“Ciudadanos está incurriendo en formas de 'trumpismo'”

Jordi Gracia (Barcelona, 1965) es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona, autor de varios libros sobre la historia intelectual de España del siglo XX y un reconocido crítico literario. Su último ensayo es 'Contra la izquierda' (Anagrama), un trabajo dedicado a aquellos que aspiran a seguir siendo de izquierdas en el siglo XXI.

Gracia describe de forma descarnada los errores que han cometido y cometen los partidos que se consideran de izquierdas, desde los que aspiran a mantener viva la  socialdemocracia a las formaciones que se presentan como la nueva política. Su propósito es analizar la izquierda alejándose de los tópicos y autoengaños.     

Usted afirma que ser de izquierdas empieza por no parecer de izquierdas. Explíquese porque es una afirmación que llama la atención.

Tiene que ver con una reracionalización de una manera de comportarse por parte de la izquierda. La izquierda tradicionalmente ha dependido de una moda, unos iconos y me parece que la manera más eficiente de ser de izquierdas es abandonando determinadas formas gestuales que la perjudican en vez de favorecerla. Hablo en términos de eficiencia política, no en términos de discurso o de imagen.

También dice que un discurso izquierdista no es lo mismo que un discurso de izquierdas. ¿Cuál es la diferencia?

Izquierdista es la patología de la izquierda. Es decir, la sobreactuación, la exhibición formal y retórica de proyectos y horizontes que son inviables e impracticables. Eso degrada las auténticas posibilidades de una izquierda de poder. Esa es la diferencia. Es un izquierdismo más retórico y menos eficiente que la izquierda de verdad.

¿Qué es la izquierda de verdad?

Es aquella que tiene como principal objetivo y prioridad la mejora gradual de las condiciones de la mayoría. Por lo tanto, la aspiración a una forma de radicalidad política es contraproducente en la medida que los medios de transformación real de los estados modernos son muy escasos. El margen de maniobra es exiguo. La propuesta más radical invalida la verosimilitud de un gobierno de izquierdas.

Entonces el problema de la izquierda es conciliar su realidad con un proyecto que sea viable.

Exacto. Y desprendernos del autoengaño que significa creer que tenemos soluciones reales para problemas gigantescos. Sacarnos de encima la buena conciencia de creer en soluciones integrales o sustitutorias. No existen. No las tiene la izquierda, ni la socialdemócrata ni la socialista ni por supuesto tampoco la izquierda comunista. Me gustaría que la izquierda aplicase criterios de eficiencia reformista con capacidad de pedagogía sobre el coste de estas reformas y sobre las resistencias del capitalismo que, naturalmente, es mucho más potente que cualquier estado.

Pero eso deberían entenderlo no solo los partidos sino también sus votantes, ¿no?

Claro, por eso hablo de la pedagogía. El discurso izquierdista me pone nervioso en la medida en que no ayuda a una comprensión cabal de las limitaciones del ejercicio del poder político respecto a un poder empresarial que por descontado es muy superior a él. La pedagogía de la izquierda podría pasar por una transparencia a la hora de reconocer humildemente sus límites pero sin ceder ni renunciar a propuestas concretas en su ejercicio reformista.

Un dirigente de izquierdas o un elector que lea sus reflexiones podría responderle que lo que usted propone es la teoría pero que después hay que concretarla en medidas. ¿Tiene alguna clara?

Medidas redistributivas o aquellas de carácter tributario que sean más justas a la hora de diferenciar entre ingresos patrimoniales o salarios. ¿Una voluntaria progresividad tributaria es imposible? No, ya estamos muy cerca de un modelo como este. ¿Es perfectible? Inequívocamente lo es. ¿Es una medida pequeña o poco significativa? Por descontado, pero es sustancial para miles de personas. Si es sustancial para 200.000 personas o 500.000 me parece una medida vital y de izquierdas.

¿El impuesto a la banca que ha anunciado Pedro Sánchez sería un ejemplo?

Sí. La banca ya ha reaccionado diciendo que ni hablar. Es natural porque si me lo pusiesen a mí diría lo mismo. La pedagogía del poder pasa por decir que es necesario hacerlo y apelar al electorado a pesar de que la banca pueda reaccionar negativamente y emprender determinadas acciones. Se trata de reconectar con la ciudadanía con humildad y veracidad, no con el engaño retórico de grandes cambios que nadie puede realizar.

¿Esta es una de las lecciones que la izquierda ha aprendido tras el 15-M y la creación de Podemos?

Probablemente. Aunque reconozco que el empuje del movimiento 15-M sirvió para recuperar exigencia en la socialdemocracia. Es muy evidente el ablandamiento de la socialdemocracia, no solo la española sino también la europea, en buena medida porque a su izquierda no había nada, nadie que le exigiese ni le obligase a un comportamiento más fiel a sus principios.

Podemos ha servido para fortalecer el discurso socialdemócrata o como mínimo para tomar conciencia de su devaluación progresiva. De ahí que hubiese quien equiparase a PSOE y PP diciendo que son lo mismo, cosa que me parece un disparate monumental y una de las farsas más irritantes de una parte del discurso mediático.

¿Que haya quien crea que PSOE y PP son lo mismo es culpa solo de los medios que defienden esa tesis?

No, se lo ha ganado el PSOE a pulso durante muchos años.

¿Analizando estos primeros 100 días del gobierno de Sánchez cree que el PSOE ha aprendido la lección?

Sí, rotundamente. En el tema catalán es más que obvio y en otros muchos ámbitos el ejercicio del poder revela claramente que una cosa es el centroizquierda y otro es el centroderecha o directamente derecha, que es lo que es el PP.

