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ADELANTO EDITORIAL
Capítulo 10. Octubre
El comienzo de mes me pilloÌ de viaje en Escocia, y por la manÌana del 1 de octubre regreseÌ a Madrid en el primer vuelo viÌa Londres. Fue maÌs largo que el de ida pero no habiÌa otra combinacioÌn posible que me permitiese estar en el despacho antes de las 14.00, cuando teniÌa una reunioÌn convocada que fui preparando, en gran medida, en ambos vuelos, ya que me quedaba por revisar una parte importante de la documentacioÌn.
Al diÌa siguiente, 2 de octubre, y una vez maÌs a primera hora de la manÌana, tuve que volar a Ginebra, donde teniÌa concertada una importante reunioÌn con la defensa de Marta Rovira y con la propia Marta para coordinarnos de cara a todo lo que sucederiÌa a partir del dictado de la sentencia. El vuelo de ida fue todo menos agradable, porque nos pilloÌ una fuerte turbulencia que ni me dejoÌ dormir ni mucho menos trabajar; penseÌ que lo mismo sucederiÌa esa noche al regreso, pero afortunadamente no fue asiÌ.
El jueves 3 estuve toda la manÌana en el despacho, donde teniÌa muchos temas que solucionar y el tiempo apremiaba. A las 3 de la tarde me teniÌa que ir nuevamente al aeropuerto para volar en esta ocasioÌn a Palma de Mallorca, donde teniÌa una presentacioÌn de mi libro y posteriormente una cena con los organizadores del evento.
ConseguiÌ llegar justo a la hora prevista para el despegue y trateÌ de dormir en el vuelo, pero la cabeza me daba vueltas y vueltas pensando en algo fundamental: cualquier diÌa de esos saldriÌa la sentencia y, si hasta ahora la cosa estaba agitada a partir del dictado de la misma y las consiguientes eurooÌrdenes, no tendriÌa un minuto de calma.
Palma es una ciudad que me encanta y a la que, por motivos profesionales, me tocoÌ ir muy seguido hace ya algunos anÌos. AdemaÌs, en ella tengo recuerdos muy buenos porque fue alliÌ donde se estrenoÌ un documental que hizo SebastiaÌn Arabia sobre miÌ, que fue presentado por uno de mis mejores amigos, Rafa Escudero, y adonde acudieron Isabel, mi hija Sandra y mi querida tiÌa Graciela; esta, como regalo, me trajo dos grandes aÌlbumes en los que habiÌa recopilado y ordenado todas las cartas que le envieÌ en los casi ocho anÌos que estuve en prisioÌn.
En esta ocasioÌn presentaba mi libro, pero la presentacioÌn fue mucho maÌs allaÌ de lo que se cuenta en eÌl y se centroÌ, a traveÌs de las preguntas que surgiÌan del puÌblico, en la situacioÌn que se viviÌa en ese momento y en las muchas dudas que generaba todo lo que estaÌbamos haciendo de cara al Parlamento Europeo. TambieÌn se hicieron preguntas sobre coÌmo veiÌa el juicio y queÌ sentencia esperaba; sobre ese tema siempre fui claro y criÌtico, pero a la vez muy realista: no podiÌamos esperar nada bueno como diÌas despueÌs se confirmoÌ.
TambieÌn desde el puÌblico se me hizo una dura pero educada criÌtica por mis quejas acerca de la actuacioÌn del Tribunal Supremo y de la JEC; intenteÌ explicar mis razones, pero era evidente que a mi interlocutor no le interesaban, y estoy seguro de que auÌn hoy, y ya con el tema resuelto por el TJUE, esa persona no es capaz de aceptar que todo lo que he dicho sobre lo hecho en este caso por el Supremo y la JEC ha terminado siendo cierto y juriÌdicamente bien fundamentado. Lo realmente inadmisible es pretender, como intentan muchos, que el poder judicial esteÌ exento de criÌticas, mucho menos cuando estamos viendo, diÌa a diÌa, que el auteÌntico problema que tiene EspanÌa, para su democratizacioÌn, no es la falta de independencia del poder judicial, sino que este no tiene contrapesos y ademaÌs cuenta con una agenda poliÌtica propia; me refiero a sus altas instancias jurisdiccionales.
Es evidente que nadie criticariÌa a un tribunal, mucho menos al Supremo, si no fuese con una base clara y con fundamentos juriÌdicos contrastados. Nosotros siempre que les hemos criticado lo hemos hecho con razones juriÌdicas y con el deseo de provocar un cambio de rumbo no solo en este caso, sino tambieÌn en teÌrminos generales y para que comiencen a aplicar la Ley desde una perspectiva democraÌtica.
Como cada diÌa, iba tan pillado de tiempo que el vuelo de regreso lo reserveÌ para primera hora de la manÌana, con lo que saliÌ del hotel sobre las 05.00 para poder tomar el de las 06.30. El aeropuerto de Palma pareciÌa deseÌrtico, lo que no es habitual, y tardeÌ mucho menos de lo esperado en hacer todo el embarque y pasar los controles de seguridad.
El fin de semana nos reunimos con varios amigos en casa y pudimos relajarnos un poco sin perjuicio de las llamadas, que no cesaban porque, a esas alturas, ya todo el mundo estaba instalado en la rumorologiÌa y cada diÌa surgiÌa un rumor nuevo sobre cuaÌndo saldriÌa y coÌmo seriÌa la sentencia del Supremo. El tema era, en esos momentos, muy fatigoso, pero no quedaba maÌs remedio que ser didaÌctico y explicar a todo el mundo que Marchena teniÌa una agenda y que solo eÌl y el resto de miembros de la Sala la conociÌan; por tanto, la sentencia saldriÌa cuando ellos quisieran y en todo caso seriÌa dura.
Internamente el razonamiento era maÌs complejo: Marchena habiÌa jugado muy fuerte con las prejudiciales solicitadas por la defensa de Oriol Junqueras. Pero la verdad es que, de acuerdo con lo previsto en el artiÌculo 267 apartado tercero del Tratado de Funcionamiento de la UnioÌn Europea, como uÌltimo oÌrgano decisorio en la jurisdiccioÌn interna, no teniÌa maÌs remedio que cursarlas al venir solicitadas por una de las partes en el proceso; es decir, tuvo que cursar las prejudiciales porque le obliga el Tratado de Funcionamiento de la UnioÌn Europea y ahiÌ se vio entrampado.
PonieÌndome en su lugar, la cuestioÌn no era cursarlas o no, sino coÌmo hacerlo para, sin incumplir su obligacioÌn, conseguir que las mismas no le explotasen en la cara, como finalmente terminoÌ sucediendo. Nosotros veniÌamos sosteniendo, puÌblicamente y al menos desde marzo, una serie de ideas que nadie queriÌa aceptar, y una de ellas era que la condicioÌn de eurodiputado se alcanzaba por la eleccioÌn y proclamacioÌn de los resultados y, a partir de ese momento, se contaba con inmunidad.
Teniendo presente tal razonamiento, que finalmente ha sido avalado por el TJUE, es evidente que Marchena, que siendo buen jurista se pierde al salir del derecho espanÌol, hizo un juego de malabares para, de una parte, no reconocerle la inmunidad a Junqueras y, de otra, remitir unas preguntas que, en la forma en que iban redactadas, le cubriÌan solo para el periodo en que siguiesen en prisioÌn provisional. Su jugada, la que disenÌoÌ desde el principio, era plantear prejudiciales referidas a un preso preventivo, y luego, antes de que se pronunciase el TJUE, cambiarle la condicioÌn a la de penado; de esa forma no se veriÌa vinculado por la decisioÌn que dictase el TJUE.
En realidad, y como se ha demostrado posteriormente, cursoÌ las prejudiciales en el caso de Junqueras con la vista puesta en Puigdemont, ComiÌn y PonsatiÌ, que, en definitiva, es lo que realmente le obsesiona. Hizo trampas y le salioÌ mal, por mucho que sigan existiendo algunos medios que le entronizan como salvador de la patria o vaya uno a saber queÌ.
Dicho ahora no tiene mucho valor, pero lo dijimos desde marzo, como consta publicado en diversos medios de comunicacioÌn y artiÌculos que escribiÌ sobre el tema. Cuando deciÌamos estas cosas, tanto a Costa como a miÌ se nos dijo de todo y se nos tratoÌ como auteÌnticos iluminados, vendedores de humo y cuantos otros calificativos se quiera uno imaginar. De una parte, el relato instalado desde el Supremo era muy potente y, de otra, muchos repiten lo que escuchan sin mayor estudio ni anaÌlisis; en realidad, les pueden los sentimientos y se aferran a los relatos surgidos del Supremo como a un clavo ardiendo. Tampoco faltan los que tratan de justificar sus propios errores taÌcticos y estrateÌgicos a costa de desprestigiar al exilio y el trabajo que se ha hecho fuera del Estado, que, en definitiva, es el uÌnico que ha dado resultado. Son como el sol de invierno: iluminan un poco pero no calientan.
Marchena teniÌa que dictar sentencia antes de que se pronunciase el TJUE, ese era nuestro auteÌntico anaÌlisis, y lo maÌs seguro es que tuviese que retirar la prejudicial, aduciendo que habiÌa devenido inuÌtil porque se habiÌa dictado sentencia. Esto era lo maÌs sensato ponieÌndonos en sus zapatos, y por eso escribiÌ y publiqueÌ un artiÌculo titulado «¿De quita y pon?» en elnacional.cat. EstaÌ claro que Marchena no me hizo caso y eso ha terminado siendo su perdicioÌn, o puede ser que saberse tan buen jurista le llevase a pensar que en Luxemburgo las cosas se resolviÌan como en Madrid. Hoy sabemos que, al final, Waterloo estaba en Luxemburgo y no en BeÌlgica, y que su objetivo no era Junqueras, a quien ya teniÌa entre rejas, sino Puigdemont, a quien queriÌa atar con esas prejudiciales.
El resto de la semana estuve sacando escritos y resolviendo temas que teniÌamos pendientes, y el jueves 10 fui a Lleida para dar una charla en su universidad, en la sede de Linyola. La gente que la organizoÌ, aparte de carinÌosa y muy bien informada, tuvo detalles muy praÌcticos, como reservarme hotel para esa noche junto a la estacioÌn del AVE para poder regresar en el primer tren de la manÌana siguiente.
