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Perder un ojo: un nuevo, largo y tortuoso camino

Clara Cots

Stop Bales de Goma —

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Cuando sufres una agresión como la de Ester Quintana, que ha perdido un ojo a causa de una bala de goma disparada por los Mossos d'Esquadra, un nuevo camino, largo y tortuoso, se abre ante ti, y no tienes más remedio que emprenderlo. Por un lado está el drama personal: perder un ojo es muy duro, el hecho de no ver genera dificultades en la cotidianidad y también miedo; miedo de no ver algo y hacerte más daño, miedo a que le pase algo al único ojo que te queda. Además, está todo el proceso de aceptación de tu nueva cara, habituarte a notar que te observan, a tener un objeto de plástico que intenta disimular lo que en realidad es evidente: allí no hay un ojo, que es el espejo del alma, lo primero que nos fijamos en una persona.

Pero lo más duro de todo es saber que lo que te ha pasado es fruto de una agresión violenta. Alguien te ha querido hacer daño y esto genera un trauma mucho mayor que si fuera un accidente. Y aún más grave: quién te ha infringido el daño es el cuerpo de seguridad del estado, legitimado por todos y que en principio debe garantizar la protección del ciudadano.

Este es el panorama en el que se encontraban varias personas cuando iniciamos nuestra labor con la asociación Stop Balas de Goma, en el año 2010. La policía había dejado ciegos de un ojo a cuatro chicos, el Gobierno se lavaba las manos completamente, la justicia brillaba por su ausencia y la opinión pública todavía iba a favor de los cuerpos antidisturbios. Y de hecho, muy poco ha cambiado desde entonces: el balance de víctimas ha aumentado y posiblemente -la única dato positivo- la opinión pública empieza a poner en duda la calidad y la legitimidad de la policía. El trabajo, sin embargo, no ha sido en vano.

Stop Balas de Goma hace varias reivindicaciones. La primera hace referencia a los derechos humanos: el uso de las balas de goma por parte de la policía antidisturbios debería estar totalmente prohibido por los daños que causa. Está demostrado que todos los proyectiles pueden causar heridas irreversibles. Las escopetas de bolas de goma son armas consideradas letales por la fuerza con la que salen disparados los proyectiles (a más de 700 km/h) y por ello no deberían utilizarse contra la población civil que se manifiesta bajo ningún concepto. Atenta contra el derecho de manifestación y el de libre circulación.

La segunda reivindicación es de carácter político: reclamamos que sea el poder ejecutivo y el legislativo, es decir, el Gobierno y el Parlamento, quien regule las leyes sobre los armamentos de la policía y los protocolos de actuación, y que vele porque estos se hagan cumplir. En estos momentos es la propia policía la que decide qué armas utilizará y con qué protocolos. Por lo tanto, actúa como un poder independiente; esto no es aceptable en un país democrático. Deben ser los políticos, elegidos por los ciudadanos, los que regulen todo lo referente a la policía, que es el cuerpo que debe garantizar la seguridad de la sociedad. De hecho, es el único cuerpo que puede utilizar la violencia legal y por lo tanto tiene una responsabilidad altísima, y ​​esta violencia debe utilizarse siempre de forma proporcionada y causando los menores daño posibles. Por ello, Stop Balas de Goma hizo una rueda de reuniones con todos los partidos políticos pidiéndoles que crearan una comisión de estudio específica sobre las balas de goma y las armas de la policía. Hizo también una comparecencia ante toda la comisión de Interior, con representantes de todos los partidos, para exponer las razones de la asociación. Pero esta comisión no se aprobó debido a la negación de CiU y la abstención del PP. Así, el poder político se ha negado a tomar la responsabilidad que le corresponde, dejando vía libre a la policía para hacer lo que considere más oportuno.

La tercera reivindicación es la falta de justicia: ninguno de los afectados ha encontrado el culpable del daño causado ni ha sido indemnizado. Esto quiere decir que las personas que hirieron a las víctimas todavía trabajan para la policía, todavía salen a la calle y por lo tanto pueden volver a obrar del mismo modo ya que nadie les ha juzgado.

La impunidad policial es pues el enésimo problema con que se encuentra el afectado por este tipo de agresiones: has perdido un ojo, tienes que aprender a convivir con esta discapacidad, aceptar tu nueva cara, digerir que el daño tiene el ha causado una persona que te ha querido agredir, y por último, esta agresión queda impune y avalada por el poder político.

Esta sensación de marginación es de las más duras que pasa la persona afectada por una bola de goma. Y esto sucede por diferentes causas: la primera, la imposibilidad de identificar al agresor, ya que no lleva el número de placa visible. La segunda, las dificultades que pone la policía para aportar las informaciones que los jueces requieren. La tercera, la lentitud del sistema judicial y el favoritismo a priori de éste para la defensa de la policía. Y por último, aunque se pudiera conocer la autoría del delito, aunque se declarara culpable, aunque los casos llegaran a su fin, entonces sí que interviene el poder político, como hemos visto últimamente en unas sentencias contra cuatro Mossos d’Esquadra. Interviene y indulta a la policía, sin dar más explicaciones. Así, el poder judicial sufre un intrusismo alarmante en una sociedad que se quiera considerar democrática.

¿Cómo afecta la vida política en la vida diaria de los ciudadanos? Cuando la policía te dispara y pierdes un ojo, lo descubres rápidamente: los Mossos quedan totalmente impunes. El poder político no toma su responsabilidad, modificando las leyes y haciéndolas cumplir, y por lo tanto dejan el cuerpo de la policía actuar como un cuarto poder. Los jueces no pueden encontrar a los responsables, se encuentran con todo tipo de trabas para conseguir los informes policiales y otras presiones, y aunque finalmente se dictaran sentencias condenatorias, allí sí que la política toma parte y indulta los agentes implicados.

Stop Balas de Goma nació para pedir que se retiraran las escopetas de balas de goma del arsenal de los Mossos d'Esquadra. Detrás, está todo este montón de razones y cada vez más víctimas: actualmente ocho personas han perdido un ojo en los últimos años, han tenido que extirpar el bazo a un chico, ha habido casos de afectaciones al corazón, costillas rotas y pulmones perforados, entre otros casos de diversa gravedad. Más allá de las balas de goma, cada día hay más casos de lesiones graves causadas con las porras. La violencia de los Mossos es evidente, el clamor contra las balas de goma es cada día más amplio, y estamos convencidos de que tarde o temprano nuestras demandas serán escuchadas.

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Cuando sufres una agresión como la de Ester Quintana, que ha perdido un ojo a causa de una bala de goma disparada por los Mossos d'Esquadra, un nuevo camino, largo y tortuoso, se abre ante ti, y no tienes más remedio que emprenderlo. Por un lado está el drama personal: perder un ojo es muy duro, el hecho de no ver genera dificultades en la cotidianidad y también miedo; miedo de no ver algo y hacerte más daño, miedo a que le pase algo al único ojo que te queda. Además, está todo el proceso de aceptación de tu nueva cara, habituarte a notar que te observan, a tener un objeto de plástico que intenta disimular lo que en realidad es evidente: allí no hay un ojo, que es el espejo del alma, lo primero que nos fijamos en una persona.