La dimisión del alcalde de Manlleu por una borrachera reabre el debate sobre el comportamiento de los políticos en su tiempo libre

Arturo Puente

5 de octubre de 2020 22:21 h

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¿Pueden los políticos tener actitudes moralmente cuestionables en su vida privada sin que eso les obligue a dejar el cargo? ¿Cuál es el límite? Este recurrente debate ha vuelto a aparecer en la primera plana de la política catalana y, en concreto, de ERC, a raíz del caso de alcalde de Manlleu (Barcelona), Àlex Garrido, que fue protagonista la semana pasada de una polémica que acabó con su dimisión. Garrido apareció en un vídeo grabado este verano, en un fin de semana de vacaciones, en el que se le veía en un local de Platja d’Aro (Girona) con claros síntomas de embriaguez y siendo expulsado por el equipo de seguridad. Tras la publicación de las imágenes, el alcalde anunció de inmediato su intención de dimitir.

“Mi comportamiento es completamente censurable, teniendo en cuenta la situación crítica que atraviesa el país así como nuestra ciudad”, afirmó el alcalde mediante un comunicado difundido desde su partido. “Siempre he considerado que los representantes públicos debemos ser ejemplares, incluso en situaciones que se circunscriben estrictamente a nuestra vida privada, como es el caso”, continuaba Garrido. Con todo, el edil aseguraba que su intención era dejar el cargo porque así evitaba “que nadie intente sacar rédito cuestionando el buen trabajo llevado desde el equipo de gobierno a causa de un comportamiento individual inapropiado”.

Tras la difusión de las imágenes, el debate en las redes sociales estalló. Hubo quien quiso trazar un paralelismo con la situación del exalcalde de Badalona, Álex Pastor, que dimitió el pasado mes de abril después de ser detenido en pleno confinamiento, conduciendo ebrio por Barcelona y enfrentarse a la policía que le paró. Pero otros respondieron argumentando que las situaciones de Pastor y Garrido tenían poco que ver ya que mientras el de Badalona había cometido posibles delitos y había puesto la vida de otros en riesgo, el edil de Manlleu solo estaba en un local abierto legalmente y lo peor que había hecho bajo los efectos de la borrachera era caérsele unas botellas de las manos.

Rápidamente comenzaron a aparecer mensajes que cuestionaban que Garrido tuviera que dimitir. “¿Ha dimitido un tío porque iba muy taja en una discoteca de vacaciones? ¿Qué tipo de país de mermados puritanos está quedando? Madre mía, no quedará ni un cargo público, si se ponen”, afirmó el músico y activista Pau Llonch. “¿Has resbalado, Àlex? ¿Acaso no debemos ser humanos? Para mí valen infinitamente más los años de esfuerzo, miles de horas de entrega y proximidad a los más vulnerables que eso que dicen que sale en un vídeo”, acompañaba el secretario de Igualdad del Govern, Oriol Amorós, también de ERC.

También algunas formaciones de la oposición mostraron su apoyo al alcalde dimitido. “Desde la CUP de Manlleu lamentamos el uso de la vida privada de las personas para atacar políticamente y rechazamos rotundamente los linchamientos públicos injustificables. Mostramos nuestro apoyo a Àlex Garrido y respetamos su decisión”, afirmaron los anticapitalistas. “Desde el PSC de Manlleu hemos mostrado desde el primer momento nuestro apoyo a Àlex Garrido a nivel personal”, afirmaban por su parte los socialistas en sus redes sociales. “No hemos querido entrar en ningún juego político ni en ningún escarnio”.

La relación entre la ética y la política

El caso del alcalde de Manlleu remueve casos recientes con ciertas similitudes. Uno sería el ya citado exalcalde de Badalona, pero quizás son más cercanos en la tipología los que suelen calificarse como “escándalos sexuales”, donde los políticos dimiten no porque hayan infringido la ley o hayan causado perjuicios a terceros, sino para desaparecer cuanto antes de los focos.

Un ejemplo de ello ocurrió en febrero pasado con candidato Benjamin Griveaux, el candidato de la Republique en Marche, del presidente Emmanuel Macron, a la alcaldía de París. Griveaux acabó abandonando la carrera al ayuntamiento después de que apareciera en las redes un vídeo de contenido sexual enviado por él mismo. Según justificó, consideraba que era la mejor forma de proteger a su familia.