El domingo 13 fui a Igualada, donde me concediÌan un reconocimiento. No conociÌa la ciudad, pero me lleveÌ una grata impresioÌn no solo de su pasado medieval, sino de coÌmo abordan el tema del turismo y de su historia. El viaje fue breve e intenso porque regreseÌ esa misma noche a Madrid; no queriÌa estar fuera el 14 porque estaba prevista la vista de las prejudiciales de Junqueras ante el TJUE y, ademaÌs, ya el viernes habiÌan comenzado los fundados rumores sobre la inminente notificacioÌn de la sentencia por parte del Supremo.
En realidad esta habiÌa sido filtrada a determinados medios que desde el viernes comenzaron a publicar partes de su contenido. Para ser la sentencia maÌs importante de la historia reciente de EspanÌa y haber sido «un juicio modeÌlico», como lo definieron muchos corifeos, o «justo», como sin rubor ni estrategia lo definioÌ otro abogado, lo cierto y verdad es que filtrar la sentencia fue una maÌs de las muÌltiples vulneraciones y errores cometidos por el director de orquesta, al que unos determinados medios no se cansaban de elevar a los altares.
La sentencia era importante, pero, en lo que a mis defendidos respecta, lo auteÌnticamente relevante estaba auÌn por venir: a partir de su notificacioÌn seriÌa cuestioÌn de horas o diÌas que se cursasen las nuevas eurooÌrdenes. El lunes 14 fue hecha puÌblica la sentencia, cuyos principales «misterios» ya habiÌan sido adelantados por los medios maÌs afines a su munÌidor; por tanto, lo que correspondiÌa era un anaÌlisis sosegado de la misma para ver sus vulnerabilidades. El problema es que desde primera hora de la manÌana no paroÌ el teleÌfono con llamadas de distintos medios que, por una parte, intentaban tener unas primeras impresiones y, por otra, alguÌn tipo de pista o explicacioÌn sobre las claves de tan esperada como filtrada resolucioÌn.
Mi primera lectura de la sentencia fue en diagonal y partiendo por el final, que es donde estaÌ la parte dispositiva, donde se establece la absolucioÌn o condena y las penas. Una vez comprobada esa parte me dirigiÌ, directamente, a los «hechos probados», que es donde se establece la «verdad juriÌdica» y que necesitaba conocer para ver coÌmo afectaba a nuestros defendidos y en queÌ medida nos beneficiariÌa o perjudicariÌa de cara a las eurooÌrdenes.
La lectura de los hechos probados la hice con rotulador amarillo para ir destacando aquello que maÌs me llamaba la atencioÌn y que no fue poco. La sedicioÌn era evidente que careciÌa de cualquier sustento faÌctico que permitiese encajar los hechos en ese tipo penal, algo que ya habiÌamos demostrado en Schleswig-Holstein haciÌa maÌs de un anÌo, por mucho que les duela a tantos. Mi conclusioÌn fue clara: nos acababan de regalar la euroorden. En cuanto a la malversacioÌn, que es un delito «feo» o «sucio», por tratarse de dineros puÌblicos, y al que trataraÌn de agarrarse en el futuro, la sentencia era lapidaria afirmando y dando por probado que: «Ninguno de esos pagos fue finalmente ejecutado». Eso es lo mismo que hemos venido sosteniendo durante maÌs de dos anÌos: no existiÌa malversacioÌn pero se condenaba por ella, y mis defendidos seriÌan reclamados, en las correspondientes eurooÌrdenes, como si la misma se hubiese producido.
Repasados los hechos probados comenceÌ la lectura de los fundamentos juriÌdicos, que es la parte donde se razona coÌmo se llega a la conclusioÌn de absolucioÌn o condena. Esta lectura me resultoÌ muy compleja por las continuas interrupciones y porque en medio nos enteramos de algo que, para mis defendidos, era esencial: Llarena habiÌa cursado, por tercera vez, la euroorden.
No sabiÌamos coÌmo pero, el jueves anterior a conocerse la sentencia, la FiscaliÌa del Supremo, que se supone que es una parte maÌs del proceso y por tanto deberiÌa conocer lo mismo que nosotros, solicitoÌ que se cursase una euroorden en contra del president Puigdemont. Ante dicha solicitud, Llarena, que no forma parte del Tribunal de enjuiciamiento, acordoÌ emitir una nueva orden nacional de buÌsqueda, detencioÌn e ingreso en prisioÌn para el president. Solo era en su contra y eso ya era raro.
A partir de ese momento, y en medio de una reunioÌn con un par de periodistas amigos, llameÌ al president Puigdemont y despueÌs comuniqueÌ al resto de defendidos la situacioÌn indicaÌndoles, expresamente, que solo se habiÌa cursado una euroorden. Acto seguido me puse en contacto con el que hemos denominado Brussels Team, el equipo de abogados de BeÌlgica, para informarles de la situacioÌn y poner en marcha el protocolo que meses antes habiÌamos disenÌado.
Una vez hecho lo maÌs urgente contacteÌ con el Scottish Team y con Marc, el abogado suizo de Marta Rovira, con quien mantengo una buena relacioÌn. La idea era ponerlos al diÌa de todo lo que sabiÌamos hasta ese momento y que supiesen, sobre una base faÌctica cierta, cuaÌl era la situacioÌn a la que nos enfrentaÌbamos.
Todo lo teniÌamos preparado, y los equipos ya estaban activados; el proceso no duroÌ maÌs de diez minutos y se hizo evidente que el trabajo realizado en los meses precedentes habiÌa dado sus frutos. Terminada esa ronda de activacioÌn continueÌ con mi reunioÌn y mis dos amigos periodistas acababan de ser testigos de un momento crucial en toda esta estrategia de internacionalizacioÌn; pero como buenos profesionales y amigos que son saben lo que es un off y mucho maÌs lo que es la amistad.
Ese diÌa no fue sencillo, pues no solo eran las llamadas de los medios, sino tambieÌn alguÌn duÌplex o entrada en directo en distintas televisiones y radios, lo que me fue marcando la agenda de manera irremediable. Mientras todo esto sucediÌa, Isabel entraba y saliÌa de mi despacho hacieÌndome comentarios sobre la sentencia, que la iba indignando por momentos; ella es mucho mejor penalista que yo, que soy maÌs procesalista y, por tanto, sus comentarios se centraban en eso: el derecho penal puro y duro, que no dejaba de sorprenderla y a miÌ interesarme, pues en estos temas siempre me fiÌo de lo que me dice.
A mediodiÌa tuve una larga conversacioÌn con Paul Bekaert y, acto seguido, otra con Christophe Marchand. No sabiÌamos cuaÌndo se activariÌan las eurooÌrdenes contra Toni y LluiÌs pero, en principio, nos quedaba claro, o me quedaba claro, que no la habriÌa contra Meritxell, ya que su conselleria ni siquiera se mencionaba en la sentencia. Decidimos que lo mejor era que Paul contactase con la FiscaliÌa de Bruselas y alliÌ acordasen cuaÌl seriÌa el procedimiento que habiÌa que seguir para presentar al president ante las autoridades, dando formal cumplimiento a la orden de detencioÌn... que nunca seraÌ de entrega.
Terminamos muy tarde ese diÌa porque, aparte de todo esto, teniÌa que preparar una serie de documentos y papeles para llevarme a la manÌana siguiente a Algeciras, donde me habiÌan senÌalado diligencias en un juzgado de alliÌ. El viaje lo hariÌa en AVE hasta Sevilla y luego en coche, y la intencioÌn era regresar el mismo diÌa porque el mieÌrcoles 16 teniÌa que estar en Madrid a primera hora.
Desde Sevilla a Algeciras el teleÌfono no paroÌ de sonar, y una y otra vez la pregunta era la misma: «¿Habiendo sentencia firme seraÌ maÌs sencillo que BeÌlgica los entregue?». Era evidente que quienes me la haciÌan, varios periodistas especializados, no habiÌan escuchado ni leiÌdo nada de lo que yo habiÌa dicho y escrito en todos esos meses, que resumidamente consistiÌa en que la sentencia seriÌa nuestra principal aliada para conseguir que no les entregasen. Marchena y Llarena tampoco me habiÌan leiÌdo, como se estaÌ demostrando diÌa a diÌa.
No eran capaces de abstraerse de los «relatos» que tan interesadamente les habiÌan vendido desde la Sala y la FiscaliÌa del Supremo. La realidad ha ido demostrando que estos no eran ciertos y que, como tantas veces ha sucedido en estos maÌs de dos anÌos, al final la razoÌn la teniÌamos nosotros, pues trabajaÌbamos sobre bases ciertas, objetivas y juriÌdicas, en lugar de hacerlo desde una construccioÌn emocional impropia de profesionales del Derecho.
El problema que tienen algunos es que asumen, como si de un dogma de fe se tratase, todo lo que les dicen las «fuentes oficiales», sin discernir si lo hacen con alguÌn intereÌs o no y mucho menos si saben siquiera de lo que les estaÌn hablando. En estos dos anÌos deberiÌa ya ser evidente que esas «fuentes oficiales» son interesadas y en la mayoriÌa de los casos no tienen ni idea de lo que estaÌn hablando.
AprovecheÌ el viaje de regreso para darle un nuevo repaso a la sentencia; siempre habiÌa sostenido que seriÌa dura, pero sinceramente creiÌa que seriÌa, al menos, teÌcnicamente maÌs soÌlida, y que obviamente no tendriÌa errores sintaÌcticos ni faltas de ortografiÌa. Las penas eran duras o muy duras, careciÌan de un sustento legal claro y, ademaÌs, la meÌtrica penoloÌgica se habiÌa construido, como todo en esta causa, forzando el derecho de forma tal que nos generaba una nueva viÌa de defensa para las eurooÌrdenes y, de pasada, dejaba abierta una excelente oportunidad de defensa para los condenados, al establecer una nueva e inesperada definicioÌn del tipo penal, lo que vulnera el artiÌculo 7 del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
El mieÌrcoles 16, por la manÌana, me llamoÌ Paul Bekaert para informarme de que la FiscaliÌa de Bruselas queriÌa que al diÌa siguiente presentaÌsemos al president Puigdemont ante la policiÌa e iniciaÌsemos los traÌmites de la nueva euroorden. De pasada, pero de manera muy clara y contundente, me dijo que el fiscal habiÌa pedido absoluta discrecioÌn y que no queriÌa tener cientos de medios en la puerta de los juzgados mientras se realizaba toda esa tramitacioÌn inicial; por tanto, me pidioÌ que no se lo dijese a nadie.
