Cuando se pregunta a un dirigente de ERC cuál es el principal adversario a batir, la respuesta es Salvador Illa. Y si se pide a un representante del PSC que valore la gestión del Govern de Aragonès, la cara es de reprobación. Así que lo más cómodo para los socialistas sería contribuir al desgaste de los republicanos. Y lo más incómodo para ERC es asumir, una vez más, que si quiere aprobar los presupuestos tiene que hacerse la foto con Illa.
Las redes están llenas de comentarios acusando a ERC de traicionar sus principios independentistas por pactar la ley más importante con el PSC. Y desde partidos como el PP y Ciudadanos se acusa a los socialistas de haberse convertido en “la muleta oficial” de los republicanos. Pero la vida real, en la que hay escuelas con carencias, sanitarios agotados, unos alquileres desbocados y una aritmética endiablada en el Parlament, está fuera de ese mundo de zascas tan previsibles como estériles.
Los presupuestos que el Govern empezará a tramitar este miércoles prevén un aumento de 2.400 millones, un incremento del 6,3%, que incluirá unos 1.040 destinados a infraestructuras y ayudas para combatir la sequía. El documento consensuado por ERC y PSC, de 17 páginas, se centra en cuatro prioridades: educación, vivienda, seguridad y políticas de gestión del agua. Además, se le añade la intención de alcanzar el 25% de la inversión de salud para atención primaria, una demanda histórica del sector. En cuanto a la vivienda, la promesa es incorporar un total de 4.000 pisos durante 2024, tan insuficientes como imprescindibles.
Aragonès aún no puede dar por hecha la aprobación de las cuentas porque necesita el sí de los comuns. El principal escollo sigue siendo la construcción del complejo de Hard Rock, un proyecto que parece salido de otros tiempos: dos hoteles, 1.100 habitaciones, una área comercial con 75 tiendas y un casino, que tendrá 10.000 metros cuadrados. Entre aspirar a ser el Silicon Valley del sur de Europa (la versión moderna del eslogan convergente de convertir Catalunya en una Dinamarca) y un megacasino que algunos venden como la solución a todos los males de unas comarcas que necesitan inversiones debe haber algún término medio. No parece que este modelo de negocio (y su impacto ambiental) sea precisamente mirar al futuro. El PSC y sobre todo muchos de sus alcaldes están a favor de Hard Rock. ERC tiene gente que defiende el proyecto y otros dirigentes están en contra. Los comuns son los que lo rechazan de plano.
En el acuerdo entre socialistas y republicanos no aparece el macrocasino. Aragonès debe seguir escondiendo la bolita para no enfadar a Illa y a la vez convencer a los comuns. Ya lo hizo en la negociación de los presupuestos del año pasado y coló. Aunque esta vez parece que no será tan fácil.
Los comuns reclaman que el Govern no tramite el plan urbanístico que permitiría la construcción del proyecto, algo que, según ERC comportaría indemnizaciones millonarias. “No queremos Las Vegas en low cost”, defiende Jéssica Albiach. El partido de Colau insiste en que la única opción de que ellos apoyen las cuentas es que el Govern les garantice que no aprobará el plan urbanístico y en que en las bilaterales entre Aragonès y Albiach se lo han trasladado desde el principio. También llevan semanas alertando a los socialistas de que no den por descontados sus votos y este martes les han reiterado que hoy por hoy su intención es presentar una enmienda a la totalidad.
Los comuns aseguran que están dispuestos a asumir el desgaste que implicaría tener que aparecer ante determinados sectores, entre ellos los sindicatos, como responsables de que no haya presupuestos. “Sabemos que recibiremos mucha presión externa pero internamente no existen dudas. Tenemos las manos libres y esta vez será distinto”, aseguran en la dirección del partido.
Los comuns son la única opción para Aragonès, puesto que Junts sigue pensando solo en ganar escaños a costa de erosionar a ERC y superarla en el campo independentista mientras su otrora votante, aquel que suspira por la antigua Convergència, la de los sectores empresariales, ha desistido de dar más oportunidades al partido de Puigdemont y ha convertido ya a Illa en su referente. Eso permite a algunos sectores de la izquierda afirmar que antes el PSC estaba a la izquierda del PSOE y ahora está a su derecha.
“Pensamos en Catalunya. Ni en Madrid ni en elecciones ni en Zúrich ni en Copenhague”, ha argumentado Illa para restar importancia a los vasos comunicantes evidentes entre la aprobación de las cuentas de la Generalitat, las del Gobierno de Pedro Sánchez y las del Ayuntamiento de Barcelona (donde ERC se lo está poniendo muy fácil a los socialistas). Quien probablemente lo tiene más complicado es Sánchez, porque para disponer de presupuestos necesita los votos de Junts y a estas alturas ya sabe que Puigdemont ni está ni quiere estar entre los que le faciliten la supervivencia si no es a un precio que puede llegar a ser inasumible para el PSOE.