Pere Godoy: “La situación en Lleida será complicada durante varias semanas, y es el ejemplo de lo que puede pasar en otras zonas”

Belén Remacha

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Lleida ha sido el primer territorio de España en comprobar que era cierto lo que los epidemiólogos llevaban alertando meses: el SARS-CoV-2 no se ha ido ni se irá hasta que no esté controlado con una vacuna, un rebrote puede ocurrir en cualquier momento y el calor del verano no lo disipa. A la situación de los habitantes de la comarca del Segrià –cuyos movimientos ya están limitados y para los que la Generalitat sigue planteando un nuevo confinamiento– le ha seguido la del área metropolitana de Barcelona y la de varias partes de Aragón. Hablamos con Pere Godoy, responsable del servicio de vigilancia epidemiológica y respuesta a emergencias de Salud Pública de Lleida y también presidente de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).

¿Cuál es la situación en Lleida? Ayer vimos una reducción de hospitalizaciones, ¿debemos coger estos datos con prudencia?

Sí. Hay que mirar esos datos con cuentagotas y sabiendo que son muy provisionales. En Lleida estamos en una situación complicada y creo que lo seguiremos estando durante varias semanas.

¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué ha explotado un brote así, tan pronto?

Básicamente, el estudio de seroprevalencia del Ministerio, publicado hace 10 días, decía que para las comarcas de Lleida el virus había infectado al 2,9% de la población. Eso es un porcentaje muy bajo, más bajo incluso que el del conjunto del estado –la media de España era del 5%–, aunque similar a casi cualquier otro punto de Catalunya.

En la tercera semana del mes de junio comenzó la campaña de la recogida de la fruta, como cada año. Implica la recogida pero también el embalaje, la exportación… son 30.000 temporeros los que vienen. Han ido fundamentalmente a municipios relativamente pequeños, de unos 2.000 habitantes, como Torres de Segre o Seros. Para hacerse una idea, cada verano con ellos la población se multiplica hasta los 8.000 aproximadamente. Son trabajadores que se concentran en unas 15 ó 20 empresas de la zona, entre 300 y 400 en cada una, jornadas de 10 y 12 horas, en puestos de trabajo muy próximos. En esas circunstancias, incluso aunque se lleve mascarilla, no se puede evitar el contagio. Además, como son poblaciones temporales, sus viviendas son muy precarias: pisos alquilados de 40 metros cuadrados donde viven varias personas. Si se produce una transmisión en la empresa, va a la familia. En el barrio de Pedralbes de Barcelona igual una persona infecta a otra en su domicilio y quizá esta a una tercera o cuarta, no más. En el caso de los temporeros, la primera generación, si convive con 10 personas, lo transmite a 10; la segunda a otras 10, tenemos 100. En la tercera tenemos 1.000 casos.

A todo esto se le añade que los centros de Atención Primaria y de epidemiología han estado claramente desbordados, con todo el mundo trabajando intensamente. Hemos llegado a un punto en el que seguir cada caso y cada brote es complicadísimo. Así que se han juntado varios factores: había una transmisión de base que nunca se ha ido; población masivamente susceptible, incluidos los temporeros; y desborde. Se ha traducido en una transmisión exponencial, desde el 25 de junio aproximadamente, desde Sant Joan, hasta ahora. En prácticamente dos semanas hemos llegado a unos niveles altísimos de transmisión. La situación es complicada. A partir de ahora el objetivo es bajar ese nivel de transmisión. Tiene que bajar bastante.

¿Se esperaban que pasase tan pronto, apenas unas semanas después del fin del estado de alarma?

Lo del Segria tiene que servir de ejemplo de lo que puede pasar. Mira que lo habíamos dicho. Si la gente masivamente es susceptible, en el momento en el que se acabase el estado de alarma y volviese la actividad económica y social el riesgo era importante. Aquí se le añadía las condiciones de esas cuantas empresas de las que hablamos y ya teníamos todos los ingredientes. Pero puede pasar igual en cualquier otro punto con otras circunstancias.

¿La mayoría de la gente diagnosticada sigue siendo asintomática? ¿Cuál es el porcentaje?

