El pasado miércoles quedé con un amigo para ver el fútbol. Bajamos desde el metro de Alfons X y, poco a poco, fuimos adentrándonos en el barrio de Gràcia de Barcelona. Lo hicimos desde Pi i Margall, metiéndonos por una calle que nunca me había dicho nada, entre otras cosas porque se encuentra en una especie de limbo geográfico entre la avenida dedicada al presidente de la Primera República y la antigua villa de tradición menestral.
En realidad se trata del tramo final de la calle Sant Lluis, que hasta ese día siempre había enmarcado en el tramo que media entre Escorial y Torrijos. En ese breve trozo conclusivo se encuentra el número 84, una casa baja con balcón sin nada remarcable. Como antes de verla discutíamos sobre los cambios arquitectónicos de la zona paramos a observarla, reparando en una placa situada justo encima su puerta con la siguiente inscripción: Ministerio de Trabajo. Esta casa está acogida a los beneficios de la ley de paro de 25 de junio de 1935.
La placa es republicana. Pasaron las horas, el Barça cayó eliminado y en algún momento nos volvió el recuerdo de lo visto. ¿Cómo es que Franco no la quitó si hizo tabula rasa con todo el pasado contrario a sus ideas? ¿Sería una especie de excepción por un despiste? Me puse manos a la obra. Busqué sobre la ley de paro y empezaron a encajar las piezas. Durante el bienio negro hubo pocos ministros que pudieron realizar una labor digna. Uno de ellos fue Federico Salmón, Cedista que ocupó la cartera de trabajo, sanidad y previsión social en dos ocasiones entre mayo y diciembre de 1935, cuando se disolvieron las cortes antes de las elecciones que dieron la victoria al Frente Popular.
En junio de 1935 promulgó la ley de previsión contra el paro, que potenciaba la inversión pública al tiempo que impulsaba la construcción de viviendas económicas para paliar el desempleo. Asimismo pretendía favorecer la construcción de pisos de alquiler y conceder grandes beneficios fiscales a los privados y empresas que promovieran nuevos inmuebles para la clase media, lo que propició que se renovara el lenguaje arquitectónico. Estas casas, esparcidas un poco por toda Barcelona y Madrid, dieron pie al estilo Salmón, un racionalismo popular que, ya lo veremos más adelante, sin embargo no se ajustaba sólo a esta concepción.
La ciudad condal recibió un 2% de la cantidad destinada a la aplicación de la ley. Según un artículo de los profesores Remesar y Ríos se presentaron 628 solicitudes para la construcción de viviendas para la clase media. Estas debían incorporar una placa visible, la que vi junto a mi amigo, donde se expresara que surgieron como producto de la iniciativa del ministerio de trabajo.
La misma investigación ya mencionada deduce que se edificaron 123 bloques nuevos, la mayoría de ellos arriba de la Diagonal, aunque podemos encontrar obras fruto de la Ley Salmón en la Barceloneta, la Avinguda Gaudí, en Ciutat Vella, el Paralelo, el Guinardó y muchos otros barrios.
Muchas de estas casas responden a la voluntad de ennoblecer el espacio público mediante el estilo predominante de la época. En Catalunya el GATPAC, con Josep María Sert a la cabeza, ya había ayudado a modernizar los elementos arquitectónicos desde una clara vertiente social con la casa BLOC y otros proyectos como el dispensario Antituberculoso. La importancia de estas innovaciones hace que figuren en los manuales, no así las viviendas nacidas a raíz de la legislación radical-cedista, que siguieron construyéndose hasta 1939.
En muchos casos buscan la impronta racionalista, mientras en otros prosiguen con el Noucentisme imperante hasta finales de los años veinte. Por otra parte tengo la sensación que, de modo absolutamente loable, muchas veces los arquitectos adaptaban el estilo en función del existente en las zonas habilitadas, por eso la casa de la calle Sant Lluis 84 parece gracienca de toda la vida, sin nada remarcable, integrada a la normalidad de su dominio.
Para completar la búsqueda entré en el catastro municipal, comprobando que el edificio se construyó en 1936, dotándose de cinco pisos, tres en la primera planta y dos en la segunda, de entre 42 y 75 metros cuadrados.
Otros han detectado placas Salmón en la calle major de Sàrria, en los números 83 y 85. Son inmuebles mucho más ostentosos. Resulta que el franquismo, quizá por la impronta derechista del gobierno que impulsó la ley, reivindicada en 1941 por el temible, puro búnker, Girón de Velasco, por aquel entonces ministro de trabajo. Así pues la placa tiene el dudoso honor de ser la única republicana y franquista, al unísono.
Por este motivo debían ser retiradas dentro del desmantelamiento de todo rastro fascista en nuestra ciudad. Me parecerá bien, porque así lo contempla la ley de Memoria Histórica, aunque desde mi punto de vista, quitarlas para su conservación museística tiene luces y sombras. Tampoco pasaría nada si se quedaran en su sitio, son información en la misma calle, testigos de una realidad que completa el lugar donde se hallan porque son parte del mismo.
Por otra parte el descubrimiento me llevó al recuerdo de dos pequeñas villitas en un pasaje cercano a la Sagrada Familia. En el passatge Canadell, una mezcla heterogénea capaz de resumir el siglo XX, las dos casitas datan de 1936. Así lo indica su fachada. Lo curioso de estos detalles, mis queridas minucias significantes, es que justo antes de la guerra, pese al impacto de la crisis económica mundial y la inestabilidad política, se estaban dando pasos de gigante en materias esenciales, y no importaba si los que las activaban eran de izquierdas o derechas. Había una firme voluntad de resolver problemas y todas las viviendas de ese instante quebrado por los generales volaban hacia la consecución de un progreso para los más desfavorecidos, dignificados hasta en la estética, respetados desde una humanidad elemental que perdimos por el camino.