El informe divulgado esta semana por la Organización Mundial de la Salud resulta más contundente que nunca: una de cada ocho muertes es atribuible a la mala calidad del aire y la cifra duplica las de 2008. El fenómeno se agudiza en las megalópolis del tercer mundo, pero eso no significa que las ciudades europeas escapen. En París el último pico de polución y la prohibición parcial de circular en coche ha influido en los resultados de las elecciones municipales a favor de los partidos ecologistas.
En Barcelona y su área metropolitana la Generalitat ha activado seis veces en los últimos tres años el protocolo de contaminación excesiva en períodos anticiclónicos sin viento, un protocolo más protocolario que otra cosa. Uno de los consejos de Protección Civil en esos casos ha sido que los ciudadanos reduzcan su tiempo de permanencia al aire libre...
Barcelona lleva doce años superando los límites marcados por la Unión Europea en este terreno y la Generalitat sigue pidiendo moratorias a Bruselas para aplicar la ley, mientras reconoce inevitablemente que el grado de contaminación atmosférica aumenta las admisiones en los hospitales. Tras la marcha de las industrias pesadas de las ciudades, la principal fuente de contaminación es actualmente la intensidad del tránsito motorizado más concretamente mal motorizado. Las autoridades responsables, perfectamente informadas, dejan pasar el tiempo con medidas insuficientes para no indisponerse con los hábitos circulatorios del electorado y con la industria automovilística.
Los ciudadanos de Barcelona nos vemos sometidos de modo de sistemático a los gases tóxicos procedentes de los tubos de escape por encima del umbral de 40 microgramos per metro cúbico de aire que establece la ley europea, de obligado y transgredido cumplimiento. La media anual barcelonesa es de 50 microgramos, con puntas bastante más elevadas en determinados momentos.
El gobierno español ha sido denunciado por la Comisión Europea por incumplir esta ley en Barcelona y Madrid desde 2005. La Generalitat ha solicitado moratorias, en vez de adoptar medidas eficaces para respetarla. El plan de descontaminación del área de Barcelona fue aprobado por el Consell Executiu de la Generalitat el 10 de julio de 2007, con 73 acciones a aplicar antes de 2010, papel mojado que no se ha mostrado a la altura de las necesidades.
El municipio de Barcelona tiene la mitad de vehículos matriculados que Madrid, aunque su densidad de vehículos per km2 sea el triple que en la capital de España, al sumarse obviamente los del área metropolitana o “Barcelona real”. El 56 % de los vehículos barceloneses son actualmente diesel, más contaminantes. El tráfico provoca el 45 % de la contaminación, la industria y el puerto el 30 % y las obras públicas el 15 %, entre otras fuentes menores.
Un trabajo encargado por los departamentos de Medio Ambiente y de Salud de la Generalitat al Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) estima que este tipo de contaminación causa 3.500 muertes evitables cada año en Barcelona. Dicho de otro modo, si se redujera el nivel de 50 microgramos a los 40 permitidos como máximo por la ley europea, se evitarían 1.200 muertes al año. Si se redujera a 20 microgramos, como recomienda la Organización Mundial de la Salud, se evitarían 3.500.
El respeto de la ley aumentaría la esperanza de vida de los barceloneses en 14 meses de media, se evitarían 5.100 casos anuales de bronquitis crónica en adultos, 31.100 de bronquitis agudas en niños y 54.000 crisis asmáticas, sin hablar de otras incidencias cardiovasculares. La falta de cumplimiento de la ley en materia de descontaminación atmosférica supone cuatro muertes humanas al día en Barcelona, la octava ciudad del mundo y la tercera europea más afectada, después de Praga y Bucarest, según el Air Quality Guidelines publicado per la OMS.
El ministerio español de Agricultura y Medio Ambiente ha calculado que la contaminación atmosférica causó 16.000 muertes prematuras en España el año 2009, seis veces más que los accidentes de tránsito.
La consigna “No me fumes” debería aplicarse igualmente al parque automotor y a los combustibles, estrechamente controlados en tantos otros aspectos por la administración pública y sobre los que percibe jugosos impuestos. Fumadores pasivos o inhaladores activos lo somos todos, y no necesariamente de tabaco. Los fumadores de tabaco se han mostrado muchas veces más respetuosos de la ley que el propio legislador.
El informe divulgado esta semana por la Organización Mundial de la Salud resulta más contundente que nunca: una de cada ocho muertes es atribuible a la mala calidad del aire y la cifra duplica las de 2008. El fenómeno se agudiza en las megalópolis del tercer mundo, pero eso no significa que las ciudades europeas escapen. En París el último pico de polución y la prohibición parcial de circular en coche ha influido en los resultados de las elecciones municipales a favor de los partidos ecologistas.
En Barcelona y su área metropolitana la Generalitat ha activado seis veces en los últimos tres años el protocolo de contaminación excesiva en períodos anticiclónicos sin viento, un protocolo más protocolario que otra cosa. Uno de los consejos de Protección Civil en esos casos ha sido que los ciudadanos reduzcan su tiempo de permanencia al aire libre...