La cuadratura del círculo de Aragonès: sobrevivir sin ayuda del PSC y arañar apoyos puntuales de Junts
Pere Aragonès aún no ha nombrado a los consellers del nuevo Govern pero Junts ya da pistas de que su oposición será a cara de perro. No han pasado ni dos días desde que han dejado de ser socios y no se hacen suyos ni los presupuestos que ha dejado encarrilados el ya extitular de Economía, Jaume Giró, uno de los que más luchó para evitar la ruptura. Cualquier cambio que haya en la negociación para lograr que se aprueben servirá de argumento a Junts para rechazarlos y obligar a los republicanos a hacerse la foto con comuns y PSC para sacarlos adelante. A ERC con los primeros no les importa, y saben que están obligados a cuidarles para que sean su principal apoyo parlamentario. Con los segundos les incomoda y mucho, porque les aleja aún más de algunos sectores independentistas y les debilita, también aún más, en el Congreso de los Diputados.
Como ya es habitual uno de los más duros contra el PSC es Oriol Junqueras, quien insiste en sacar a los socialistas de toda ecuación que implique un pacto estable con ellos. “Siguen avalando buena parte de la represión que hay”, argumenta el líder republicano. Su relación con la mayoría de dirigentes del PSC ha sido en el mejor de los casos complicada. Además, uno de sus propósitos sigue siendo crecer en el área metropolitana de Barcelona y en sus ayuntamientos, muchos de los cuales aún están controlados por el partido de Salvador Illa. Sin ir más lejos este mismo sábado se ha oficializado la designación de Gabriel Rufián como candidato a Santa Coloma de Gramenet, uno de los principales bastiones socialistas.
Illa tiene clara su estrategia y es la misma desde que asumió la primera secretaría del PSC: mano tendida en las medidas sociales y de lucha contra la crisis (eso incluye los presupuestos) y contundencia para subrayar el proyecto fallido del independentismo. Los socialistas se ven ahora más fuertes para mostrarse como la única alternativa viable tras las próximas elecciones, sean cuando sean. “Seguiremos trabajando en la construcción de un camino diferente para que cuando llegue el momento los catalanes puedan escoger”, insistió Illa este sábado.
En ERC no quieren ni tan siquiera especular con un adelanto de los comicios. Asumen la nueva etapa con la sensación de vértigo por el reto que tienen por delante pero con un cierto alivio porque la mala relación con Junts era muy difícil de reconducir. Aun así hay quien en el Govern confía en poder seguir contando con apoyos puntuales del partido de Jordi Turull y Laura Borràs e incluirles en la geometría variable que necesitan para sobrevivir. Parece marciano después de lo que ha pasado y de los argumentos que Junts ha utilizado para romper con ellos, pero es lo que ERC tiene en mente.
Lo primero que harán los republicanos es intentar que Junts se avenga a ayudarles en la aprobación de los presupuestos. Es un propósito que suena más a deseo que otra cosa tras escuchar en las últimas horas tanto a Turull como especialmente a Borràs, que ha llegado a cuestionar la legitimidad del Ejecutivo de Aragonès. Calculadora en mano, los republicanos, los comuns y la CUP (contando que estuviesen dispuestos, cosa que es mucho decir) suman solo 50 diputados. Así que ERC necesitaría que los socialistas se abstuviesen para lograr que prosperasen, por más que Junqueras ningunee sus votos.
En el Govern ya dejan caer la opción de una prórroga de las cuentas como una posibilidad que no hay que descartar. Uno de los nombres que aparece con más fuerza para ocupar la cartera de Economía es Natalia Mas, una persona de confianza de Aragonès que ya conoce la casa porque trabajó allí como directora de Análisis Económico.
El presidente de la Generalitat está diseñando un Gabinete monocolor. Hay que remontarse a la Generalitat de Francesc Macià para encontrar un Govern con un único partido salvo la salida de los consellers de Unió en el 2015 por no estar de acuerdo con la apuesta independentista de Artur Mas. Pujol contó siempre con Unió, le siguieron las izquierdas en los dos tripartitos y Mas recuperó a CiU tras su travesía del desierto en la oposición. Su apuesta por el independentismo provocó el divorcio con los democristianos, tras 37 años de coalición. Fue también Mas quien se inventó Junts pel Sí, una alianza con ERC que los republicanos siempre vieron como un abrazo de oso. Compartieron de nuevo conselleries en la etapa de Quim Torra, y se constató que era muy difícil llevarse peor. Incluso así, y después de que ERC se hiciese con la presidencia, suscribieron un pacto, el último, para un Govern que ha durado 500 días y cuya ruptura solemniza el final del procés tal y como se había conocido en la última década. Que es el final lo reconoce incluso uno de sus impulsores, el exlíder de la ANC y ahora integrante del sector derrotado de Junts, Jordi Sànchez.
“Hemos hecho cosas más difíciles en la vida”, resume un dirigente republicano para trasladar la sensación de que la nueva etapa que se abre no será tan compleja como parece desde fuera. La intención no es incorporar consellers de los comuns pero sí que los nombres puedan ser de su agrado. Como siempre que se establecen negociaciones entre ERC y este partido hay que mirar al otro lado de la plaza de Sant Jaume, donde Ada Colau tiene paralizados sus presupuestos también por falta de acuerdo. Los anteriores ya logró sacarlos por un intercambio de votos entre republicanos y comuns en la Generalitat y el Ayuntamiento. Y eso es lo que espera que pase también esta vez: “Es necesario diálogo y presupuestos en todas las instituciones. Y hoy contamos con mayorías progresistas que pueden hacerlo posible”.
A diferencia del PSC, comuns y ERC defienden la vía de un referéndum pactado para avanzar en la resolución del conflicto político. Son los únicos que apuestan por emular la vía canadiense para conseguirlo. Es a lo que Aragonès quiere agarrarse para no perder votos por el flanco independentista, ahora mucho más descontrolado con Junts y la ANC reprochándole a diario su falta de ambición.
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