Minutos despueÌs el president Puigdemont y yo hablamos de coÌmo organizarlo, y, mientras eso sucediÌa, en el despacho trataban de conseguirme un billete para el jueves 17 a primeriÌsima hora a Bruselas que me permitiese regresar por la noche a Madrid, ya que el viernes 18, tambieÌn a primera hora, teniÌa previsto salir hacia Frankfurt para presentar mi libro en el marco de la Feria del Libro, que se celebraba en esa ciudad y que es una de las maÌs relevantes del mundo.
TomeÌ, ya el jueves 17, un vuelo a las 6 de la manÌana a Bruselas y aterriceÌ sobre las 08.15. Nada maÌs bajar del avioÌn contacteÌ con el president Puigdemont y acordamos doÌnde nos veriÌamos, muy cerca de la comisariÌa principal de Bruselas. LlegueÌ minutos antes que el president, que vino acompanÌado de Jami y dos personas de su seguridad. A los pocos minutos llegoÌ Paul y, luego de revisar los uÌltimos temas, nos encaminamos a la comisariÌa, donde inmediatamente fuimos atendidos por tres agentes que no solo fue- ron muy amables, sino que, ademaÌs, eran perfectamente conscientes de la situacioÌn y relevancia del caso.
Subimos a la novena planta y alliÌ, en un moderno y friÌo despacho con vistas a toda Bruselas, una vez que llegoÌ la traductora de neerlandeÌs, se procedioÌ a los traÌmites de lectura de derechos, entrega de copia de la euroorden cursada por Llarena y el resto de traÌmites necesarios para regularizar la situacioÌn del president Puigdemont. Con la policiÌa tuvimos ocasioÌn de hablar por espacio de unas cuantas horas y pudimos explicarles aquellos datos que ellos no conociÌan auÌn. Si algo les quedoÌ claro, y asiÌ lo demostroÌ el trato recibido, fue que se trataba de una persecucioÌn poliÌtica y no de la detencioÌn de un presunto delincuente.
La paradoja, que comentamos con el president Puigdemont y con Paul, fue que desde la ventana de esa sala estaÌbamos viendo un constante ir y venir de helicoÌpteros y, al fondo, el edificio donde esa manÌana estaban reunidos los jefes de Gobierno de los paiÌses miembros de la UnioÌn Europea. Mientras, nosotros comenzaÌbamos a solucionar la tercera euroorden sin que nadie se enterase de ello.
Terminados los traÌmites, Paul y yo nos fuimos hacia los Juzgados, que quedan a unos mil metros de distancia, y el president se quedoÌ en las dependencias policiales, desde donde fue trasladado al cabo de una hora aproximadamente. De camino a los juzgados nos reunimos con Jami y le explicamos la situacioÌn y lo que vendriÌa despueÌs: comparecencia ante el Juzgado de Guardia, que era el que debiÌa acordar la puesta en libertad del president y fijar la agenda para comparecer ante la CaÌmara del Consejo, el tribunal encargado de resolver sobre la entrega o no a EspanÌa.
Cuando Paul y yo llegamos al juzgado nos estaban esperando, y a los pocos minutos se nos unioÌ Simon, que veniÌa de un juicio. Nos hicieron pasar a la sala de prensa y alliÌ nos encontramos, casi media hora despueÌs, con el president. Cuando ya estaÌbamos todos reunidos, bajoÌ el fiscal para saludarnos y comentar cuaÌl era su visioÌn de lo que habiÌa que hacer; nosotros le expusimos la nuestra y acordamos entre todos la mejor forma de proceder.
Desde antes de la comparecencia habiÌamos indicado al fiscal nuestra intencioÌn de reclamar la inmunidad con la que contaba el president, y le informamos de que el Parlamento Europeo no la estaba reconociendo y de que teniÌamos dos demandas pendientes en el TJUE por este tema, maÌs una cuestioÌn prejudicial que habiÌa cursado Marchena en relacioÌn a Oriol Junqueras.
El tiempo pasaba y no entendiÌamos por queÌ seguiÌamos esperando que nos llamaran para la comparecencia ante el juez, por lo que fui a preguntar y me indicaron que seguiÌa con detenidos y que se iba a alargar un poco maÌs. Simon teniÌa que coger un vuelo a Madrid y yo otro; al final solo Simon cogioÌ el vuelo previsto.
Sobre las 18.30 subimos al despacho del juez y, nada maÌs entrar, nos saludoÌ a los tres y me preguntoÌ por mis otros defendidos; le indiqueÌ que estaban en BeÌlgica pero que, seguÌn teniÌamos entendido, solo se habiÌa cursado una uÌnica euroorden. Tras revisar los documentos me confirmoÌ que asiÌ era pero que no lo entendiÌa; nosotros tampoco, pero, a esas alturas, en la justicia belga ya no tratan de entender a Llarena, sino simplemente de cumplir con sus compromisos internacionales.
El juez informoÌ al president Puigdemont de los cargos, como era su obligacioÌn, y le preguntoÌ si queriÌa ser entregado; la respuesta fue simple, clara y sin maÌrgenes para la duda: «No, no quiero». ContinuoÌ la comparecencia y se entroÌ en el aÌmbito de la situacioÌn personal, es decir, queÌ medida se acordaba mientras se sustanciaba el procedimiento. Fue entonces cuando Paul alegoÌ que se trataba de un diputado al Parlamento Europeo y que, por tanto, contaba con inmunidad.
Como habiÌamos hecho con el fiscal, fuimos claros indicaÌndole al juez la situacioÌn completa y dejando patente que el Parlamento negariÌa tal condicioÌn, al menos mientras el TJUE no se pronunciase respecto a los casos que alliÌ teniÌamos. El juez nos comunicoÌ lo que habiÌa decidido: el president deberiÌa permanecer en dependencias policiales hasta la manÌana siguiente, que seriÌa cuando el Parlamento le responderiÌa a la consulta que iba a realizar en esos momentos; si era positiva, se rechazariÌa la euroorden y quedariÌa en libertad, y si era negativa, la euroorden seguiriÌa su curso pero el president, igualmente, quedariÌa en libertad con la obligacioÌn de informar al juzgado si iba a salir de BeÌlgica. La situacioÌn no era la mejor, en realidad no nos la esperaÌbamos, y todos los esfuerzos de discrecioÌn que nos habiÌa pedido o mejor dicho impuesto la FiscaliÌa saltaron por los aires, pues a nadie se le escapoÌ que el president Puigdemont llevaba todo un diÌa en silencio y no se encontraba localizable.
Ante ese panorama pediÌ instrucciones al propio president y acordamos que yo hablariÌa con Elsa Artadi para que ella se encargase de lo poliÌtico, y nada maÌs salir tambieÌn hablariÌa con Jami para llamar a su esposa y explicarle la situacioÌn. No quedaba maÌs remedio y, seguÌn nos habiÌan asegurado, los traÌmites se terminariÌan a la manÌana siguiente sin maÌs demora.
Nos despedimos del president, que me dio algunas instrucciones de aÌmbito maÌs domeÌstico. El jefe de la unidad policial me pidioÌ mi teleÌfono y me dio el suyo por si teniÌamos que comunicarnos, cosa que hicimos en un par de ocasiones entre esa noche y la manÌana siguiente.
Antes de separarnos les expliqueÌ a los policiÌas que, si introduciÌan en el sistema la situacioÌn del president, en EspanÌa se filtrariÌa la noticia y toda la discrecioÌn solicitada por la FiscaliÌa de Bruselas saltariÌa por los aires. Me indicaron que no lo hariÌan sino hasta muy avanzada la noche, para de esa forma evitar una filtracioÌn hasta que hubiese finalizado el proceso de regularizacioÌn de la situacioÌn del president.
Al salir, Paul tuvo que correr para alcanzar el uÌltimo tren a su casa, y, como me estaban esperando Jami y los responsables de la seguridad del president, me encargueÌ de informarle inmediatamente y procedimos a llamar a Marcela para explicarle la situacioÌn. La entereza, determinacioÌn, entrega e inteligencia emocional de Marcela Topor alguÌn diÌa seraÌn apreciadas en toda su intensidad, pero quienes la conocemos no necesitamos esperar nada para saberlo.
DespueÌs de esta llamada, que no es ni un traÌmite ni algo sencillo, Jami y yo nos encargamos de cuestiones maÌs praÌcticas como, por ejemplo, conseguir un hotel donde alojarme y ver de comprar artiÌculos de aseo y una muda de ropa, puesto que yo habiÌa ido solo para un diÌa. Con todo esto resuelto llameÌ a Isabel para contaÌrselo, aun cuando ella estaba al tanto de coÌmo iban las cosas.
Al llegar al hotel lo uÌnico que me apeteciÌa era dormir un poco; no habiÌa comido en todo el diÌa, pero en la tensioÌn entre hambre y suenÌo siempre se termina cediendo a favor de este uÌltimo, y en esta ocasioÌn no iba a ser distinto. Justo cuando me estaba acostando me llamoÌ el policiÌa encargado de la situacioÌn del president para preguntarme si habriÌa alguien en Waterloo para ir a buscar sus artiÌculos de aseo y ropa para la manÌana siguiente; claro que siÌ, pues siempre hay alguien alliÌ por razones de seguridad, asiÌ es que aviseÌ de que iban de camino y me fui a la cama, dejando el teleÌfono conectado y con la alarma puesta para las seis de la manÌana. Menos mal que la puse.
