Después del debate de investidura de un presidente de gobierno y, por lo tanto, de los miembros del ejecutivo que deben dirigir políticamente un país, el debate más trascendental es el de presupuestos. Diseñar, discutir y aprobar unos presupuestos no es un trámite. Forma parte de lo que entendemos por democracia: la visualización de las diferentes propuestas políticas, la búsqueda de mayorías parlamentarias que sostienen un gobierno en minoría y las alternativas al gobierno que, en ese momento, tiene la responsabilidad máxima.
Sustraer este debate democrático y su posterior aprobación es el que ha hecho, por segunda vez, el gobierno de Artur Mas en Cataluña. Un gobierno que vive en una constante contradicción: por un lado, quiere hacer creer a los catalanes y las catalanas que trabajará activamente para que todos podamos ejercer el derecho democrático a decidir, pero que, por otra parte, y en lo que tiene competencias exclusivas para decidir, como es la aprobación de unos presupuestos, no las ejerce. Así pues, en tres años de gobierno Mas, hemos perdido más soberanía que en los años de la transición.
¿Por qué prorrogamos los presupuestos en Cataluña? Yo lo tengo claro: porque ERC no quiere quemarse en sede parlamentaria en el fuego de los recortes. CiU no ha sido capaz de arrancar un compromiso firme de Junqueras que pase por el aval de los recortes. Unos recortes que, vale decir, con la prórroga presupuestaria, son los recortes que CiU pactó con el PP en julio de 2011. Por tanto, el líder de ERC no ha querido salir, borroso y acartonado, en el resultado de ese segundo pacto del Majestic cuya foto Mas quiso evitar. Se vislumbra, pues, una falta de confianza entre las dos formaciones (CiU y ERC) que sostienen el gobierno.
¿Ha plantado cara a Mas a Rajoy con la prórroga presupuestaria? Todo lo contrario. Mas ha vuelto a arrodillarse ante Bruselas y ante Madrid. Prorrogar las cuentas de Cataluña para este año 2013, un momento en que era necesario un presupuesto más social que nunca debido a las profundas desigualdades que estamos viviendo en nuestro país, significa acatar el límite de déficit impuesto por Madrid. Lo que debe hacer un gobierno que, de verdad, pretende mantener un pulso como el que estamos manteniendo ante un objetivo de déficit cruel, injusto, intolerable y profundamente recentralizador, es desobedecer. En este punto, además, hay que hacer dos puntualizaciones importantes:
Primera. - CiU no puede hacer ahora el papel de la plañidera cuando aprobó la ley de estabilidad presupuestaria en el Congreso de la mano del PP que sirve para que, hoy, Cataluña y los catalanes nos asfixiamos socialmente en el 'déficit cero '. Aquel extremo donde las derechas, la española y la catalana, se conjuran para utilizar la crisis para avalar los recortes y, especialmente, el desmantelamiento de los servicios públicos mientras mantienen los privilegios a sus amigos.
Segunda. - ¿Alguien ve honestidad del gobierno de Mas y de sus socios 'de la libertad' cuando nos quieren vender como válido que no haremos unos presupuestos para que el déficit es del 1, 58%? Pero, en cambio, prorrogamos otros pactados con el PP diseñados con el 0,7% y, en 2014, tendremos que hacer unos nuevos con un objetivo del déficit del 1%. Todo ello, una tomadura de pelo que no se creen ni ellos mismos.
¿Había alternativa a la prórroga? ¡Y tanto que sí! La alternativa a esta prórroga presupuestaria pasaba por un ejercicio de soberanía real, y no de las de escaparate a las que nos tiene acostumbrados Mas. Y este ejercicio de soberanía era la desobediencia al gobierno del PP. Mas había que elegir entre obedecer los mandatos y las imposiciones de Madrid y de la troika o obedecer las necesidades de los miles de catalanes y catalanas más vulnerables que nunca. O, dicho de otro modo, Mas tenía que elegir entre desobedecer el mandato de Madrid o desobedecer las necesidades del pueblo. Y, como siempre, eligió el primo grande.
