Cuando se le pide una definición personal explica que “ser catalana no es lo más importante que me ha pasado en la vida y no es garantía suficiente para hacer un buen trabajo”. Dice que quiere mucho a Catalunya pero que no se siente nacionalista y considera una vergüenza utilizar el hecho de ser catalán o de ser español para hacer política. Que no tiene ninguna afición a las patrias y que no quiere nadie le diga qué tiene que hacer. Lo explicó ya en uno de los muchos libros que ha escrito a lo largo de una intensa trayectoria profesional, que, entre otros despachos, la llevó a la dirección de la agencia EFE en Catalunya.
Margarita Rivière es una periodista que vivió de cerca las dificultades para informar objetivamente durante los años de pujolismo, bautizados como “dictadura blanca”. Sufrió censuras e insultos. Entre estos insultos recuerda los que le dedicó el activista nacionalista Miquel Sellarès a través del confidencial convergente “Noticia de Cataluña”, de los que, curiosamente, la defendió una revista ultranacionalista, El Llamp. Cuando estalló el caso Banca Catalana trabajaba en El Periódico de Catalunya.
¿Qué pensó cuando supo que Jordi Pujol, responsable de muchas de las presiones y problemas que sufrió usted como periodista, confesó que ha tenido dinero escondido en el extranjero durante 34 años?
Me extrañó mucho que lo dijera, que confesara algo malo. Me extrañó menos cuando vi la forma. Pensé que era un acto de soberbia sublime. Pedía perdón porque había actuado mal, intentaba justificarse y nos pedía que fuéramos buena gente y lo perdonásemos. En el Parlament, en su comparecencia, volvió el Pujol que conocimos los periodistas de aquella época. Abroncó a los diputados. Sentí vergüenza. Y fue otro acto de soberbia. Este hombre es soberbio. Es muy inteligente, habla muchos idiomas, sabe maniobrar, tiene una memoria fantástica, pero es soberbio. Mala cosa para un político, que deben ser humildes.
¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Reinterpretar nuestra historia?
Sí, habría que reinterpretarla. Volver a mirar qué nos ha pasado, qué hemos hecho y por qué no nos hemos enterado de nada. Y los periodistas tenemos un trabajo absolutamente fundamental. No quiero ningún tipo de protagonismo pero a mí Enrique Arias Vega, director de El Periódico de Catalunya, donde yo tenía una sección diaria que se llamaba “La burbuja” cuando se produjo todo el tema de Banca Catalana, me prohibió hablar de él. Hay que entender que había intereses empresariales. Ante un señor como Pujol, de quien dependían algunos ingresos publicitarios... No era la primera vez que me pasaba. Ya me pasó muchos años antes, en 1973, con El Corte Inglés en el Diario de Barcelona. Y El Corte Inglés entonces no es el de ahora. No pude publicar una información muy sencilla de una chapuza que habían hecho.
Carlos Jiménez Villarejo ha explicado muy bien que salir sin un rasguño de Banca Catalana le dio a Pujol una impunidad absoluta. Mena lo ha corroborado.
¿Cómo reaccionó?
En mi caso sólo podía hacer una cosa: guardarme mis opiniones. Publiqué un articulito en el otro lugar donde escribía, la revista El Món, donde defendía a los ocho magistrados que no apoyaron que Pujol no rindiera cuentas ante la Justicia. Había una omertà con Jiménez Villarejo y Mena y contra los que no habían pasado por el aro del señor Piqué Vidal, que era uno de los abogados de Jordi Pujol. Años después, Piqué Vidal pasó por la cárcel. En mis años en la agencia EFE intenté probar -pero no lo conseguí nunca- que la Audiencia había sido, de alguna manera, convenientemente satisfecha en cierto tipo de necesidades por una de las partes. Nunca se pudo probar periodísticamente.
Ahora habría que saber la verdad de la herencia de Pujol, de donde sale el dinero y una serie de cuestiones que todos sospechamos en ese momento pero que no podíamos expresarlo. Yo lo hice en El Món y Arias Vega me dijo que me había equivocado. Y era un artículo de colegio de monjas que ahora nos haría reír, pero en ese momento era el colmo de la crítica a Pujol. Los periodistas lo que detectábamos era la gente que hablaba “por boca de”. Yo tenía unas fuentes y escuchaba determinadas expresiones que luego me las repetían mis jefes del diario. Y salían de Lluís Prenafeta, el secretario general de la Presidencia.
Ahora se ha difundido la idea de que todo el mundo lo sabía...