“La ética y la política son cosas diferentes pero, siéndolo, tienen una interrelación. En el caso del alcalde Manlleu lo interesante es que aquello por lo que dimite tiene una relación muy alejada con la política, hasta el punto de que se puede sostener que no tiene que ver con la política”, explica Jordi Mir, profesor de Humanidades en la Universitat Pompeu Fabra. “No estamos hablando de una infracción de una norma sino de un hecho puntual que considera que no es lo que tocaría pero que no tiene por qué tener relevancia política con la función que desempeña”, asegura el experto.

Para Mir lo relevante no es tanto si el hecho forma parte de la vida privada, sino si compromete u obstaculiza su desempeño político. “Las consideraciones sobre esto han ido cambiado mucho a lo largo de la historia. Si pensamos en el caso de una agresión machista, hace años hubiéramos encontrado quien justificaría que un alcalde que pega a su mujer lo hace en el ámbito privado o en su vida personal. Pero hoy se entiende que es no lo mismo una agresión a otra persona que un daño tuyo hacia tu propio cuerpo con una borrachera”, abunda el profesor.

Otro de los ejemplos que utiliza Mir para proponer cómo evaluar una relación entre la ética y la política es el de las infidelidades de políticos. “Una infidelidad, ¿qué relación tiene que ver con la política? ¿Es una persona en la que ya no se puede confiar? ¿Es alguien que ha dejado de ser responsable para gestionar la cosa pública?”, se pregunta. “Yo soy muy partidario de introducir debates éticos en la vida pública, pero uno de estos debates debe ser el uso de la ética para echar de la política aquellos supuestos comportamientos que, no estando bien vistos, no tienen relación directa con la política. Por que si no, es muy fácil caer en el moralismo”, indica Mir.

El alcalde saca pecho y de momento mantiene su dimisión

Tras la polémica suscitada por el episodio, este lunes el protagonista ha concedido una entrevista a Rac1 en la que ha recalcado que no estaba haciendo nada “ilícito ni ilegal”. “Los políticos ni somos ni deberíamos pretender ser nunca superhombres ni supermujeres”, ha asegurado el edil, “me duele que un tema del ámbito privado haya conducido a una situación tan sobredimensionada”.

Garrido sacaba así pecho después de la tormenta generada a su alrededor durante el fin de semana, en la que a la par que las críticas, ha recibido muchos mensajes de apoyo. En este sentido, el líder republicano en Manlleu consideraba que la publicación del vídeo respondía a una maniobra política “muy bien estudiada, maliciosa y mal intencionada” que lanzaban contra él por su mayor exposición pública después de una campaña de cribados que habían comenzado esa semana en la localidad.

El edil mantenía su decisión de dimitir, aunque empezaba a rebajar la dureza contra si mismo. “Hice el comunicado el viernes y lo que pensaba entonces lo pienso hoy. Debería pasar algo muy fuerte para que vire mi decisión, pero no creo que pase”, advertía. Y en la misma tarde del lunes, tras recibir una concentración de apoyo, abrió la puerta a mantenerse en el cargo: aseguró que se iría a Montserrat a “reflexionar” y que volvería el viernes habiendo tomado una decisión.

Los apoyos que hasta este el momento habían sido casi individuales, este lunes se han convertido en un comunicado de su propia formación en el que le reclaman que se replantee la salida. También desde JxCat, compañeros de coalición en la localidad, le han hecho la misma petición. “Lamentamos profundamente la utilización de un asunto privado como herramienta de ataque y escarnio”, aseguraban los republicanos, que acababan asegurado que no creían que la dimisión fuese “proporcionada” a los hechos. La formación ha ido más allá y convocaba para este mismo lunes una concentración de apoyo a Garrido a las puertas del ayuntamiento.

El propio alcalde ya había dejado la puerta abierta a cambiar de opinión respecto a su marcha, algo que sin embargo fuentes de Esquerra consideran “poco probable”. Los republicanos llevan por bandera ser un partido con un código ético muy restrictivo y han impuesto como política interna la dimisión de sus cargos de forma fulminante cuando se producen escándalos públicos. Consideran que es un cortafuegos que acaba con el alboroto y da buena imagen de la formación. Sin embargo, en esta ocasión, los apoyos recibidos por el alcalde demuestran que, en un país poco acostumbrado a que los políticos estén dispuestos a irse, no todas las dimisiones son igual de aplaudidas por los votantes.