ANÁLISIS

Una buena jugada de Pedro Sánchez

11 de noviembre de 2022 22:13 h

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Hace semanas que los dirigentes de ERC daban por hecho que antes de fin de año habría novedades respecto al delito de sedición. Era otro paso, el más importante junto a los indultos, para aplicar el árnica que Catalunya necesita tras las heridas del otoño de 2017. Catalunya y también el resto de España, a no ser que se prefiera empeorar la situación y dar la razón a los que desde los extremos consideran que es mejor ir contra las rocas. 

¿Resuelve el conflicto político? No. Pero sin los indultos y esta reforma legislativa era imposible avanzar en el diálogo para acercar posiciones. Los que en 2017 reclamaban que no se dinamitasen los puentes eran entonces víctimas de todo tipo de burlas. Ahora son mayoría. Según el sondeo del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) publicado esta semana, tanto entre los partidarios como entre los contrarios a la independencia hay una mayoría que piensa que debe haber una vía pactada para resolver el conflicto. 

La sentencia del Supremo se fundamentó en un delito que dejará de existir. Se descartó entonces que se hubiese producido una rebelión y no se quiso dejar en desórdenes públicos. En el mundo del derecho todo es interpretable y lo que deberán hacer a partir de ahora los jueces es leer la nueva partitura, mal que les pese a muchos de ellos. Veremos hasta qué punto el magistrado Pablo Llarena, que aspiraba a extraditar a Carles Puigdemont y Marta Rovira en base a la petición de sedición, intenta el mismo objetivo con la nueva legislación.

Los que demandaban que la política resolviese un conflicto que nunca debería haber acabado en los tribunales hoy tienen más argumentos para defenderlo. La inmutabilidad de Mariano Rajoy y su incapacidad para entender qué estaba pasando en Catalunya, sumado al desconcierto y las broncas internas en el independentismo, que tenía un plan para celebrar el referéndum aunque acabó actuando a la desesperada después, explican muchos de los errores que los políticos cometieron y que los tribunales empantanaron aún más. 

Este viernes, a la pregunta de qué haría el PP para resolver la situación en Catalunya (que este partido al igual que Junts considera peor ahora que en el 2017), su presidente en esta comunidad respondió que volver a la Constitución y el Estatut de hace 20 años. La Constitución, en lo que afecta al modelo territorial, es la misma y el Estatut actual no es el que votaron los catalanes en el 2006 puesto que se recortó a posteriori. A Alejandro Fernández, irónico donde los haya, le faltó rematar reclamando que vuelva Jordi Pujol. Pero nunca es triste la verdad y la Catalunya de hoy no es la de hace dos décadas que añoran los populares. La mitad de los catalanes encuestados en el último sondeo del CEO son contrarios a la independencia. Pero un 42% son partidarios de ella. Estaría bien que algún día el PP se pregunte si su estrategia con Catalunya ha tenido algo que ver con el auge de los partidarios de un divorcio con España. 

El Institut de Ciències Polítiques i Socials (ICPS) dependiente de la Diputación de Barcelona es el organismo que lleva más tiempo pulsando la opinión sobre la independencia. En el año 1992 los resultados mostraban que los favorables a la secesión sumaban el 31% de los catalanes. Una década después, en 2002, los independentistas habían crecido ligeramente y llegaban al 34%.

Fue en la siguiente década cuando el independentismo dio el gran salto. En el año 2012, al inicio del procés, en la misma encuesta el 46% de los catalanes se declaraba independentista. Y así seguiría durante varios años, hasta el punto álgido de octubre de 2017. Sin embargo, en el último sondeo, el de 2021, los partidarios de la secesión se habían reducido, hasta llegar al 39%. Catalunya no es la de hace dos décadas, pero también está lejos de la polarización del procés.

Vasos comunicantes

Hay algunos datos demoscópicos que ayudan a explicar también la estrategia de Sánchez y de los republicanos. Los socialistas suben en Catalunya y ganarían más cómodamente las elecciones autonómicas. ERC aguanta el tipo pese a los vaivenes independentistas, mientras que Junts, partida por dentro, sigue cayendo. Pero, más allá de las perspectivas, lo más interesante de la última encuesta del CEO es que ERC es la segunda opción preferida de los votantes socialistas. También de los de Junts y la CUP. Paralelamente, los votantes de ERC repartirían su segundo voto entre el PSC (23%), Junts y la CUP (21% cada uno). Es decir, entre los electores republicanos, Salvador Illa es su alternativa preferida por delante de Junts.   

Este escenario confirmaría que tanto socialistas como republicanos están acertando con la apuesta por la distensión. No es que se prefigure ningún tipo de alianza permanente en el Parlament, pero sí facilita acuerdos como los de los Presupuestos (aunque la opción de prorrogarlos siga sin estar descartada).

José Luis Rodríguez Zapatero logró ser presidente gracias al granero del PSC, con una campaña que en Catalunya aún funciona y es la del miedo a la derecha y ahora también a la extrema derecha. Y si Pedro Sánchez está en La Moncloa es también en gran parte gracias a los socialistas catalanes. Tras la debacle en Andalucía, es su principal refugio. Los socialistas calculan que sus apoyos en esta comunidad podrían aproximarse al millón de votos. Según el sondeo conocido esta semana, igualaría o mejoraría resultado en las próximas generales. Tiene 12 diputados y podría llegar a los 15. De este modo regresaría a la primera posición que ocupaba tradicionalmente y que ERC ocupa ahora (13 escaños).

La posición del Gobierno en el debate sobre el catalán avalando el acuerdo de una mayoría  del Parlament y del que se han autoexcluido PP y Ciutadans (por considerar que denigra al castellano) y la CUP (por considerar que no blinda suficientemente al catalán) es otra muestra de que Sánchez tiene claro que para mantenerse en La Moncloa le conviene escuchar al PSC. El PSOE tiene comprobado que para sobrevivir necesita el feudo catalán. Todo lo contrario del PP, quien no solo puede ganar sin Catalunya sino que desde el punto de vista electoral puede convenirle recuperar el espantajo del anticatalanismo. Así que sea por tacticismo, convencimiento o incluso por un poco de ambas cosas, el presidente del Gobierno esta vez ha acertado con la tecla.