Xavier Casals es historiador y ha publicado varios trabajos en los que analiza el fenómeno de la extrema derecha y de los neonazismos. Casals defiende que para frenar el crecimiento de partidos como Vox no basta con criticarles sino que hay que ir a la raíz del problema que no es otro que la crisis del sistema político.
Tras años estudiando a la extrema derecha, en España y en otros países, este historiador concluye que lo que deben hacer el resto de formaciones políticas es preguntarse qué han hecho mal para que sus electores se queden en casa o acaben votando a partidos como el de Santigo Abascal.
¿Viendo lo que ha pasado en el resto de Europa era inevitable que la derecha extrema avanzase en España?
No, no es necesariamente inevitable porque hemos tenido espacios como el de Plataforma per Catalunya que conoció un ciclo de expansión en las elecciones municipales del 2007 y 2011 y de repente en el 2015 se eclipsó. También tenemos los casos de Irlanda y Portugal que nos indican que no hay nada inevitable. Vox ciertamente cuenta con expectativas de progreso en las urnas pero de momento es un partido circunscrito a Andalucía y con un diputado en el Parlamento extremeño como resultado de un abandono de escaño de un diputado del PP.
¿Pronostica que el apoyo electoral a Vox puede ir a más?
Sí, por varios factores. Tras los comicios en Andalucía, el electorado que podía dudar entre votar al PP, Ciudadanos u otras formaciones o bien castigarlas votando a Vox ha visto ahora que su voto ha sido útil. Eso es un primer estímulo. El segundo es que es un voto determinante y por lo tanto es un acicate para votarlo.
Una de las diferencias entre España y otros países es la respuesta que se da desde la derecha a la entrada de este tipo de partidos. Aquí ni PP ni Ciudadanos reniegan de Vox. ¿Eso es un error?
Desde mi punto de vista es una sorpresa. Por una parte el PP optó por aproximarse al discurso de Vox y en ningún momento lo estigmatizó. Ciudadanos los ignoró hasta que en el tramo final de la campaña andaluza pasó a estudiar las posibilidades de convertirlos en un socio. A partir de ahí se da una cierta paradoja en la medida en que Vox llega a las instituciones con un discurso que ha ganado respetabilidad.
En Francia, la derecha empezó con duras críticas al lepenismo y después se ensayaron estrategias que fracasaron. Una fue acercarse a su discurso para captar a su electorado y otra fue ignorarlo, pero entonces sus mensajes quedaron sin réplica en el espacio público.
¿Cómo se combate a la extrema derecha?
Sobre esto hay dos reflexiones mínimas. La primera es que no se debe confundir la causa con el efecto. Si miramos el resultado de las elecciones vemos que solo un 47% han votado a los cuatro grandes partidos. Menos de la mitad de los andaluces no se han sentido identificados por ninguna de estas opciones, incluyendo los llamados nuevos partidos. Por lo tanto lo que hay es una crisis de representatividad. Vox es un ejemplo pero otro es el PACMA, que ha duplicado sus apoyos. Otro es cómo se ha disparado la abstención y ha crecido el voto en blanco o nulo. Así que si se quiere incidir en el crecimiento de Vox hay que incidir en la crisis del sistema político.
La segunda es que el avance de este tipo de partidos es siempre multifactorial y por ello las estrategias para contenerlos también lo deben ser. En Francia se insistía en que hay que hacer pedagogía, analizar el discurso de estos partidos y sus contradicciones. La estigmatización por si misma no supone ningún dique de contención. Otra de las reflexiones que se hacía allí es que si hay problemas, hay que resolverlos. Por ejemplo, si hay paro o puntos que se sienten marginados económicamente, hay que corregirlo.
Lo simplista es decir que hay que contener a Vox pero lo que hay que hacer es mirar qué lleva a los votantes a apoyarles. Hay que reflexionar sobre causas y efectos. Si todo se reduce a movilizaciones y a apelar a votar a la contra puede incluso tener un efecto contrario porque puede activar más el voto de Vox.
Una de las dudas que más se ha planteado estos días. ¿Los medios tienen que hablar de Vox?
Publiqué un artículo en El Periódico titulado Un grave error; Vox sí, PACMA no, y en él reflexionaba que era pertinente hablar de Vox cuando las encuestas le otorgaban presencia institucional, con una competencia en el ámbito de la derecha y cuando por primera vez había una opción de ultraderecha hegemónica en este espacio. Ahora bien, hablar de Vox por hablar de Vox es una inercia informativa que beneficia a Vox. El ejemplo contrario es el PACMA. Según la encuesta del CIS tenía un 1,7% del voto y nadie hablaba de ellos. ¿Por qué? Porque la extrema derecha está asociada al enemigo del sistema por excelencia.