Por la manÌana del 18, despueÌs de ducharme bajeÌ a desayunar para estar preparado para un diÌa que no sabiÌa cuaÌn largo seriÌa, con la cabeza puesta en lo que teniÌamos que resolver en Bruselas y mirando en Internet la mejor forma de llegar a Frankfurt antes de la hora de la presentacioÌn a la que me habiÌa comprometido.
Jami y yo quedamos para juntarnos sobre las 8 de la manÌana cerca de los juzgados, en una cafeteriÌa que conociÌamos de anteriores ocasiones. Mientras iba en el taxi me sonoÌ el teleÌfono. Era un periodista madrilenÌo de tribunales que me dijo: «Gonzalo, tengo alguna informacioÌn y necesito confirmar si Puigdemont estaÌ detenido». No tuve mucho que pensar porque era evidente que al introducirse los datos en el sistema desde EspanÌa se habiÌa filtrado la noticia y no teniÌa sentido negarla, asiÌ que mi respuesta fue directa: «SiÌ, pero quedaraÌ en libertad antes de las 3 de la tarde. No puedo darte maÌs datos».
Al juntarme con Jami, y antes de que le dijese nada, me soltoÌ: «Ya es puÌblico, asiÌ que ahora hay que sacarlo cuanto antes». La respuesta fue simple: «No te preocupes, lo tengo claro». Y es que en esos momentos en Catalunya se estaban viviendo intensas y duras jornadas de protesta como reaccioÌn a la sentencia, y tanto el president como Jami y yo eÌramos conscientes de que, si se alargaba la situacioÌn, el simple hecho de que Puigdemont estuviese detenido incendiariÌa maÌs los aÌnimos y las calles. Muchas veces, a lo largo de estos maÌs de dos anÌos, el contexto ha sido clave, y eso es algo que no se puede omitir si se quiere actuar correctamente y con responsabilidad.
No podiÌamos fallar, se trataba de evitar males mayores y, por tanto, habiÌa que correr. No alcanzamos a tomarnos un cafeÌ entre llamadas y maÌs llamadas, muchas de periodistas y otras de gente cercana al president, muy molestos porque no se les hubiera informado con antelacioÌn a su presentacioÌn. No entendiÌan, creo que ahora ya lo hacen, que se actuoÌ como se debiÌa y que eso fue lo mejor y lo maÌs responsable, pero nada impidioÌ que tuviese que oiÌr todo tipo de improperios.
Pocos minutos despueÌs me llamoÌ la policiÌa para decirme que trasladaban al president al juzgado y que fuese lo antes posible porque ya se habiÌa filtrado la noticia. Inmediatamente pagamos y nos fuimos para allaÌ. Al llegar vi a un grupo de periodistas catalanes y espanÌoles, entre ellos alguÌn buen y querido amigo, pero mi misioÌn ahiÌ no era atenderles, sino solucionar la situacioÌn, asiÌ que, aprovechando que lloviÌa, puse el paraguas de lado y paseÌ junto a ellos sin que se diesen cuenta, entrando raÌpidamente en el edificio y subiendo a la planta donde estaÌ ubicado el juzgado de guardia.
Arriba, en una amplia sala de reuniones, me esperaban los policiÌas del diÌa anterior y el president Puigdemont, que veniÌa perfectamente vestido y afeitado... EÌl se habiÌa podido afeitar mientras yo, que no estaba detenido, no lo habiÌa conseguido. Nos trajeron cafeÌ en cantidades industriales y pudimos retomar la conversacioÌn donde la habiÌamos dejado la noche anterior, no sin antes informar al president de todo lo sucedido y de las diversas conversaciones con las personas de su equipo poliÌtico y con Marcela, que era la que maÌs le preocupaba.
Sin solucioÌn de continuidad, el president me dijo: «ConfiÌo en que esto se solucione raÌpido porque estoy muy preocupado con la situacioÌn en las calles». La respuesta fue sencilla: asiÌ se hariÌa. Justo en esos momentos entroÌ una persona pidieÌndome que fuese al despacho del fiscal jefe para comentar un tema. Al llegar, este me saludoÌ con exquisita correccioÌn y muy afablemente, y lo primero que me dijo era que sentiÌa el retraso y que abajo estaba lleno de medios, por lo que seriÌa conveniente que acordaÌsemos una liÌnea de comunicacioÌn para que todos dijeÌsemos maÌs o menos lo mismo. Me ensenÌoÌ el borrador del comunicado que habiÌa preparado y le indiqueÌ que me pareciÌa bien, que no veiÌa problemas y que nosotros diriÌamos lo mismo. Es un placer trabajar en las jurisdicciones donde existe respeto mutuo y donde al abogado no se le ve ni como un contrario, ni como un enemigo, ni como a uno de «los malos», sino como a otra parte necesaria para que la administracioÌn de justicia y el sistema de justicia democraÌtica funcione.
VolviÌ a la sala de reuniones, comenteÌ con el president y con los policiÌas lo acordado y a los pocos minutos agentes del juzgado nos informaron de que ya habiÌa contestado el departamento de protocolo del Parlamento Europeo indicando que «hasta la fecha no les consta el senÌor Puigdemont como diputado». Por tanto, el juez no le reconoceriÌa por ahora la inmunidad y continuariÌa la tramitacioÌn del procedimiento, dejaÌndole en libertad en ese mismo momento.
SabiÌamos que esa seriÌa la respuesta del Parlamento, no esperaÌbamos otra, pero desde un punto de vista de nuestra estrategia legal era absolutamente obligatorio plantear la concurrencia de un requisito de procedibilidad como era la inmunidad, que en nuestra opinioÌn y como se ha demostrado posteriormente teniÌan el president Puigdemont y, cuando llegase el momento, tambieÌn Toni ComiÌn y Clara PonsatiÌ.
Al salir fuimos rodeados por los muchos periodistas alliÌ presentes y el president explicoÌ la situacioÌn, luego yo di algunas respuestas teÌcnicas y finalmente logramos avanzar y subirnos al coche en el que nos esperaba Jami. Partimos rumbo a la Gare du Midi, donde me dejariÌan a miÌ, ya que teniÌa que tomar el proÌximo tren a Frankfurt si queriÌa llegar a tiempo a mi presentacioÌn.
El viaje lo hice pegado al teleÌfono, solucionando temas del despacho y contestando a muÌltiples llamadas de medios, y tambieÌn hablando con Christophe y con Aamer, que necesitaba saber coÌmo habiÌamos resuelto lo del president; eÌl, como yo, no entendiÌa por queÌ Llarena solo habiÌa cursado esa euroorden... no sabiÌamos si era un error, una trampa o simplemente una maÌs de las estrategias de Llarena, que tan malos resultados le han dado siempre.
En Escocia la cosa era maÌs confusa si cabe, puesto que la policiÌa nos informaba de que estaban activas las eurooÌrdenes pero auÌn no ejecutaban la de Clara; maÌs tarde descubrimos que era porque el servicio juriÌdico de la NCA, la agencia contra el crimen del Reino Unido, consideraba que la euroorden contra Clara era confusa, poco definida y por unos hechos que no teniÌan encaje delictivo en el Reino Unido. Cuando eso se hizo puÌblico fue un nuevo reveÌs para el Tribunal Supremo, tanto es asiÌ que la diplomacia espanÌola tuvo que salir a ganarse el sueldo y mover Roma con Santiago para conseguir que se rectificase el comunicado y salvar la situacioÌn.
Al poco de producirse esa rectificacioÌn, Borrell salioÌ en Twitter exhibiendo la nueva resolucioÌn, pero, como suele hacer, con excesivo iÌmpetu y escaso consejo legal, desvelando datos protegidos de Clara, cosa que maÌs temprano que tarde le traeraÌ una nueva sancioÌn. Los nervios le pudieron y siempre son malos consejeros, maÌs auÌn en personas a las que se les presume cierta capacidad y experiencia.
Al llegar al hotel de Frankfurt me ducheÌ, necesitaba despejarme, y me cambieÌ de ropa por otra que habiÌa comprado cerca de la estacioÌn de Bruselas. Desde alliÌ me fui a la presentacioÌn, que duroÌ cerca de dos horas; al finalizar me invitaron a cenar y luego partiÌ, cerca ya de medianoche, hacia mi hotel junto al aeropuerto para tomar el vuelo de las 6 de la manÌana rumbo a Madrid.
SaÌbado y domingo lo pasamos en casa, descansando y revisando algunos temas pendientes; en esos momentos ni Isabel ni yo podiÌamos ser conscientes de lo que se nos veniÌa encima y de lo mal que lo pasariÌamos, especialmente nuestra hija Elena, unas pocas horas despueÌs. La manÌana del 21 de octubre me levanteÌ, como suelo hacer casi a diario, sobre las 05.30; despueÌs de ducharme saqueÌ a pasear a Lili. Nada maÌs salir vi al fondo de la calle un coche con el motor y las luces encendidas, algo que siendo una zona muy tranquila y en la que todos nos conocemos me llamoÌ la atencioÌn, pero seguiÌ caminando. Al girar hacia la calle principal observeÌ coÌmo un coche aparcaba pero nadie se bajaba del mismo, lo que no dejoÌ de parecerme extranÌo teniendo en cuenta que eran las 6 de la manÌana y que en esa zona solo hay casas... SabiÌa que algo estaba sucediendo, pero no teniÌa claro el queÌ.
RegreseÌ con Lili y sobre las 07.15 desperteÌ a Elena para que se preparase para ir al colegio. Justo antes de las 08:00, mientras Elena desayunaba y yo leiÌa la prensa, sonoÌ el timbre. Nuestra hija quiso ir a abrir pero la freneÌ en seco, pues en esos momentos caiÌ en la cuenta de que evidentemente nada era casual y se me vino a la cabeza el nombre de Manuel Puentes Saavedra, su falsaria declaracioÌn y las palabras que me dijo Wolfgang al despedirse en agosto, asiÌ como maÌs de una advertencia que habiÌa recibido meses antes sobre cuaÌl seriÌa mi futuro si seguiÌa «defendiendo a esos catalanes»... Todo pasoÌ por mi cabeza a gran velocidad, pero no me impidioÌ actuar como teniÌa que hacerlo.
