Desde una perspectiva histórica, la alcaldía de Xavier Trias es una anomalía en la capital catalana. Las 4 décadas de gobiernos municipales del PSC consolidaron a la ciudad como uno de los polos socialdemócratas más estables del Mediterráneo, algo que se rompió con llegada del convergente. Si el pujolismo fue un reparto tácito entre las dos fuerzas hegemónicas en Catalunya –Generalitat para CiU, poder local para PSC–, el socialismo desempató en 2003 con el acceso de Maragall al gobierno catalán y el nacionalismo se tomó la revancha entre 2010 y 2011, cuando Mas se hizo con el Palau y Trias con el ayuntamiento de la capital.
Han pasado muchas cosas desde que CiU tomara la mayor parte del poder. El proceso soberanista ha evidenciado el drástico cambio en la fisionomía nacional del país. Pero, en paralelo, movimientos sociales como la PAH alcanzaron un protagonismo decisivo. Como consecuencia, la izquierda catalana sufrió una revolución interna, con el surgimiento de nuevas fuerzas y liderazgos que hoy disputan los centros de poder institucional. Ambos factores pueden dejar irreconocible el tradicional sistema de partidos catalán. Las elecciones municipales de 2014, de epicentro barcelonés, serán la reválida de eso, allí donde se demostrará si el hundimiento del mapa de partidos ha sido una convulsión momentánea o ha venido para quedarse.
Trias-Colau, la contienda de las dos Barcelonas
Toda la complejidad de este enorme cambio político se ha reducido a la contienda entre dos políticos de talla, como son Xavier Trias, representando un nacionalismo liberal hegemónico en Catalunya en los últimos años, y Ada Colau, que ha dado forma a la propuesta con más posibilidades de éxito de la nueva ola izquierdista en el Estado. Tras un áspero proceso de confluencia, ICV-EUiA, que estuvo en el gobierno municipal durante buena parte de la etapa socialista, Procés Constituent, un proyecto de raíz soberanista que aspiraba a unir a las izquierdas, Podemos y el grupo impulsor de Guanyem presentan una candidatura, la de Barcelona en Comú, que sintetiza las más importantes luchas sociales que han revolucionado la izquierda catalana desde el 15-M del 2011.
Barcelona En Comú ha sido capaz de hacerse con el liderazgo de la alternativa a Trias, polarizando el voto entre las dos candidaturas. El discurso de Colau en el inicio de campaña, que ha subido visiblemente el tono en la crítica al alcalde, venía a poner sobre la mesa el mensaje que la formación ha trasladado desde su surgimiento: ser el voto útil para acabar con un modelo de ciudad del que responsabilizan a los 4 años de Trias.
El actual alcalde de Barcelona ha apostado por una campaña de la “responsabilidad” y los “logros conseguidos”, esos dos intangibles que han sido tradicional refugio de las izquierdas moderadas y de las derechas que querían parecerlo desde, al menos, la transición, cuando se configuró el centro político como aspiración casi unánime. Trias, y de paso CiU, se presenta ante el 24-M como representante de la mejor tradición de los alcaldes barceloneses, esos que hicieron de la capital catalana un ejemplo en el mundo. La imagen de Trias se enlazará con la de una Convergència en horas bajas con la participación del president de la Generalitat, Artur Mas, en hasta tres actos durante la campaña.
Collboni y Bosch; el heredero legítimo y el eterno aspirante
Extramuros de la contienda a dos que protagonizan Colau y Trias se han quedado dos aspirantes cuyas posibilidades se han ido encogiendo a medida que pasaban los meses. De un lado Jaume Collboni, legítimo heredero del peso de 40 años de ayuntamientos del PSC, a quien el hundimiento de su partido, en concreto, y del espacio socialdemócrata en el sur de Europa en general, podría jugarle una mala pasada, dejándole en menos de la mitad de sus 11 regidores actuales, y como cuarta fuerza.
En el otro rincón del ring de segunda categoría está Alfred Bosch, de ERC. Esquerra ganó de forma virtual las elecciones europeas en Barcelona, al alzarse como formación más votada, 5.000 papeletas por encima de CiU. Eran los meses centrales del proceso independentista, cuando un importante porcentaje de catalanes se estaban “votando encima”, según una expresión popular en aquellos días. Un año después y con la consulta del 9-N por medio, las cosas han cambiado. Una tensa disputa sobre los siguientes pasos del proceso soberanista entre CiU y ERC desinfló el ímpetu inicial del movimiento, algo que hoy ERC paga con pronósticos que le dejan entre los 6 y los 4 regidores. Se doblaría, al menos, respecto a los dos que hoy tiene, pero en la formación independentista no se oculta que las altas aspiraciones de principios de año se han quedado en los huesos.
Ciutadans, la rebelión del nuevo españolismo
La fuerza que aspira a convertirse en la revelación de estos comicios es Ciutadans. El partido españolista ha pasado de rascar apenas el 2% de voto en 2011 a contar con sondeos que le sitúan en tercera posición, con hasta 6 regidores. Liderados en Barcelona por Carina Mejías, que se convirtió en número dos de la formación tras la imputación del polémico Jordi Cañas, Ciutadans se encuentra en plena expansión, presentándose por primera vez en los principales municipios españoles.
En las elecciones de los municipios fuera de Catalunya, los de Rivera son percibidos como el “Podemos de derechas”. Una formación de la llamada “nueva política”, pero con ideario que da una vuelta de tuerca al ala liberal del PP, obteniendo votos partidarios de la regeneración tranquila. En Catalunya, el fenómeno va más allá. Cs es una formación conocida por su radicalidad nacionalista, algo que hoy conecta con una importante bolsa de votantes enfadados con el proceso soberanista.
El españolismo de Ciutadans, combinado con una posición outsider por la derecha, convierte a la candidatura de Mejías en firme candidata para hacerse con una importante porción de la descomposición del PSC y ha quedarse con el espacio que había sido hasta ahora del PP.
Por su parte, el Partido Popular dirigido por Alberto Fernández Díaz, hermano del ministro de Interior, podría quedarse en la mitad, de 9 a 4-5, castigado por la acción del gobierno de Rajoy y empujado por el torbellino de Ciutadans.
La CUP, ¿dentro?
La izquierda independentista representada por la CUP ha apostado tradicionalmente por batirse el cobre fuera de Barcelona y fuera, incluso, de la primera corona metropolitana. Pero su entrada al Parlament en 2012 con tres diputados unido al procés soberanista empujó la formación de base municipalista por encima de sus fronteras. En estas municipales presentan candidaturas competentes, en confluencia, en la mayoría de las grandes ciudades catalanas, además de en sus zonas de influencias tradicionales. Badalona, Santa Coloma, El Prat o Cornellà tendrán candidaturas apoyadas por la CUP. También en Barcelona, donde se presentan por segunda vez, ahora como Capgirem junto a Pirates.
Capgirem renunció a confluir con Barcelona en Comú, lo que seguro les hubiera reportado al menos representación, y en esta campaña se juega su entrada al Ajuntament. Hay sondeos para todos los gustos, pero de las encuestas del verano y otoño, que preveían con seguridad que no obtendrían votos suficientes para tener representación, a las más recientes, que les pronostican hasta 3 regidores, la tendencia es ascendente.