Mayoritariamente sigue siendo asintomática o subclínica, sí. No sé decir porcentaje actual, pero ha pasado que hagamos cribados en empresas, haya 70 positivos, y los 70 asintomáticos. Eso no es raro que pase. Pero aunque ese porcentaje sea elevado, siempre acaba llegando la cadena de transmisión a los grupos de riesgo, a las residencias y a los ingresos hospitalarios, y entonces todo se complica. Cuando hay transmisión masiva es casi imposible que no afecte a personas vulnerables o que no llegue a las residencias por una u otra vía. Eso es lo que tenemos que evitar.  Hasta que no se reduzca el nivel de transmisión, lo pasaremos mal. 

¿Qué se puede hacer para reducir el riesgo de colectivos como el de los temporeros?

El coronavirus se transmite por contacto y a través de las gotas. Esto es una experiencia que demuestra dónde hay riesgo, y toda la sociedad, incluida la industria, tienen que ir de forma decidida hacia un modelo en el que el riesgo de transmisión sea bajo en centros nodales como los que han demostrado serlo. Con los temporeros, igual hay que reducir el número de trabajadores y también de producción. Puede ser doloroso en términos de rentabilidad, pero más doloroso será incluso desde la rentabilidad tener que confinar o cerrar la empresa.

La COVID-19 ha puesto de manifiesto las desigualdades sociales. La actividad económica de la fruta da de comer a muchas familias a las que tenemos que cuidar, pero en condiciones de seguridad para todos. Para ellos, y también para la industria y el conjunto de la población. Se tienen que asegurar las condiciones de sus viviendas especialmente, que reduzcan el riesgo de transmisión. De cara al futuro esto tiene que ser un aprendizaje y aplicarse no solo en Lleida, sino en todos sitios.

¿Ha habido carencia de rastreadores?

Está en proceso de corrección. Aquí quiero decir que hablar de rastreadores lo veo inapropiado, me parece un error utilizar esa figura. Estamos hablando de que los servicios sanitarios ordinarios deben continuar, hacer estudios de contacto y detectar. Lo que se tendría que haber hecho concretamente era reforzar en epidemiología y atención primaria con los técnicos adecuados, especializados y dirigidos a estos servicios. Y realmente ha habido recursos insuficientes, aquí en Lleida y en todos sitios. Con la alta incidencia y transmisión vamos a necesitar un número altísimo de estos profesionales, se va a ver también en otros sitios. Había que hacer previsiones y cálculos para hacer el estudio de contactos de manera adecuada.

¿En qué se diferencia la situación de Barcelona y su área metropolitana y la de Lleida?

En Barcelona están ahora en plena subida de casos. Yo creo que quizá al terminar el estado de alarma no se explicó bien que somos susceptibles. Desde febrero sabemos que este virus es muy complicado y hay transmisión silenciosa muy importante, que se produce sin que lleguen enfermos al sistema sanitario y sin que nos demos cuenta, y que nunca ha dejado de haberla. Si se le da esa oportunidad con agrupaciones de personas, con la actividad económica… pasa esto. Lo de Barcelona es muy parecido, aunque con matices: parece que ahí los centros principales de transmisión han sido fiestas, combinado a que puede haber llegado a residencias de ancianos. Pero todo es conclusión de la reactivación de la vida económica y social y de susceptibilidad masiva. Se van a producir brotes todo el rato y en algún caso habrá transmisión comunitaria. Es igual también en Aragón. Si se le da la oportunidad al virus, se expande. Tenemos que asumir que la transmisión no ha desaparecido en España, ni en Europa, hay sobre todo transmisión silenciosa, pero la hay.

Dice que van a ser semanas complicadas en Lleida, ¿de cuánto tiempo estamos hablando? ¿Lo seguimos midiendo en periodos de incubación?

Sí. Van a ser periodos de incubación. Es complicado por la fatiga social, somos conscientes de que no se pueden aplicar medidas restrictivas como el confinamiento en interior de domicilios como se hizo en el mes de marzo. Por eso ahora se están aplicando medidas de confinamiento perimetral. Se evita la movilidad entre comarcas. Me parece muy bien incluso desde el punto de vista ético y social, es positivo, se evita que se exporten casos. Pero para evitar la transmisión interna no es del todo efectivo. Se toman otras acciones, con los bares, reducir los grupos… pero no es tan efectivo, intenso y potente como el estado de alarma y el confinamiento. Por lo que el impacto es más lento. Pero es que somos conscientes de que lógicamente no es lo mismo encerrar a la gente en casa en marzo que ahora con el calor, fatigada, con ganas de socializar tras tantos meses… es complicado, pero hay que mantener la distancia social.