Cuando Elsa Artadi (Barcelona, 1976) compró billetes de avión para ir a Bruselas el 13 de noviembre, aún no sabía que Carles Puigdemont planeaba hacer una lista electoral de fuerte componente ciudadano y desligada del PDeCAT. El president cesado se lo transmitió unos días antes de su viaje, después de haberse reunido con los jefes de su partido. Para cuando Artadi y el equipo más cercano a Puigdemont se presentaron en Bélgica, JxCat era una idea que ya había comenzado a caminar.
“Trabajamos de lunes a jueves para confeccionar la lista. Ni siquiera teníamos su agenda, muchos números de teléfono que él tenía se quedaron en el despacho del Palau, por lo que tuvimos que irlos buscando”, rememora Artadi. Puigdemont contaba con una parte de la infraestructura de su formación, pero su idea era radicalmente diferente a una lista de partido.
Desde Bruselas y vía telefónica el equipo de Puigdemont cocinó entre el 13 y el 17 de noviembre la lista de Junts per Catalunya. “Fue muy intenso, prácticamente no dormimos”, explica. Los primeros nombres que la integrarían fueron apareciendo poco a poco. Independientes como Jordi Sánchez, Eduard Pujol o Joaquim Torra, además de los exconsellers convergentes encarcelados o en Bruselas.
Artadi, aún directora de coordinación interdepartamental de la Generalitat, se convertiría entonces no solo en la jefa de campaña y en la candidata número 10 por Barcelona, sino sobre todo en las manos en Catalunya de un Puigdemont que no podía pasar las fronteras del país sin ser detenido. Durante esta campaña, Artadi ha llegado donde Puigdemont no podía, pasando de ser una cara desconocida para el gran público a uno de los nombres más pujantes del espacio neoconvergente, que ellos insisten en dibujar como transversal de todo el independentismo.
“Esto no lo hacemos por Carles Puigdemont persona sino por lo que representa institucionalmente el president de la Generalitat”, explica Artadi desde el cuartel general de la candidatura, en una sede diferente a la del PDeCAT y alquilada temporalmente para la campaña. Esta separación física es una de las representaciones más visibles de la distancia que el proyecto de Puigdemont ha querido poner con su partido, aunque JxCat es, formalmente, una coalición entre el PDeCAT y la antigua Convergència.
Ella fue también la encargada de definir el mensaje casi único de la candidatura: la restitución del “Govern legítimo” comenzando por la investidura de su número uno. Ante la pregunta de si su lista podría investir a alguien que no sea Puigdemont, Artadi es tajante: “No”. Ni aunque JxCat no sea la lista más votada del independentismo, como prevén las encuestas, ni aunque Puigdemont quede cuarto, como podría acabar pasando según los sondeos. “Esta lista no tendría ningún sentido”, explica Artadi, “si no es para restaurar la figura del president de la Generalitat porque, si no fuera así, los siguientes presidentes que vengan serán esclavos de Madrid”.
La negativa de la formación de Artadi a investir a otro candidato colisiona con la idea de ERC de no hacer presidente a nadie que haya quedado por detrás de ellos. Y ambos compromisos son el anuncio de un choque interno que el independentismo deberá gestionar a partir del día 22 si finalmente suma 68 diputados o más.
“El independentismo no se debería haber permitido ir en listas separadas a estas elecciones”, opina, en un evidente reproche a ERC, que apostó desde el principio por sacarse la espinita de 2015 y acudir al 21D con sus propias siglas. En el PDeCAT, en cambio, apostaron por recoger el espíritu de Junts pel Sí. Ahora, aunque las encuestas nos les sitúan en cabeza cuando se pregunta por formaciones, su principal baza es que los independentistas sí eligen a Puigdemont como su candidato preferido a la presidencia en varios sondeos.
Pero ponerse de acuerdo sobre la investidura no es el único problema que el independentismo tiene por delante. Incluso en el escenario de que la suma de ERC, JxCat y CUP sumase 68 escaños y los tres alcanzasen un acuerdo para devolver a Puigdemont al Palau, que los tribunales lo permitan es una opción, al menos, improbable.
¿Es Elsa Artadi la sustituta tapada del cabeza de lista en Bruselas? “En absoluto, es una afirmación que no tiene ningún sentido”, asegura. No será hasta después de las elecciones, quizás mucho después, cuando se pueda comprobar hasta qué punto esta negativa forma parte del discurso unidireccional sobre la investidura de Puigdemont o es un compromiso firme. Lo que está claro es que, presidenciable o no, Artadi, está llamada a tener un papel protagonista en el ala liberal del independentismo que viene.