El hashtag #OnSónLesDones (dónde están las mujeres), que nació hace algún tiempo de manera casual y se usó en muchos tuits para hacer referencia a campos donde las mujeres eran minoría o inexistentes, ha acabado por convertirse en un grupo colaborativo de mujeres que analizan diariamente los medios y comprueban cuántas personas opinan en ellos, separándolas por sexo.
No sorprenderé a nadie si digo que los hombres dominan el panorama de manera abrumadora y que, en cambio, hay muy pocas mujeres. Es decir, que la prensa escrita, la radio y la televisión catalanas invisibilizan las voces femeninas. Si queréis saber de qué hablo, sólo tenéis que ir a twitter y buscar la etiqueta.
¿Quiere decir esto que nuestros “medias” son discriminatorios? ¡Qué va! Ya nos gustaría que sólo fuera eso; se limitan a reproducir el esquema que se da en cualquier terreno profesional. Pongamos la lupa, por ejemplo, sobre el mundo literario y observemos dónde van a parar los premios institucionales (datos del informe de 2015 elaborado por el Observatori Cultural de Gènere): los premios de la Crítica, desde 1972 en narrativa en catalán, sólo han premiado a cinco mujeres; el Premi d’Honor de las Lletres Catalanes desde el año 2000 hasta 2014 sólo ha galardonado a dos mujeres: Teresa Pàmies y Montserrat Abelló; y en cuanto al Premi Jaume Fuster dels Escriptors en Llengua Catalana, premio a toda la trayectoria, desde 2001 de un total de quince galardonados sólo lo han recibido cinco mujeres: Maria Antònia Oliver, Carme Riera, Montserrat Abelló, Maria Barbal e Isabel-Clara Simó.
Podríamos pensar que la cosa tiene que ver con las letras, con la comunicación, pero no es así.
Si analizamos cualquier otro ámbito, por ejemplo, el de la empresa (datos extraídos del informe de 2015 del Observatori Dona Empresa i Economia de la Cambra de Comerç), encontramos que, de entre las empresas catalanas con más de 250 trabajadores, sólo un 9,5% cumple con el 40% preceptivo de mujeres en los Consejos de Administración; y en las empresas con participación mayoritaria de la Generalitat las mujeres sólo llegan al 22%, muy lejos del 40% marcado por la ley.
Como podéis comprobar, la cuota masculina tiene mucho peso. Los hombres acostumbran a copar un 90% de los puestos. ¿Esto quiere decir que, como colectivo, lo hacen expresamente para tocarnos la moral? No necesariamente. Puede haber razones individuales que se repiten sistemáticamente de uno a otro por cuestiones culturales: la agenda de contactos de cada uno de ellos es esencialmente masculina; los argumentos que usan ellos les son más comunes que los que usan ellas; ellos son más visibles y cuando se piensa en alguien para cubrir una vacante se visualiza a un hombre; a ellas se las tiene por menos contundentes, menos entendidas, menos excelentes, más emotivas...
Por todas estas razones, considero que las cuotas son necesarias. Una cuota femenina no significa que una mujer tonta y poco preparada ocupará un puesto preeminente, sino que una mujer lista y preparada, a pesar de ser mujer, ocupará el lugar que le corresponde.
Y las cuotas no sólo las necesitamos las mujeres, sino también todos los colectivos que, debido a la estructura patriarcal de la sociedad, han quedado siempre relegados a la periferia del poder: el pueblo gitano, las personas con diversidad funcional, las personas LGTBI... La lista es larga. Y todavía queda mucho por hacer.
El hashtag #OnSónLesDones (dónde están las mujeres), que nació hace algún tiempo de manera casual y se usó en muchos tuits para hacer referencia a campos donde las mujeres eran minoría o inexistentes, ha acabado por convertirse en un grupo colaborativo de mujeres que analizan diariamente los medios y comprueban cuántas personas opinan en ellos, separándolas por sexo.
No sorprenderé a nadie si digo que los hombres dominan el panorama de manera abrumadora y que, en cambio, hay muy pocas mujeres. Es decir, que la prensa escrita, la radio y la televisión catalanas invisibilizan las voces femeninas. Si queréis saber de qué hablo, sólo tenéis que ir a twitter y buscar la etiqueta.