A mí me sorprendió. Es la primera vez que he visto a Pujol autoinculparse. Me han comentado que lo hizo aconsejado por unos abogados que ya no tiene. Creo que se ha equivocado porque ha confirmado algo él solo. Ahora le podemos llamar defraudador, lo que antes no hubiéramos podido hacer, porque él mismo se ha delatado. ¿Porque lo ha hecho? Caben todo tipo de especulaciones. Dejémoslas para los que especulan y los periodistas jóvenes que tienen mucho que investigar. Yo ya estoy fuera de circulación y, por suerte, no es trabajo mío.
¿Qué decir de los periodistas que a lo largo de estos años han vivido al calor del pujolismo?
A los que no vivíamos de ese calor nos ponían verdes y nos desacreditaban en confidenciales pagados por Convergència. Por ejemplo, para desacreditar mi independencia, decían que era del PSOE. Miquel Sellarès, fundador de la Asamblea Nacional Catalana y personaje de larga historia que siempre ha vivido del presupuesto público, dirigía estos confidenciales. En una revista de Euskadi escribió un artículo donde a Enric Bastardes, Ernest Udina y a mí nos calificaba de “fascistas blancos”. Demencial. Sellarès, mano derecha de Pujol desde el comienzo, fue fundador de la Escuela de Policía, los Mossos d'Esquadra e, incluso, jefe de una especie de servicio secreto de la Generalitat, que se conocía como “los mortadelos”.
Me puso tan verde Sellarés que tuvo que salir en mi defensa un medio radical-nacionalista, El Llamp, que en 1987 ya utilizó un titular profético: “Catalunya, un estado dentro de Europa”. Criticaron desde el anonimato y la falta de respeto a profesionales solventes. Se dice pronto. Había una guerra de confidenciales, la mayoría de los cuales venían de la parte nacionalista, que eran los que tenían dinero y desacreditaban a los periodistas que no controlaban.
Jordi Pujol estuvo 23 años siendo presidente de la Generalitat sabiendo que tenía dinero escondido en el extranjero.
Yo no tenía nada personal contra los nacionalistas. Respetaba aunque no compartía que hubiera gente que tenía el nacionalismo como ideología. ¡Cómo no tenía que respetarlo en un país plural! Lo que era terrible es que si no estabas con ellos, estabas contra ellos. No se podía aguantar. Y a los que nos atrevíamos a distanciarnos, nos la tenían jurada. Yo tuve problemas de todo tipo. El primero que me llevó a la radio en catalán fue Josep Cuní, porque tiene criterio propio y se lo agradezco mucho.
La mayor parte de los periodistas que se beneficiaron del pujolismo están muy bien situados ahora, en la nueva situación política que vive Catalunya.
Todo el respeto que me merecen las ideologías no me lo merecen los oportunistas y esta profesión está llena de ellos. Nos hemos equivocado mucho como colectivo no educando bien a la gente en ética. Pero tampoco tenemos tanta culpabilidad. Yo soy fundadora de El Periódico y sé cómo determinada generación nos esforzamos para que hubiera empresarios decentes en el mundo de la prensa. ¡Y mira como estamos! Ahora los diarios los controlan los bancos, como explica muy bien Pere Rusiñol en su libro Papel mojado.
Si cuando estalló el caso Banca Catalana Jordi Pujol hubiera dimitido, ¿qué habría pasado?
Habríamos creído todos un poco más en la democracia. Lluís Foix escribió hace unos días en El Ciervo que “en un verano de los años noventa le comenté a Pujol que se decía por Barcelona que su hijo Jordi cobraba comisiones. Me razonó que todo el mundo lo hacía pero que su hijo lo hacía mucho mejor, más rápido y con mejores resultados”. Es muy interesante. Es otra autoinculpación.
Ha pasado lo que ha pasado. Me da igual. Y ha pasado por culpa, un poco, de haber confiado en una clase política que se merecía nuestra confianza como ciudadanos. Habíamos pasado del franquismo a una democracia y deseábamos que la clase política fuera demócrata. Todo se aprende en la vida. Me doy cuenta ahora que soy mayor. A veces, cuando eres joven, eres ingenuo por falta de saber que el ser humano tiene unas debilidades inconfesables. De Pujol nadie lo pensaba, pero ha pasado.
Habríamos deseado que nuestros políticos fuesen honestos, pero resulta que muchos de ellos no lo han sido. Con lo cual, los que lo han sido pasan desapercibidos. Aquí tenemos nuestro papel los medios de comunicación, a los que sólo interesa el conflicto. Siempre digo que si las mujeres hubiéramos dirigido los medios, el conjunto de valoración de las noticias habría sido otro.
Hay un momento especial en nuestra historia reciente que es cuando Jordi Pujol salió al balcón del palacio de la Generalitat y dijo que “a partir de ahora de ética y moral hablaremos nosotros, no ellos”. ¿Como lo vivió?
