa y la sororidad. Y que todas estas nos hacen inmensamente fuertes.

“Barcelona es una ciudad diversa, pero aún no es una ciudad intercultural”. Mi amiga Lola López, Comisionada de Inmigración, Diversidad e Interculturalidad del Ayuntamiento, formuló la semana pasada esta frase provocándome una reflexión sobre el largo camino que nos queda para llegar a hacer de la diferencia de orígenes un valor primordial en nuestra sociedad.

Sus palabras me ayudaron a concretar algunas ideas en torno a las Jornadas de la Mujer Afrocatalana en las que he participado este fin de semana en Barcelona y que me han acercado a la memoria mujeres negras, sabías y destacadas por las aportaciones al feminismo con una mirada decolonial. Desde las instituciones, debemos recoger la crítica de muchas autoras que nos previenen del paternalismo, tanto a nivel de discurso como de acciones concretas, y especialmente huir del paternalismo bienintencionado en el que todas hemos caído en un momento u otro.