Llegir versió en català
En el momento de anunciarse el miércoles por la tarde el nombre del nuevo papa, me encontraba desconectado de aquel mundo e inmerso en la música en vivo, gracias a un concierto del joven guitarrista y compositor del nuevo folklore argentino Guillermo Rizzotto en el bar Mediterráneo de la calle Balmes barcelonesa, presentado por Mayte Martín. La calidad del concierto constituyó para mi una riquísima experiencia espiritual, por no decir religiosa, como cualquier manifestación afortunada de la creatividad humana. Ninguna religión convencional, tampoco la católica, tiene el monopolio de la espiritualidad, de la conexión de las persones con el alma de las cosas y los sentimientos. Una vez regresado a casa me puse al corriente de la elección papal, la cual me impresionó menos que lo que acababa de escuchar en el concierto y todavía me acompaña. Durante las horas siguientes me llamó la atención que las piezas de Guillermo Rizzotto habían quedado grabadas en mi espíritu de modo más sensible, rico y estimulante que la noticia papal. Guillermo Rizzotto dedicó algunas de sus composiciones a maestros latinoamericanos como el peruano Raúl García Zárate, el uruguayo Eduardo Mateo y los argentinos Atahualpa Yupanqui o Eduardo Falú. Confieso que al dejar resonar la última nota de su “Milonga de la espera”, se me escapó un incontenible “bravo!”.
El concierto se titulaba “El sentido del paisaje”. En el texto de presentación, Mayte Martín escribió: “Este bellísimo trabajo que Guillermo nos presenta es el feliz ejemplo de lo que resulta cuando las raíces nos dan alas, cuando honramos tanto lo que fue que no le tenemos miedo a lo desconocido. Es de una belleza embriagadora, de una delicadeza que corta la respiración y de una desnudez que sobrecoge. Silencio tras silencio y nota tras nota, va creando una atmósfera que irradia paz y reconcilia con el frío gris de la tarde o con el frío gris de uno mismo. El tiempo deja de existir y cada nueva frase es más bella que la anterior. Cuando te das cuenta, la tarde se ha hecho noche y no queda más que agradecer de nuevo al dios propio que existan almas capaces de sentir y expresar cosas tan bellas”.
En efecto, como decía al principio, escuchar en vivo al guitarrista argentino Guillermo Rizzotto, en el mismo instante de la elección del papa argentino, fue una experiencia del alma, por no decir una experiencia religiosa, dado el desgaste del calificativo.
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En el momento de anunciarse el miércoles por la tarde el nombre del nuevo papa, me encontraba desconectado de aquel mundo e inmerso en la música en vivo, gracias a un concierto del joven guitarrista y compositor del nuevo folklore argentino Guillermo Rizzotto en el bar Mediterráneo de la calle Balmes barcelonesa, presentado por Mayte Martín. La calidad del concierto constituyó para mi una riquísima experiencia espiritual, por no decir religiosa, como cualquier manifestación afortunada de la creatividad humana. Ninguna religión convencional, tampoco la católica, tiene el monopolio de la espiritualidad, de la conexión de las persones con el alma de las cosas y los sentimientos. Una vez regresado a casa me puse al corriente de la elección papal, la cual me impresionó menos que lo que acababa de escuchar en el concierto y todavía me acompaña. Durante las horas siguientes me llamó la atención que las piezas de Guillermo Rizzotto habían quedado grabadas en mi espíritu de modo más sensible, rico y estimulante que la noticia papal. Guillermo Rizzotto dedicó algunas de sus composiciones a maestros latinoamericanos como el peruano Raúl García Zárate, el uruguayo Eduardo Mateo y los argentinos Atahualpa Yupanqui o Eduardo Falú. Confieso que al dejar resonar la última nota de su “Milonga de la espera”, se me escapó un incontenible “bravo!”.