Josep Manel Busqueta escribe en L’Hora dels Voltors que para salir de la crisis hace falta conjugar tres verbos: criticar, resistir y construir.
Criticar es rápido. Catalunya, cuarto trimestre del 2016, tasa de paro juvenil: 32,28%. Último informe del Síndic de Greuges sobre malnutrición infantil de agosto del 2016: 50.000 casos de malnutrición y 750 casos de desnutrición. Tasa de riesgo de pobreza en el trabajo del año 2015: 11,2%. Beneficio del Ibex 35 del año 2016: 30.000M€ (incremento del 68% en relación al 2015). Dibujo aterrador.
Herencia de los recortes que han acompañado las políticas de austeridad, consecuencias de una economía ahogada por deudas ajenas, cifras de un modelo de sociedad donde el mercado es el dueño de las vidas de la gente. Y la pobreza como rostro de una sociedad rota por la crisis. Y un marco autonómico que no permite subvertir límites de déficit que marca una Troika vestida de negro, más preocupada por los beneficios de las corporaciones que por la miseria. ¿Y no quieres caldo? Pues dos tazas: aprobación del CETA y todavía menos soberanía popular y más margen a favor del capital financiero.
Resistir se complica más. Pero hay esperanza(s). La ILP de la Renta Garantizada de Ciudadanía impulsada por 121.000 personas es una pista en este sentido y apuesta por la transferencia redistributiva a favor de los sectores más empobrecidos. Pero de la propuesta inicial de la Comisión Promotora a la que se está negociando actualmente en el Parlament hay un abismo.
De la idea inicial de una renda incondicional para todas las personas regularizadas que estén bajo el umbral de la pobreza, de matriz individual y de aplicación inmediata; a un modelo de dos tramos vinculados a la inserción laboral que penaliza si no se encuentra trabajo en una sociedad con paro estructural, con un período de transitoriedad de unos tres años mínimo, de matriz familiar y con un sistema de proporcionalidad según personas a cargo. Y a pesar de la diferencia con la propuesta inicial, la tenacidad de una Comisión Promotora que trabaja incansablemente para conseguir algún resultado que pueda llamarse Renda Ciudadana Garantizada bajo un esquema de precariedad y exclusión cronificada.
Y en discusión con el gobierno dos obstáculos complejos para un acuerdo con la Comisión Promotora: la complementariedad con las rentas del trabajo y la transitoriedad en la aplicación. En clave de complementariedad, la tesis del gobierno es que si la Renta es complementaria a las rentas del trabajo que están por debajo del umbral de la pobreza, el erario público asumirá parte del sueldo que debería ir a cargo de las empresas contribuyendo a la perpetuación de la precariedad laboral. Por otro lado, si no es complementaria, es un mecanismo de defensa del trabajo digno y de mejora de las condiciones laborales.
Un callejón sin salida. Para la Comisión Promotora una Renta Garantizada de Ciudadanía sin complementariedad supone que la gente deberá recorrer a la economía informal para poder cobrar la Renta –664 € al mes– y sobrevivir a la vez. CCOO presentaba un estudio el setiembre pasado donde alertaba del fenómeno de trabajar para continuar siendo pobre y ponía rostro al 11,2% de la tasa de pobreza en el trabajo: en Catalunya hay 343.500 personas que cobran un salario anual que no supera los 9.667€ –cifra que excluye el ejército de invisibles.
Y la complementariedad es, sin duda, una forma escondida de subvencionar el trabajo precario. Pero las tasas de paro, un mercado laboral altamente precarizado y el infinito ejército de reserva de parte de nuestro pequeño país –mujeres y jóvenes a la cabeza– hacen que la ecuación no se pueda valorar de manera aislada.
Asumir la complementariedad de la renta es una propuesta de mínimos. Pero la situación es límite y la pobreza, tal como exponía uno de los últimos estudios de la revista médica The Lancet, es factor de morbilidad y mortalidad prematura en todo el mundo.
En clave de transitoriedad la tesis del gobierno es económica: el gobierno no puede (quiere) asumir la implementación de la Renda Ciudadana Garantizada con tan poco tiempo y comprometer presupuestos futuros. Pero la pobreza no puede esperar en una economía endeudada, asediada por el crecimiento ilimitado y dinamitada por la cultura de la codicia, priorice a las personas.
La Renta Garantizada de Ciudadanía no soluciona la desigualdad, pero supone un paliativo a las condiciones materiales de existencia de la gente en Catalunya. Y para plantar batalla a la desigualdad hace falta ir bastante más allá de la complementariedad y ubicarnos en un debate de modelo. Empecemos a conjugar el verbo construir.
Renda Básica de las Iguales. Socialización de la riqueza producida colectivamente y secuestrada a manos de unas pocas. La vieja proclama de techo, pan y trabajo de los zapatistas que vuelve en forma de marchas de la dignidad. Y la dignidad es el motor de la resistencia y debe ser un elemento fundamental del proyecto político a construir: la República de las iguales.
Josep Manel Busqueta escribe en L’Hora dels Voltors que para salir de la crisis hace falta conjugar tres verbos: criticar, resistir y construir.
Criticar es rápido. Catalunya, cuarto trimestre del 2016, tasa de paro juvenil: 32,28%. Último informe del Síndic de Greuges sobre malnutrición infantil de agosto del 2016: 50.000 casos de malnutrición y 750 casos de desnutrición. Tasa de riesgo de pobreza en el trabajo del año 2015: 11,2%. Beneficio del Ibex 35 del año 2016: 30.000M€ (incremento del 68% en relación al 2015). Dibujo aterrador.