CogiÌ el telefonillo y, sin alcanzar a decir nada, escucheÌ una voz de mujer que deciÌa: «PoliciÌa, abra la puerta». SaliÌ no sin antes decirle a Elena que fuese a buscar a su madre, que se estaba terminando de vestir.
Cruzaron el jardiÌn un grupo de unas ocho personas con chalecos de policiÌa, de esos que se ven en las peliÌculas y en los telediarios; entre ellos vi una cara conocida: era la secretaria judicial —ahora se llaman letrados de la AdministracioÌn de Justicia— del Juzgado Central de Instrucciones NuÌmero 3 de la Audiencia Nacional, a quien conozco por razones profesionales desde hace ya muchos anÌos.
Me entregaron copia de la parte dispositiva del mandamiento de entrada y registro y me preguntaron por mi teleÌfono moÌvil. Les senÌaleÌ que estaba encima de la mesa del escritorio y uno de los policiÌas fue a cogerlo. El trato, desde el comienzo, fue muy correcto y la pobre secretaria judicial me saludoÌ con un gesto de «lo siento», pero tampoco era momento y lugar para decir nada.
Isabel bajoÌ inmediatamente acompanÌada de Elena, y justo en esos momentos llegoÌ Sandra, la persona que nos ayuda con el cuidado de nuestra hija. La agente encargada del operativo, con muy buen criterio, le dijo a Isabel que esto era «rutinario», en lo que creo que fue una forma de rebajar tensioÌn ante la presencia de mi hija. Inmediatamente Isabel repitioÌ «rutinario» y Elena hizo lo propio.
Le di un gran abrazo y un beso a nuestra hija, pues en esos momentos no sabiÌa cuaÌndo ni coÌmo ni doÌnde volveriÌa a verla, pero sabiÌa que era un momento clave en nuestras vidas, especialmente en la suya. Por tanto, manteniendo la serenidad, le deseeÌ un buen diÌa en el colegio y la volviÌ a besar, pero no le dije el acostumbrado «nos vemos a la noche». No sabiÌa si eso iba a ser asiÌ y no queriÌa mentirle o que ella, luego, se sintiese enganÌada. Acto seguido, Sandra la sacoÌ de alliÌ, hacieÌndonos un gesto de complicidad a Isabel y a miÌ, y partieron rumbo al colegio.
La policiÌa buscaba algo en mi teleÌfono y en nuestros ordenadores y memorias USB, nunca hemos sabido el queÌ, pero a medida que los iban probando nos los iban devolviendo con manifiesto desenganÌo. Lo revisaron todo muy superficialmente y sin atropello ni desorden alguno. Debo decir que nada me encajaba porque he estado en muchos registros y no suelen ser asiÌ, mucho menos en una casa donde hay tantos libros que podriÌan ser el escondite perfecto para cualquier tipo de objeto, documento o lo que sea.
Al cabo de hora y media y antes de terminar les pregunteÌ si estaba detenido y la primera en responder fue Isabel, que dijo: «No, eso ya lo han dejado claro». La verdad es que no entendiÌa en queÌ momento lo habiÌan dejado claro, pero seguramente yo no me habiÌa dado cuenta y era el uÌnico que no sabiÌa cuaÌl era la situacioÌn.
Sabiendo ya que no estaba detenido, les informeÌ de que me hariÌa un cafeÌ y les ofreciÌ lo mismo, pero nadie aceptoÌ, imagino que por protocolo de actuacioÌn. Antes de terminar hableÌ con la agente al mando y acordamos que Isabel y yo nos iriÌamos al despacho en mi coche para poder volver a casa por la tarde; en realidad, lo que queriÌa era estar seguro de que no seriÌa detenido despueÌs.
Cuando nos indicaron que habiÌan terminado —cuando ya no quedaban memorias USB ni ordenadores por revi- sar—, nos organizamos para irnos y les recomendeÌ seguirme porque no es sencillo salir hacia el despacho, donde tendriÌa lugar el siguiente registro.
Isabel y yo nos subimos a mi coche, y nada maÌs salir del portal nos encontramos con dos caÌmaras de televisioÌn cubriendo en directo el espectaÌculo del registro en la casa «del abogado de Puigdemont», pues ese era, en definitiva, el titular que buscaban. Creo que la cara de sorpresa de los caÌmaras fue mayuÌscula cuando me vieron a miÌ conduciendo, la misma que puso maÌs de uno cuando comprobaron que no estaba detenido.
De camino a Madrid conecteÌ el teleÌfono de Isabel al manos libres, y justo en ese momento entroÌ una llamada de un periodista de la Cadena Ser, Miguel AÌngel Campos, al que le contesteÌ yo mismo. Tampoco eÌl daba creÌdito a todo esto y a que fuese yo quien atendiÌa el teleÌfono mientras conduciÌa. Cuando colgoÌ llameÌ a Wolfgang Kaleck para informarle de la situacioÌn, pero eÌl iba ya por delante y justamente esa manÌana su equipo y una serie de organizaciones y destacados abogados habiÌan remitido a Diego GarciÌa-SayaÌn, reportero especial de Naciones Unidas para la Independencia de Jueces, Fiscales y Abogados, una comunicacioÌn denunciando la situacioÌn de acoso y de continuos ataques que yo veniÌa recibiendo desde haciÌa meses por mi trabajo de defensa de los procesados catalanes.
Claro estaÌ, alcanzaron a incorporar lo de las entradas y registro. Wolfgang estaba muy preocupado, trataba de darme aÌnimos, de indicarme lo que estaban haciendo y de transmitirme saludos de muchos amigos y companÌeros de Alemania, Francia, BeÌlgica, Holanda, Estados Unidos, Australia, Suiza, Italia, etc. Las muestras de solidaridad fueron muÌltiples y en el momento preciso, sumaÌndose, minutos despueÌs, la de Edward Snowden, amigo y defendido, que la hizo puÌblica en Twitter y luego en privado.
Le expliqueÌ que iÌbamos al despacho y que en principio no estaba detenido, pero que mi teleÌfono habiÌa sido incautado y se encontraba en poder de la secretaria judicial porque queriÌan clonarlo. Wolfgang no daba creÌdito a una medida asiÌ e insistiÌa en preguntarme si eso de verdad lo habiÌa autorizado un juez. Mi respuesta: «Eso parece, no creo que se hayan inventado la resolucioÌn cuya parte dispositiva me han ensenÌado».
Una y otra vez me insistiÌa Wolfgang en lo mismo: «Gonzalo, no deben acceder a tu moÌvil, no es tuyo lo que hay ahiÌ, sino de tus defendidos». Yo lo teniÌa claro, lo sorprendente es que se hubiese autorizado, algo que no habriÌa pasado en ninguÌn otro paiÌs de la UnioÌn Europea... Veremos cuaÌl seraÌ la respuesta judicial que tal medida obtendraÌ de la Justicia europea si llega ese momento.
Antes de llegar al despacho les hice senÌas a los policiÌas que veniÌan en un coche detraÌs del nuestro de que iriÌa a aparcar; por tanto, en lugar de girar en la calle del despacho seguiÌ unos metros maÌs y me metiÌ por otra. Bajamos al parking y de ahiÌ fuimos caminando hacia nuestra oficina para, metros antes de llegar, encontrarnos con los companÌeros de despacho, que estaban alliÌ esperaÌndonos, desconcertados y dispuestos a ayudar en lo que fuese necesario.
Isabel y yo les indicamos que se podiÌan ir a casa y que era mejor asiÌ, pues no sabiÌamos cuaÌnto tiempo llevariÌa todo aquello. Nuestros companÌeros no quedaron convencidos y nos dieron aÌnimos y dijeron que, de ocurrir cualquier cosa, les avisaÌsemos. Isabel y yo continuamos caminando hasta llegar al despacho no sin antes encontrarnos con multitud de caÌmaras de televisioÌn y periodistas apostados frente a nuestras oficinas, vaya uno a saber avisados por quieÌn.
En la puerta del despacho nos esperaba una persona del Colegio de Abogados en representacioÌn del decano, como establece la ley para estos casos, y una vez se presentoÌ entramos todos. El registro fue, al igual que en casa, muy superficial, sin entrar en los ordenadores de ninguno de nuestros companÌeros ni tampoco en el de Isabel, y limitaÌndose a buscar en mi ordenador unas palabras claves que traiÌan apuntadas en un papel, ejercicio que repitieron una vez dentro de mi correo corporativo pero sin resultado alguno, lo que se reflejaba en las caras de frustracioÌn que iban poniendo.
Al no encontrar nada de lo que buscaban optaron por copiar todo el correo electroÌnico desde 2012 en adelante en un disco duro que llevaban a dichos efectos. Luego, se instalaron en la sala de reuniones para intentar clonar mi teleÌfono moÌvil por orden judicial, porque yo me negueÌ a que se llevasen el equipo, ya que ahiÌ tengo todo mi trabajo, contactos, notas profesionales, etc., todo ello amparado por el secreto profesional.
El proceso de clonado fracasaba, por razones teÌcnicas que me superan, una y otra vez, por lo que dicha accioÌn se iba eternizando. En un momento dado me preguntaron si teniÌamos caja fuerte y les indiqueÌ que no. Fue un grave error, porque solo dos horas maÌs tarde me pidieron que bajase y me ensenÌaron, justo debajo de la escalera, lo que pareciÌa ser una caja fuerte; yo, por extranÌo que parezca, no teniÌa ni idea de que existiese.
Mi cara de sorpresa debioÌ de dejarles descolocados, pero, como estaba muy tranquilo, reaccioneÌ bien y les dije que, si queriÌan, lo consultaÌbamos con el propietario de la casa donde tenemos el despacho, a lo que accedieron. Contactamos con eÌl y nos indicoÌ que, efectivamente, era una caja fuerte, que llevaba ahiÌ deÌcadas y que, seguramente, estaba abierta. No era asiÌ y no habiÌa forma de abrirla, por lo que llamaron a una unidad especial de la PoliciÌa Nacional.