No estaba en el Parlament pero seguí con atención lo que pasaba. Hubo un asedio al Parlament. Entonces no se llamó asedio: se llamó patriotismo. Cuando los del 15M rodearon el Parlament lo trataron de sitio. Ese día gritaban “Pujol, presidente; Catalunya independiente”. Yo tenía una tía muy carca, que se ponía de rodillas ante la tele franquista para ver las charlas de monseñor Guerra Campos, obispo de extrema derecha. Ese día fue a la manifestación a favor de Pujol.
Ahora no me extraña. He leído y estudiado historia y esto suele ocurrir en este tipo de “movidas” históricas. Siento compararlo con Hitler, pero es así. Hemos sido víctimas de la propaganda. Lo fuimos también en la Guerra Fría y en otros momentos del siglo XX. Nos han engañado por todas partes.
¿Cómo acabará el caso Pujol?
Me gustaría saberlo. En este caso, preferiría el derecho a saber más que el derecho a decidir. Saber qué pasó, cuál es la historia de verdad. Porque de lo contrario estamos al albur de especulaciones absurdas. No sé si lo conseguiremos. Tampoco sabemos la verdad del asesinato de Kennedy.
La única frustración de mi vida profesional es no haber podido hacer nunca un reportaje de un consejo de administración de un banco. Explicarle a la gente cómo funciona el consejo de administración de un banco o de una gran empresa. Es un sueño que he tenido como periodista y no he podido realizar.
¿Ve el proceso independentista como la continuación lógica del pujolismo o habríamos llegado aquí aunque Pujol no hubiera existido?
Es pura especulación pero encaja como narración, como relato que dicen ahora los finos. Este señor ha estado amenazando toda la vida con convertir Catalunya en independiente y ha ido parando esta reivindicación mientras pactaba con los gobiernos del PP y el PSOE. Hasta que le han tocado la prole. En el momento que le tocan la prole, como si estuviéramos en Texas o en el Oeste, sale a defenderla y hace esa confesión espectacular que nadie preveía. Me pensaba que era más inteligente. Se ha comportado como un vulgar Millet.
Se acusa las cloacas del Estado de estar detrás de la presión que ha forzado la confesión de Jordi Pujol. ¿Lo cree posible?
¿Y si fuera al revés? Las posibilidades son infinitas. La especulación no tiene límites. ¿De dónde sale el dinero que lo ha pagado todo, desde Miquel Sellarès a la Asamblea Nacional Catalana?
El Gobierno de Madrid lo ha hecho peor, pésimo. Rajoy está sosteniendo a Mas, ERC y la Asamblea Nacional Catalana con su mala gestión, su inmovilismo y dejando de forma impertérrita que llegáramos a estos extremos.
Estamos ante una campaña electoral interesante tanto por parte de Mas como de Rajoy. Mas nos puede llevar a unas elecciones autonómicas cuando quiera y Rajoy tiene las municipales a la vista. A ERC le interesan muchísimo más las elecciones municipales que la consulta. Barcelona no responde tanto como otros lugares, pero a ERC le interesa más controlar el país desde los ayuntamientos para continuar la trayectoria actual.
¿Cómo ve el panorama periodístico actual en Catalunya?
Por suerte, tenemos los digitales. Y algún periódico que cuenta las cosas lo mejor que sabe. Tampoco podemos pedir héroes. Ni héroes ni mártires.
¿Y el papel de los medios de comunicación públicos en relación al “proceso” soberanista?
Últimamente he dejado de mirar TV3. Catalunya Ràdio poco y Catalunya Informació, de vez en cuando y si no tengo otro remedio, para seguir la actualidad.
¿Es estimulante ser periodista hoy?
Sí. Esto siempre vale la pena. Te tiene que gustar la gente. Sino, dedícate a otra cosa. Si te gusta la gente, entenderla, entender dónde vives, es lo mejor que hay. Cuando me dediqué a esto no sabía qué era. Ahora lo sé y volvería a ser periodista.
¿Se imagina una Catalunya independiente? ¿Qué y cómo sería?
Es muy difícil en un mundo tan interconectado la mera idea de la independencia. Es como la felicidad. Todos queremos la felicidad, la libertad, pero todos tenemos nuestros límites. Si yo empiezo a preocuparte me pararás. A los sesenta años me he sacado un doctorado en Sociología para entender todo esto. Vivimos relacionados con los demás y eso no nos permite hacer siempre lo que nos viene en gana.
Yo me he sentido engañada por la iglesia, por una familia burguesa que me inmunizó para no ser como ellos. Me gusta estar rodeada de cosas que no están mal pero el afán del dinero y la incultura de la burguesía barcelonesa que conocí, no la quiero ni para mi peor enemigo. Lamentablemente, es quizás lo que desea mucha gente que llega a nuevo rico. La vida no es desear ser independiente sino jugar con lo que tienes en tu entorno y adaptarte y tener empatía. Las mujeres sabemos mucho de esto.