¿Vox es un partido fascista?
No. Hay una tendencia permanente a ver a la extrema derecha como una reencarnación del fascismo. Son fenómenos distintos. Simplificándolo mucho podríamos decir que Vox es, como el resto de la mayoría de formaciones occidentales similares, una oposición de la globalización desde la derecha.
Si miramos retrospectivamente vemos que aquí no se trata de encuadrar a los ciudadanos en unos partidos únicos. Al contrario, aquí se exalta la movilización permanente de los ciudadanos en las urnas con plebiscitos, referéndums... Además, económicamente estamos en un proceso opuesto porque en los años 20 y 30 asistimos a una industrialización, a conflictos clasistas. Ahora asistimos a conflictos de otra naturaleza. Y estos partidos, salvo en algunos casos, estos partidos no se reclaman herederos de esas formaciones y han hecho una lectura parcial de la ilustración.
Una de las comparaciones recurrentes es entre Vox y Podemos. ¿Son comparables?
Podemos representa un populismo de izquierdas. La casta simbolizaba una movilización de la gente, como ellos la llamaban, contra las élites que han secuestrado derechos de distinta naturaleza. En el caso de Vox también se trata de una movilización antiélites pero desde la derecha, en clave ultranacionalista y excluyente. Por lo tanto sí son comparables, son respuestas de movilización populista, una desde la izquierda y la otra desde la derecha.
¿Es correcto decir que muchos de los 400.000 andaluces que han votado a Vox no saben qué han votado?
Es impreciso. Yo creo no es así porque un elector acostumbra a tener una noción de lo que está votando. Lo que sí es posible es que haya muchos votantes de Vox que no necesariamente se sientan representados por todos los postulados de este partido. Del mismo modo que el 30% de votantes franceses que votó a Marine Le Pen no se siente identificado con todo el ideario. En estos partidos confluye un voto que acostumbra a ser un voto de protesta. El politólogo francés Pascal Perrineau señaló que son diferentes fracturas: culturas abiertas y culturas cerradas, partidarios y detractores del multiculturalismo, perdedores y beneficiados por la globalización, partidarios de valores autoritarios y contrarios a ellos...
Aquí tenemos una idea de las dinámicas que lo explican. Está la oposición a la ley de memoria histórica, la movilización contra el separatismo catalán, el efecto que puede haber tenido contra un PP que ellos denominan 'la derechita cobarde' o un Ciudadanos al que se refieren como la 'veleta naranja'. Si no tenemos en cuenta que el origen es multifactural será difícil entender su ascenso. Las simplificaciones ayudan poco y la labor de los que estamos en Ciencias Sociales a veces es, lamentablemente, poner un problema a cada solución.
¿Qué papel juegan las nuevas formas de comunicación en el ascenso de los partidos de derecha extrema?
Vox ha hecho la campaña pero a Vox le han hecho la campaña los partidos de izquierda utilizándole para movilizar a su electorado y los de derecha como referente, visible o invisible. Se ha situado a Vox en el centro del debate. Y después están las redes, pero las redes han cambiado la política para todos los partidos.
¿Que Steve Bannon se haya fijado Europa como objetivo implica que este tipo de partidos han venido para quedarse y que van a ir a más?
Estos partidos generalmente vienen para quedarse. El lepenismo está desde el año 84 y eso significa que hay electores que ya han crecido con él. Igual que el Partido Popular en Dinamarca u otros llevan décadas. Su presencia está normalizada en el paisaje político de numerosos países europeos. En España tenemos una percepción un tanto deformada porque aquí estaban ausentes.
Respecto a lo que puede hacer Steve Bannon creo que no hay que magnificarlo ni infravalorarlo. Parece que tenga una varita mágica para unir a toda la extrema derecha europea y unirla. Yo haría dos consideraciones. La extrema derecha europea es difícil de unir en un solo grupo. En el Parlamento europeo ha sido imposible y algunos partidos ven a Bannon con recelo. Ahora bien es alguien que puede estimular el diálogo entre estas formaciones. Puede ayudarles en asesoría de comunicación aunque ya son muy duchos en este ámbito. Bannon es el mensaje porque es quien que ha llevado a la Casa Blanca a un político con un mensaje de extrema derecha. Encarna el 'sí se puede' desde la derecha.