Llegaron dos agentes con monos azules y comenzaron a maniobrar con la caja. Al no poder abrirla acordaron perforarla con un equipo que traiÌan e introdujeron una pequenÌa caÌmara que les permitiÌa ver todo su interior: la caja, efectivamente, estaba vaciÌa, por lo que todos los esfuerzos, y maÌs de dos horas de trabajo policial, corroboraban lo que se les 203 habiÌa dicho. Meses maÌs tarde sufrimos un extranÌo robo en el cual no se llevaron nada, y por sorprendente que parezca los «ladrones» trajeron un soplete especial para abrir esa misma caja fuerte que, hasta el 21 de octubre de 2019, era desconocida para nosotros.
El clonado de mi teleÌfono, auteÌntico objetivo de toda la operacioÌn, seguiÌa sin poderse realizar, y mientras todo esto sucediÌa Isabel iba recibiendo cientos de llamadas de familiares, amigos, clientes, periodistas, etc., y me iba informando. Eran momentos complejos y todos los apoyos recibidos ese diÌa se agradecieron y se agradecen mucho, pues es en situaciones como esa en las que uno ve con quieÌn cuenta y con quieÌn no. A miÌ, entonces y ahora, lo que realmente me preocupaba era Elena y coÌmo estaba yendo su jornada escolar; en realidad, no me preocupaba tanto ese diÌa como los siguientes, porque cuando se filtroÌ la noticia ella ya estaba en el colegio y, por tanto, sus companÌeros no contaban con informacioÌn, pero al diÌa siguiente siÌ que la tendriÌan y eso podiÌa pasarle una dura factura a nuestra hija.
Sobre las 21.30 llegoÌ al despacho Eduardo GarciÌa- PenÌa, abogado al que designeÌ, junto a Francisco AnduÌjar, para mi defensa. Ambos son no solo grandes abogados, sino buenos amigos, y en sus manos me siento absolutamente seguro. Eduardo veniÌa muy acelerado de un largo juicio, y cabreado con la situacioÌn pero no sorprendido porque, estando ellos personados en el mismo procedimiento, conociÌan las declaraciones de Puentes Saavedra y sabiÌa cuaÌn falsas e interesadas eran.
Nos reunimos en mi despacho un buen rato, Eduardo habloÌ con el companÌero que habiÌa enviado el decano y luego se instaloÌ en la sala de reuniones, donde seguiÌa el proceso para clonar mi moÌvil. Sobre la medianoche terminoÌ el proceso y, antes de irse, la policiÌa montoÌ una pequenÌa caja de esas que se usan para sacar los efectos intervenidos; como no lo entendiÌamos, porque no se habiÌa intervenido nada, el representante del decano preguntoÌ para queÌ era y, sin rubor, uno de los agentes dijo: «DespueÌs de quince horas no podemos salir con las manos vaciÌas, esto estaÌ lleno de periodistas».
SiÌ, los periodistas seguiÌan ahiÌ y yo ni me habiÌa dado cuenta de que, por la manÌana, uno habiÌa intentado entrar diciendo que era «prensa policial» y veniÌa, como el resto de policiÌas, con un chaleco policial; fue Isabel quien lo impidioÌ porque, sinceramente, yo ni me entereÌ de ese episodio hasta muy avanzada la noche. Teniendo una unidad de «prensa policial» no me extranÌa que sean tan comunes las filtraciones que se producen de causas secretas, con lo que ello implica a nivel de respeto a la presuncioÌn de inocencia y a lo expresamente establecido en la Directiva Comunitaria 2016/343, que por lo visto en EspanÌa creen que no les afecta.
Una vez se fueron, y como habiÌamos pedido a nuestra companÌera RociÌo que se acercase, nos sentamos los tres con Eduardo a estudiar los pasos que debiÌamos seguir toda vez que me habiÌan dejado citado para declarar, en calidad de investigado, para el mieÌrcoles siguiente, 23 de octubre. AdemaÌs habiÌan bloqueado mi cuenta personal y la del despacho, lo que, estando a fin de mes, nos generaba serios problemas.
Cuando terminamos, cada cual se fue a su casa despueÌs de ser abordados por una periodista joven que era la uÌnica que seguiÌa «al pie de la noticia». DespueÌs de contestar a sus preguntas, Isabel y yo nos fuimos a coger el coche y regresamos a casa, donde Elena dormiÌa plaÌcidamente. Aprovechamos para hablar con su cuidadora y explicarle lo sucedido, aunque ella lo teniÌa bastante claro, y darle una serie de pautas para el diÌa siguiente, ya que nosotros teniÌamos que ir a Barcelona y hacer noche alliÌ.
Casi sin dormir, porque la cabeza no paraba de darme vueltas, sobre las 5 de la manÌana me levanteÌ, me ducheÌ, me vestiÌ y saqueÌ a pasear a Lili. Con las imaÌgenes del diÌa anterior muy vivas, puse atencioÌn a cualquier cosa que me llamase la atencioÌn durante el paseo. Al regresar saliÌ disparado al aeropuerto ya que volaba a las 07.00 a Barcelona e Isabel lo hariÌa a mediodiÌa; por la tarde yo teniÌa una serie de reuniones y ella una mesa redonda organizada por la gente de VilaWeb.
Estaba agotado, pero no dormiÌ durante el viaje porque teniÌa mil cosas en la cabeza y no fueron pocas las personas que me saludaron durante el vuelo y dieron discretas pero claras muestras de apoyo. Al llegar a Barcelona cogiÌ un taxi para ir al hotel donde nos alojariÌamos y dejar el equipaje para moverme con maÌs tranquilidad. El taxista fue muy discreto, me saludoÌ y no dijo nada, pero al llegar a mi destino y preguntarle por el importe me dijo: «Si le cobro a usted, despueÌs de todo lo que estaÌ haciendo por nosotros y de lo que estaÌ padeciendo, mi mujer me echa de casa. Le deseo mucha suerte, senÌor Boye».
Al entrar en el hotel, el mismo donde nos alojamos siempre, las muestras de apoyo y carinÌo por parte de los trabajadores fueron un no parar y, mientras me tomaba un cafeÌ, aparecioÌ uno de los duenÌos a darme un abrazo y todo su apoyo. AsiÌ seriÌa durante todo el diÌa alliÌ adonde fuese, y sinceramente es algo que tanto Isabel como yo agradecimos entonces y agradecemos ahora.
Tuve una primera reunioÌn en el despacho de Costa a la cual se acercoÌ Cekpet, que llegoÌ un poco tarde porque se nos olvidoÌ pedir una credencial para su acceso al Parlament; en ella hicimos una breve valoracioÌn de lo sucedido con el registro de mi casa y despacho, pues habiÌa que discernir a cuaÌnta documentacioÌn confidencial habiÌan podido tener acceso. Inmediatamente nos pusimos a trabajar, no teniÌamos tiempo que perder toda vez que nos venciÌa un tema del Supremo relacionado con la demanda que habiÌamos interpuesto por no notificar al Parlamento Europeo los resultados electorales y su correcta proclamacioÌn.
Nada maÌs salir de alliÌ me fui caminando al Palau de la Generalitat, donde teniÌa prevista una reunioÌn con el president Torra y su equipo para ir preparando su juicio, que se celebrariÌa en tres semanas. Como siempre hago cuando acudo a una reunioÌn con el president Torra, antes de llegar pregunto por doÌnde hay que entrar, pues su agenda es muy compleja y nos reunimos en una u otra zona del Palau en funcioÌn de ella. Se me informoÌ de que entrase por delante y al acceder me estaban esperando y me escoltaron para subir al patio de los naranjos. En el rellano de la escalera estaba ya el president Torra; me sorprendioÌ la situacioÌn, pero al acercarme a eÌl me dio un fuerte abrazo y me dijo: «AquiÌ te recibimos como a una autoridad. Confiamos en que tuÌ, Isabel y Elena esteÌis bien despueÌs de lo de ayer».
Fue un claro acto de carinÌo y apoyo que me vino muy bien, y hasta despueÌs de salir del Palau no supe que el president Torra, muy valientemente, habiÌa tuiteado una foto que nos hicieron al saludarnos con un mensaje de apoyo. Se lo agradezco mucho porque, como digo, es en estos momentos donde uno sabe con quieÌn cuenta y con quieÌn no. ComiÌ con el president Torra y su equipo, y aprovechamos ese tiempo para revisar algunos temas de su juicio y, sobre todo, algunos planteamientos que queriÌamos hacer, pues si bien teÌcnicamente eran acertados requeriÌan ser contrastados con el defendido porque, como he dicho en maÌs de una ocasioÌn, defender a un poliÌtico implica no solo el uso de la teÌcnica juriÌdica, sino tambieÌn la comprensioÌn de a quieÌn se estaÌ defendiendo y queÌ defiende el defendido. Abstraerse de ello es renunciar a ver la realidad y dejar coja la defensa; un buen abogado siempre mira la situacioÌn en su conjunto y no la segmenta; de hacerlo solo demostraraÌ una escasa o nula comprensioÌn sobre el encargo profesional que ha asumido.
La reunioÌn fue fructiÌfera, logramos avanzar mucho y dejamos establecida la agenda previa al juicio, en que ya abordariÌamos aspectos maÌs puntuales que en esos momentos no eran necesarios. El president Torra teniÌa las ideas muy claras, su condicioÌn de abogado facilita mucho la discusioÌn juriÌdica, y compartiÌa plenamente la liÌnea de defensa escogida.
Al salir fui a otra reunioÌn con una buena amiga abogada para comentar todo lo sucedido el diÌa anterior; ella era consciente, desde haciÌa tiempo, de que me habiÌan transformado en un objetivo que abatir y, por tanto, que algo asiÌ podiÌa suceder en cualquier momento y bajo cualquier pretexto. Lo estuvimos analizando todo por espacio de cerca de dos horas para irnos juntos al acto en que participaba Isabel. Cuando llegamos nos dimos cuenta de que estaba lleno a rebosar, y es que era un buen panel: Jon InÌaÌrritu e Isabel Elbal presentados o moderados por Josep Casulleras. Nos sentamos donde pudimos y seguimos el acto con mucha atencioÌn; la conversacioÌn, porque no era debate, fue tremendamente interesante, en un tono amable y con mucha profundidad.
Al finalizar nos fuimos a cenar con Josep, Jon, Vicent Partal con su esposa e hija y algunos amigos, entre ellos Costa y Miriam. Fue una cena muy agradable, pero siempre he tenido la impresioÌn de que todos estaban como despidieÌndose de miÌ, pues eran conscientes de que al diÌa siguiente compareceriÌa en la Audiencia Nacional y poco o nada se sabiÌa de lo que alliÌ me esperaba y se pudiese decidir. Por eso, al despedirnos, todos nos dieron fuertes y emotivos abrazos.
DespueÌs de dormir muy pocas horas, nos levantamos y partimos al aeropuerto, ya que teniÌamos que coger el primer vuelo de la manÌana. Al subirnos al avioÌn una de las azafatas me dio la mano y me dijo: «Mucho aÌnimo, senÌor Boye, somos muchos los que le apoyamos y confiamos en que vaya todo bien». Esa no fue la uÌnica muestra de apoyo vivida en ese vuelo, ya que muchas personas pasaron junto a nosotros daÌndonos muestras inequiÌvocas de carinÌo. TambieÌn, es innegable, todos nos miraban con cierta pena.
Al llegar pasamos por el despacho para hablar con nuestros companÌeros, dejar el equipaje y coger algunos documentos que podiÌamos necesitar. Una vez hablamos todos, y tras tomar un par de cafeÌs, salimos hacia la Audiencia Nacional, ya que habiÌamos quedado con Francisco AnduÌjar en una cafeteriÌa cercana; Eduardo GarciÌa PenÌa vendriÌa cuando terminase un juicio por jurado que teniÌa ya comenzado.
Cuando llegamos a la cafeteriÌa en la que habiÌamos quedado con Paco, nos saludamos efusivamente y comenzoÌ a explicarnos lo que habiÌa preparado; a medida que avanzaba vi no solo lo mucho que conociÌa la causa, sino lo preocupado que estaba por si adoptaban una medida de prisioÌn provisional. Paco es muy buen abogado y, en este caso, le tocaba defender a un amigo; conociendo como conoce la Audiencia Nacional, veniÌa preparado para todo.
Minutos antes de la hora prevista cruzamos hacia la Audiencia y alliÌ nos encontramos con muchos periodistas de diversos medios de comunicacioÌn; gran parte de ellos conocidos o amigos nuestros de tantos anÌos trabajando alliÌ. En general fueron muy respetuosos y nos preguntaron si hariÌamos declaraciones en ese momento o al salir y contesteÌ raÌpidamente: «Al salir». Creo que lo hice como reforzaÌndome en la idea de que saldriÌa a pesar de no saber a queÌ me enfrentaba.
La jueza nos hizo pasar con exquisita puntualidad y me ofrecioÌ sentarme en el estrado para declarar, pero declineÌ su oferta indicaÌndole que me sentariÌa donde me correspondiÌa en funcioÌn de mi situacioÌn procesal. No quise ser desagradable, pero creo que era lo correcto. Como ya me habiÌan leiÌdo mis derechos como investigado, fue al grano indicaÌndome que me encontraba alliÌ expresa, uÌnica y exclusivamente en relacioÌn con un presunto delito de blanqueo de capitales, porque habriÌa fabricado unos contratos mercantiles para intentar recuperar un dinero incautado en Barajas a unos clientes miÌos. Me explicoÌ, aunque yo ya lo sabiÌa, que la pieza de blanqueo de capitales de la causa que se seguiÌa en contra de mis defendidos habiÌa sido declarada secreta y me preguntoÌ si iba a declarar.
Tal cual habiÌamos acordado con Paco e Isabel, y tambieÌn antes con Eduardo, indiqueÌ que, primero, me ratificaba en lo dicho en un escrito presentado el 26 de julio, despueÌs de las declaraciones de Puentes Saavedra. Dije que no habiÌa cometido ninguÌn delito pero no podiÌa declarar al estar la causa secreta y sin saber en queÌ medida y sobre queÌ base mis defendidos se podiÌan ver afectados; de hacerlo podiÌa incurrir en un delito de deslealtad profesional o de revelacioÌn de secretos. Por tanto, cuando se levantase el secreto de las actuaciones, hubiese visto en queÌ medida se veiÌan o no afectados mis defendidos y, llegado el caso, solicitase las oportunas dispensas de secreto profesional, yo mismo pediriÌa comparecer y declarar.
Mientras iba explicando mi postura, el fiscal asentiÌa con la cabeza porque todo lo que les estaba diciendo era de una loÌgica juriÌdica apabullante. Un abogado, en una situacioÌn como esa, primero debe velar por los intereses que tiene encomendados, luego por el respeto a la legalidad y, finalmente, por su propia situacioÌn: ese y no otro es el orden que ha de seguirse. Esto, en resumidas cuentas, nos pone, a miÌ y a cualquier abogado en mi situacioÌn, en una tesitura extremadamente compleja... baÌsicamente en una posicioÌn de indefensioÌn.
Al terminar de hablar, el fiscal intentoÌ solicitar una medida cautelar consistente en firmar ante la autoridad judicial los diÌas 1 y 15 de cada mes, a lo que con soÌlidos argumentos se opuso Paco, mi abogado, con mucha coherencia y vehemencia. Cuando me concedieron la palabra trateÌ de ser lo maÌs claro posible: no es necesaria la medida porque todos los diÌas del anÌo estoy a disposicioÌn judicial, el danÌo reputacional ya hecho es bastante y una medida cautelar lo seriÌa auÌn maÌs; ademaÌs, una medida de esas caracteriÌsticas podiÌa afectar a derechos de terceros, ya que una parte importante de mis defendidos vive en el extranjero y comparecer quincenalmente me impediriÌa desarrollar libremente mi profesioÌn.
La jueza, que iba mirando todo atentamente, dijo muy directamente: «Voy a dejarlo claro: no voy a adoptar ninguna medida cautelar porque no es necesario, asiÌ que esta comparecencia ya ha finalizado». Luego firmamos todos el acta, Isabel incluida porque estuvo presente en toda la diligencia, y salimos con la intencioÌn de atender a los medios con los que nos habiÌamos comprometido antes de entrar y en lo que tardamos unos quince minutos.
No eran pocos los periodistas que no entendiÌan lo sucedido pero eran perfectamente capaces de darse cuenta de que nada era inocuo y que las coincidencias no existen en la vida, mucho menos en la Audiencia Nacional, por lo que sus preguntas iban en esa direccioÌn: «¿Por queÌ crees que ha pasado todo esto?».
EstaÌbamos terminando cuando llegoÌ Eduardo y los cuatro cruzamos a otra cafeteriÌa para tomarnos una merecida cerveza y ponerlo en antecedentes de coÌmo se habiÌa desarrollado todo y de cuaÌles eran los siguientes pasos toda vez que se pretendiÌa acceder al contenido de mi moÌvil, a mis correos, y habiÌan decretado el embargo preventivo de mi cuenta bancaria... Trataban de paralizarnos.
Al llegar al despacho nos reunimos con todos los companÌeros que esperaban ansiosos por saber coÌmo habiÌa ido todo y queÌ habiÌa sucedido. Fuimos bastante detallistas a la hora de dar explicaciones, maÌs bien lo fue Isabel, que es quien tiene la paciencia y, justo al finalizar, les indicamos que, si alguien se sentiÌa incoÌmodo en el despacho o consideraba que era mejor no seguir con nosotros, lo entenderiÌamos; la respuesta fue unaÌnime y, a lo largo de estos meses, nuestro equipo ha ido demostrando que no solo lo fue de compromiso, sino por conviccioÌn: nadie mejor que la gente del despacho para saber coÌmo trabajamos, queÌ hacemos, queÌ no hacemos y que, en este caso, no se trata maÌs que de un montaje por el cual una persona presuntamente involucrada en dos delitos de traÌfico de drogas, y tambieÌn presuntamente en un asesinato, fue puesta en libertad despueÌs de declarar en mi contra... Blanco y en botella.
Por la tarde, y de forma inesperada, llegoÌ al despacho una gran amiga que estaba de vacaciones en Madrid y al ver las noticias pasoÌ a saludarnos y a ofrecernos todo su apoyo en lo que pudieÌsemos necesitar; el gesto no pasariÌa maÌs allaÌ de lo anecdoÌtico si no fuese por el puesto que ocupa como fiscala jefa de Lavados de Activos en su paiÌs. Nos tomamos unos cuantos cafeÌs y le estuvimos explicando todo lo sucedido y, al final, sentencioÌ: «Eso no es lavado ni es nada, simplemente han venido a molestarle y a preocuparle».
Por la noche tuve una larga conversacioÌn con Wolfgang Kaleck, que estaba preocupado por la comparecencia en el juzgado y queriÌa todos los detalles. Entre mi anterior conversacioÌn, el lunes cuando se produjeron los registros, y ahora habiÌa una novedad importante: Diego GarciÌa-SayaÌn, reportero especial de Nacional Unidas para la Independencia de Jueces, Fiscales y Abogados, habiÌa emitido un comunicado expresando su preocupacioÌn por mi situacioÌn, y eso se habiÌa producido en un plazo de veinticuatro horas, lo cual deja patente el nivel de preocupacioÌn que mi situacioÌn generoÌ a nivel internacional. Era la primera vez que su gabinete emitiÌa una comunicacioÌn de este tipo respecto a un abogado en un paiÌs de la UnioÌn Europea... AsiÌ de grave era todo y asiÌ lo asumioÌ el reportero especial.
Las llamadas y mensajes de apoyo no cesaron en todos esos diÌas y, como he dicho muchas veces, son muy de agradecer porque es lo que al final cuenta. Entre los mensajes destaco uno de Edward Snowden en que me deciÌa: «Permanece libre, amigo miÌo. Estoy contigo». Lo destaco porque Ed sabe muy bien lo que es ser perseguido no por delinquir, sino por hacer lo que se considera correcto. Todo el jueves lo dediqueÌ a contestar correos, sacar escritos y atender llamadas, y tambieÌn a darle vueltas a la situacioÌn que me habiÌan construido y a coÌmo eso terminariÌa afectando a Elena, que hasta ese momento no habiÌa tenido problemas en el colegio y a la cual Isabel habiÌa preparado mucho por si sucediÌa cualquier cosa.
Lo triste de todo es que estas cosas ocurran sin maÌs y, abiertamente, para mermar el derecho de defensa de quienes no son considerados como oponentes, sino como auteÌnticos enemigos. El viernes a primera hora saliÌ hacia Bruselas donde teniÌamos programada una reunioÌn del Brussels Team y tambieÌn con el president Puigdemont, LluiÌs y Toni, toda vez que era inminente que cursasen las oÌrdenes de detencioÌn en contra de ellos. No sabiÌamos el diÌa, pero estaÌbamos seguros de que asiÌ sucederiÌa y, por tanto, teniÌamos que evaluar coÌmo lo habiÌamos hecho en el caso del president Puigdemont y queÌ habiÌa salido bien y queÌ mal; sin autocriÌtica no hay progreso y en un trabajo como este resulta fundamental para no tropezar dos veces con la misma piedra.
En el aeropuerto me estaba esperando Christophe Marchand, que me recibioÌ con un fuerte abrazo, muy emocionado de verme libre; como somos amigos desde hace muchos anÌos, seÌ que su preocupacioÌn era sincera. Aparte de eso, Christophe y yo habiÌamos hablado haciÌa maÌs de un anÌo de que era posible que se intentase alguna accioÌn policial, y seudolegal, en mi contra para tratar de neutralizar la estrategia internacional. Del aeropuerto nos fuimos directamente a Waterloo y, nada maÌs entrar, tanto el president como Jami me dieron sendos abrazos y me preguntaron todo tipo de detalles sobre lo sucedido; ellos habiÌan estado en todo momento en contacto con Isabel durante los registros, pero no es lo mismo que contar las cosas directamente.
Poco despueÌs llegoÌ LluiÌs, y maÌs tarde y con algo de retraso —tengo que decir que poco para lo que es habitual en eÌl— Toni. Ambos fueron muy carinÌosos y estaban sinceramente preocupados, eran y son conscientes de que este tema no hubiese sucedido de no llevar la defensa que llevamos. TambieÌn lo era mucha gente, unos lo admiten y otros no, pero es evidente que algo asiÌ no habriÌa sucedido sin el papel que me ha tocado jugar en este caso.
Sobre las 12.00 llegaron Paul, Simon y Michelle Hirsh, y dimos comienzo a la reunioÌn con la revisioÌn de lo sucedido durante la comparecencia del president Puigdemont buscando coÌmo evitar que algo asiÌ volviese a suceder; el tiempo que transcurrioÌ entre comisariÌa, fiscaliÌa y juzgado fue excesivamente largo y debiÌamos buscar la forma de acortarlo. DespueÌs de dar muchas vueltas encontramos la manera y todos estuvimos de acuerdo en que era la mejor solucioÌn, porque no podiÌamos renunciar a plantear, en el caso de Toni, el tema de la inmunidad.
Superado el tema de anaÌlisis y decisiones sobre la primera fase de la euroorden de Toni y LluiÌs, teniÌamos que abordar una no menos relevante: llevar los tres procedimientos a un mismo tiempo porque existen elementos de loÌgica juriÌdica, pero tambieÌn de derechos fundamentales, que obligan a hacerlo asiÌ. Al president y a Toni se les reclama por un delito de sedicioÌn en concurso medial con otro de malversacioÌn, y a LluiÌs se le reclama por uno de desobediencia y otro de malversacioÌn que, dicho asiÌ, parece sencillo, pero teÌcnicamente hablando es algo bastante complejo en el marco de una euroorden.
Cuando terminamos la reunioÌn, Toni y yo nos quedamos con el president y la conversacioÌn discurrioÌ, maÌs bien, sobre el tema del Parlamento Europeo y los diversos escenarios a los que nos podriÌamos enfrentar en cuestioÌn de diÌas o semanas, ya que, de una parte, el recurso de casacioÌn en contra de la decisioÌn que nos denegoÌ las cautelares estaba listo para sentencia y podiÌa resolverse en cualquier momento y, de otra, en el tema de las prejudiciales de Junqueras estaba previsto que el abogado general se pronunciase en dos semanas. Finalmente, respecto de nuestra demanda de anulacioÌn solo faltaba fijar fecha para la vista oral.
Todos los caminos estaban abiertos y lo que uno y otro me pediÌan era un escenario lo maÌs realista posible; para ello lo mejor es pensar queÌ hariÌa uno si estuviese en los zapatos del otro. AsiÌ es como hemos operado todo este tiempo y asiÌ es como mejor nos ha ido. Les indiqueÌ que, en mi opinioÌn, nadie diriÌa ni moveriÌa nada mientras no estuviese el informe del abogado general, previsto para el 12 de noviembre, que abordariÌa en un uÌnico documento la globalidad del problema planteado porque no podiÌa permitirse fisuras en la doctrina que emitiese; finalmente, que las resoluciones saldriÌan por orden de mayor a menor en funcioÌn del nivel de la Sala.
Me dijeron: «Traducido, ¿eso queÌ significa?», y expliqueÌ que, en mi opinioÌn, primero saldriÌa el informe del abogado general en el que dariÌa respuesta a lo de Junqueras, a nuestra casacioÌn y a nuestra demanda de anulacioÌn, luego se pronunciariÌa la Gran Sala, es decir el TJUE en pleno, que lo hariÌa en el caso de Junqueras, y luego la vicepresidenta del TJUE, que iriÌa en la liÌnea marcada por el abogado general y la Gran Sala para, finalmente, hacerlo el Tribunal General en relacioÌn a la demanda de anulacioÌn. Ante ese escenario Toni hizo una de sus claÌsicas, por agudas, preguntas de cierre: «¿Y cuaÌndo habremos ganado?». A esto contesteÌ que cuando tengamos las dos primeras, porque el abogado general sienta la doctrina del TJUE y la Gran Sala su jurisprudencia, y en un caso asiÌ necesitamos de ambas.
Las cosas quedaron claras, pero, antes de separarnos, acordamos un plan de actuacioÌn para las siguientes semanas, que, como creiÌamos y luego asiÌ se demostroÌ, seriÌan claves dentro de la estrategia poliÌtica y juriÌdica que se habiÌa gestado dos anÌos antes a partir de que ellos tomaran la decisioÌn de exiliarse, sobre la base de los distintos «Efectos DominoÌ» que les fuimos enviando.
Con el tiempo justo llegueÌ al aeropuerto para coger el uÌltimo vuelo de regreso a Madrid, pues queriÌa pasar el fin de semana en casa y reunirme con calma con mis amigos y abogados para revisar la situacioÌn en la que me habiÌan metido, sin comerlo ni beberlo, a partir de la declaracioÌn de Manuel Puentes Saavedra, cuyas muÌltiples contradicciones y mentiras habiÌan servido de base para investigarme y acordar una entrada y registro en nuestra casa y despacho.
A pesar de la ingente actividad, mi estado de aÌnimo no era el mejor, puesto que no paraba de darle vueltas a la situacioÌn, a coÌmo enfrentarla y al mucho danÌo que se nos habiÌa hecho y, sin duda, auÌn se nos podiÌa hacer. Mi cerebro bulliÌa pensando en Elena y las consecuencias que todo esto tendriÌa para ella, que es, por su edad, la que maÌs lo sufre y la que menos herramientas tiene para combatirlo.
El saÌbado, a primera hora, me fui al supermercado para hacer las compras de casa y lo necesario para hacer una barbacoa a la que vendriÌan Eduardo, Carola y la hija de ambos, asiÌ como Paco, Salva y Marta, tambieÌn con su hijo. La idea era que mientras nosotros hablaÌbamos los ninÌos se entretuviesen y, de esa forma, que no se convirtiese en una aburrida reunioÌn de mayores para nuestra hija.
Fue un diÌa muy agradable, lo revisamos todo y, como siempre ocurre con Eduardo y Paco, sus impresiones eran las correctas y tanto Isabel como yo necesitaÌbamos conocerlas para saber queÌ terreno estaÌbamos pisando. Ya al anochecer la conversacioÌn derivoÌ hacia el tema del caso de nuestros defendidos catalanes y coÌmo podriÌa terminar todo; meses maÌs tarde, Salva me ha recordado que esa noche dije algo que le llamoÌ mucho la atencioÌn: «Les vamos a ganar la partida, de eso no me cabe duda, y mi uÌnica preocupacioÌn es coÌmo me lo van a cobrar desde las cloacas del Estado». El precio auÌn estaÌ por fijarse.
El lunes 28 cogiÌ el primer vuelo a Barcelona porque teniÌa senÌaladas unas declaraciones en un juzgado de Sabadell por una querella presentada en defensa de los intereses de una farmaceÌutica palestina. Al llegar al juzgado nos informaron de que se suspendiÌa dicha diligencia porque los testigos no habiÌan sido localizados; estas cosas suceden y es tiempo que los abogados perdemos pero que nadie valora.
Por la tarde teniÌa que dar una charla en Hospitalet y, durante el diÌa, acudiÌ a varias reuniones que habiÌa organizado para revisar y resolver diversos temas. Como no podiÌa ser de otra forma, tambieÌn me reuniÌ con Costa y con Cekpet, los tres desbordados, y es que nuestra estrategia en relacioÌn al tema del Parlamento Europeo teniÌa un punto deÌbil: nuestro agotamiento. Fueron tantas las demandas que interpusimos por los diversos temas que 217 fue entonces cuando comenzaÌbamos a ver cuaÌnto trabajo genera gestionar, en paralelo, tantos procedimientos, que ademaÌs han de ser contestados al maÌs alto nivel porque cualquier cosa que dijeÌsemos seriÌa utilizada en contra de lo que estaÌbamos defendiendo.
Para ordenarnos habiÌamos confeccionado en el despacho una hoja excel de procedimientos con sus correspondientes temas, el estado de cada cual y lo que tendriÌa que ir pasando en cada demanda o procedimiento y en la fase en que nos encontraÌbamos. Es un esquema que refleja muy bien que el camino a Europa no era sencillo pero siÌ posible, asiÌ es que nada maÌs sentarnos los tres sacamos la hoja y establecimos quieÌn haciÌa queