El pasado verano, el litoral del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) vio cómo muchas de sus playas casi desaparecían. Es el caso de ciudades como Barcelona, Badalona, Sitges o Montgat, donde hace unos meses a penas quedaban 500 metros de arena, cuando antes había más de 2 kilómetros. Este año ha sido de los más desastrosos para el litoral barcelonés, que empezó la temporada con un 15% menos de arena. Pero no es una situación nueva: lleva dándose desde 2014, cuando se empezaron a registrar temporales más frecuentes y violentos, que fueron retirando la arena de la costa.
Debido a esta situación, el AMB ha realizado diversos estudios para poder poner cifras a la dinámica del litoral y proponer actuaciones adecuadas. La conclusión más significativa de estas investigaciones es que, de no actuar en consecuencia, las playas podrían perder más de 20 metros en 30 años, lo que supondría que muchas de ellas podrían llegar a desaparecer. De hecho, todas las playas retroceden, de media, un metro cada año.
Gran parte de la culpa de este retroceso la tiene, además del cambio climático, la acción humana. Según el AMB, el dique del río Llobregat y el Puerto de Masnou tienen un papel negativo en la regeneración de las playas que los rodean. “Actúan como trampa de sedimentos, que bajan hasta ellos y se quedan estancados”, dice Daniel Palacios, jefe del servicio de playas del AMB. Estas construcciones, pues, han puesto freno a la dinámica natural de aportación y transporte de arena de las playas.
Y es que la costa se autorregula. O, al menos, lo hacía antes de la intervención humana. La urbanización supone poner barreras a la libre circulación de arena y también eliminar elementos de protección natural contra los temporales. “Sin arena, no se podrán parar los oleajes de las tormentas y estas pueden llegar a los paseos martítimos, deteriorando todavía más el estado de las playas”, asegura Palacios.
Las dunas, por ejemplo, son reservas de arena que tienen las costas para suplir los sedimentos que las tormentas se llevan de vuelta al mar. Y, además, también protegían del oleaje. Así que, al eliminarlas, se han tenido que construir elementos de protección artificiales que pueden resultar más perjudiciales que beneficiosos.
“Cuando una ola encuentra una playa natural, la energía se disipa en la arena. Pero si construimos barreras, la energía de choque se concentra y provoca que la ola se lleve más tierra hacia el mar”, explicaba este verano Joan Vilaplana, director del observatorio de georiesgo del Col·legi de Geòlegs de Catalunya. Es por eso, que el AMB apuesta por crear un sistema de barreras de arena sumergida para intentar proteger el litoral.
Retomar el traspaso de arena
Ante la imposibilidad de derruir elementos que, como los puertos, actúan de bloqueo para la libre circulación de la arena, el AMB apuesta por dividir las playas, para que la arena no se quede acumulada en pocos puntos y se favorezca su distribución. Otra de las actuaciones que tiene previstas el AMB es el traspaso de arena de las playas que tienen más a aquellas que se están quedando sin. Desde la administración calculan que serán necesarias más de 450.000 toneladas de arena para frenar el retroceso de las playas.
Aún así, alertan de que esta técnica no es la panacea. El traspaso de sedimentos, normalmente, se deposita en las zonas sumergidas, de tal manera que la playa pueda regenerarse -casi- sola. Esto simplemente sirve para frenar el retroceso, pero no aporta más arena a la parte visible de las playas, que ya están muy deterioradas. Por eso, la medida tiene que ser “puntual y no debe ser la única porque, en muchos casos, es ineficaz”, según Palacios. Para que funcione, se tienen que tener en cuenta diversos factores como el viento en la zona, el gramaje o el tipo de arena.
Según los expertos, traspasar arena tiene otro riesgo: al remover la tierra, la pérdida podría ser mayor que el aporte. Según datos de la misma AMB, por cada 100 metros cúbicos de arena que se retiran, se pierden casi 150.
El traspaso de arena, que fue muy popular en los ochenta, dejó de practicarse en 2010. La última de estas intervenciones, que dependen del Ministerio de Transición Ecológica, costó 170 millones de euros entre los años 2004 y 2010 para aportar 600.000 metros cúbicos de arena. Teniendo en cuenta que el precio del metro cúbico es de seis euros y que se pierden unos 30.000 metros cúbicos de arena al año, el mar se ha tragado más de 1.500 millones de euros en la última década.
Aún así, desde el AMB extienden la mano al MITECO para que retome estas acciones y poder garantizar la continuidad de las playas del litoral catalán. Una de las técnicas para ello es la llamada bypass, consistente en llevar el sedimento en barco y esto se propone, especialmente, para el puerto del Masnou. Esta es una técnica algo distinta al traspaso tradicional de arena, ya que no se depositan los sedimentos en el lecho submarino, sino que se hacen en la parte seca. Esto supondría una recuperación inmediata de las playas y frenaría el claro retroceso.