¿Repasando las últimas intervenciones de Pablo Iglesias cree que el líder de Podemos también ha aprendido alguna lección?

Por descontado. Lo voy a resumir de una manera que reconozco que puede ser un poco irritante pero diría que el Pablo Iglesias de ahora es más errejonista que antes. Este reequilibrio de las posturas de Podemos es fruto de un aprendizaje autocrítico del partido. No solo desde el punto de vista del discurso ideológico sino también desde el punto de vista del pragmatismo político. Y es una estupenda noticia.

Asegura que prefiere una izquierda sin mitos ni héroes, porque ambos suelen llevar dentro alguna forma interesada de falacia. ¿Qué piensa de nombres tan referentes como Salvador Allende, José Mujica, Jean-Luc Mélenchon o Bernie Sanders?

El reconocimiento de este tipo de figuras no significa que haya que convertirlas en mitos o iconos de una supuesta hegemonía futura de la izquierda. Son modelos que pueden ser espejos de la actividad política pero convertirlos en mitos es una falsificación real de sus acciones. Lo que me enfada es la falsificación que propicia el discurso revolucionado de la izquierda porque no ayuda a su eficiencia.

¿Es un discurso ilusorio?

Sí, y como todo lo ilusorio es destructivo.

En su libro también afirma que si la izquierda burguesa es egoísta no es solo porque quiera preservar lo suyo, sino porque la clase baja le suscita culpa y la clase alta, rencor o desprecio. ¿Cómo se combate ese egoísmo?

O convivimos con él o la izquierda no tiene manera de gobernar. Somos así. Uno de los propósitos de este libro es reconciliarnos con lo que somos y no con lo que nos gustaría ser. La izquierda debe partir de lo que somos o seguirá siendo ilusa. Ser pragmático no es una claudicación ideológica, es una voluntad de eficiencia.

Considera que ser de izquierdas es incompatible con ser independentista. ¿Entonces la CUP y ERC no pueden considerarse como partidos de la izquierda?

La CUP sufre una esquizofrenia ideológica muy difícil de justificar. Para empezar, su defensa de los Països Catalans, que tiene un talante más impositivo que demócrata. Primero habría que preguntarles a los ciudadanos de estos territorios si quieren formar parte de este grupo o no.

Desde el punto de vista de la izquierda, la secesión España-Catalunya devalúa la lentísima construcción social de este país. Neglige las tramas familiares, sentimentales y culturales bajo el discurso de que una Catalunya independiente respetará la pluralidad, cosa que no tengo duda de que pasaría. Pero no es un principio de izquierdas porque no es cohesionador, es disgregador. En la CUP a veces identifico un discurso más claramente de izquierdas aunque muy iluso y otras predomina el independentista. Creo que ahora gana el social. Me dio vergüenza ver a la CUP apoyando a Puigdemont en base a un criterio patriótico y fue una contradicción aberrante respecto a sus principios de izquierdas.

¿Y ERC es de izquierdas?

Mi problema con ERC es que hace 40 años que no detecto su parte de izquierdas. Desde Heribert Barrera y Joan Hortalà. Lo de Republicana y de Catalunya lo veo clarísimo. De la parte de Esquerra aún no me he enterado.

Una de los lemas más repetidos en este país es el de que Catalunya es un solo pueblo. ¿Lo es?

No lo ha sido nunca. Intelectual, moral y culturalmente es una frase tóxica. No existe un solo pueblo en ningún sitio. Es una restitución del discurso irracional y tóxico en la medida que los ciudadanos son los que constituyen los estados modernos. Aludir a los pueblos es una forma corrupta de aludir a la población de un estado moderno. Es de una toxicidad gravísima pretender que haya una forma de unanimidad en una sociedad como esta.

Defiende que ser de izquierdas es dar la batalla para conseguir un mal acuerdo. ¿Esta es la estrategia que sigue el PSOE a la hora de negociar con el independentismo?

Creo que es la que está buscando. El PSOE ha identificado un problema, cosa que el PP fingió que no existía. Aquí hay un problema enorme. ¿Eso significa que hay que conceder la independencia porque hay mucha gente que la pide? Obviamente, no. Cuando aquí haya un 55% de los ciudadanos que en unas elecciones o un referéndum o cómo sea apoyen la independencia yo tendré que resignarme y pensar que alguna cosa se ha hecho mal para que el resultado sea ese.

La única estrategia razonable es el reconocimiento y la búsqueda de los espacios y márgenes de maniobra reales que han existido siempre pero que fueron negados tanto por el Gobierno de Rajoy como por el de Puigdemont y el de Mas. Y lo negaron a sabiendas. A Rajoy le obligaron a dar marcha atrás mientras que aquí, aunque en privado haya gente que lo reconozca, en público nadie da el paso por el miedo a haber movilizado a la gente con una ilusión de la que nadie ahora se atreve a sustraerles.

¿Ciudadanos crece solo gracias al independentismo?

La evolución de Ciudadanos desde que ha entrado en el ámbito de la política española me ha provocado una decepción profunda. No porque en Catalunya me pareciese que tenían un comportamiento ejemplar sino porque aquello que se esperaba de ellos es exactamente lo contrario de lo que han hecho. La supuesta regeneración democrática no debería de estar basada en la excitación emocional, de los elementos más sensibles.

Ciudadanos está incurriendo en formas de 'trumpismo', algo que es absolutamente insólito en un partido que venía de la tradición liberal, un partido que se definía como socialdemócrata aunque después dejó de presentarse así y de quien no podías esperar en ningún caso que utilizase las mismas armas y recursos que la derecha más casposa, demagógica y reaccionaria.