Ahora, se presenta como un presidente desacreditado y desautorizado. Desacreditado porque es consciente de que ya no es creíble para el conjunto de la ciudadanía dado que un presidente que no ha sido capaz de hacer frente Madrid en lo que más necesitaba Cataluña (unos presupuestos sociales, evidentemente), difícilmente hará frente cuando tengamos que defender el ejercicio del derecho democrático a decidir. Y desautorizado porque no es capaz de llegar a un acuerdo de estabilidad presupuestaria con el socio que le otorga su estabilidad parlamentaria. Es, pues, un presidente con los pies de barro ... además de embarrados, si se me permite, con casos como Palau, Pallerols, ITV, Crespo, etc.
¿Qué hubiera supuesto desobedecer el objetivo del déficit? Primeramente, hay que decir que lo que debería haber hecho, moralmente, el gobierno de Artur Mas, es poner sobre la mesa las principales necesidades sociales de la ciudadanía y, presupuestariamente, dar soluciones. Para hacer esto, obviamente, había un ejercicio de desobediencia: hacer unos presupuestos donde el objetivo del déficit fueran los 900.00 parados en Cataluña, los 50.000 niños que pasan hambre o las más de 25.000 familias desahuciadas en el país cada año.
Desobedecer el objetivo del déficit impuesto por el gobierno del PP hubiera tenido un doble objetivo: detener las políticas de recortes que nos están llevando hacia el abismo de la fractura social y demostrar a Madrid que somos capaces de hacerles frente ... en todo. Hay quien, para desacreditar esta posición de ICV de desobediencia al estado, afirma que es imposible este extremo dado que dependemos del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para financiar nuestro déficit. Pero, yo pregunto, ¿de verdad piensan que el gobierno del PP dejará caer Cataluña? ¿De verdad alguien piensa que Madrid se puede permitir que la mayor economía del estado caiga en quiebra técnica? De verdad no son conscientes de que, si eso ocurriera, el primer interesado en resolver la situación, especialmente de cara a los principales mercados internacionales, sería el gobierno de Rajoy. Creo, honestamente, que nos vuelven a engañar.
¿Qué salida nos queda ahora? Pues cada vez la salida es más clara y más necesaria que nunca. Construir una alternativa unitaria de las izquierdas plurales (políticas, sociales y sindicales) de Cataluña sostenida en tres ejes: el eje de detener la política de austeridad imperante en el sur de Europa que asfixia a los más vulnerables, el eje de la defensa de todos los derechos (evidentemente, también, del derecho a la autodeterminación de los pueblos) y el eje de la constitución de una democracia más participativa, sin corrupción y con la eliminación de los privilegios. Todo lo que no sea eso, será volver a la política del pájaro en mano que tanto gusta la burguesía catalana.
Después del debate de investidura de un presidente de gobierno y, por lo tanto, de los miembros del ejecutivo que deben dirigir políticamente un país, el debate más trascendental es el de presupuestos. Diseñar, discutir y aprobar unos presupuestos no es un trámite. Forma parte de lo que entendemos por democracia: la visualización de las diferentes propuestas políticas, la búsqueda de mayorías parlamentarias que sostienen un gobierno en minoría y las alternativas al gobierno que, en ese momento, tiene la responsabilidad máxima.
Sustraer este debate democrático y su posterior aprobación es el que ha hecho, por segunda vez, el gobierno de Artur Mas en Cataluña. Un gobierno que vive en una constante contradicción: por un lado, quiere hacer creer a los catalanes y las catalanas que trabajará activamente para que todos podamos ejercer el derecho democrático a decidir, pero que, por otra parte, y en lo que tiene competencias exclusivas para decidir, como es la aprobación de unos presupuestos, no las ejerce. Así pues, en tres años de gobierno Mas, hemos perdido más soberanía que en los años de la transición.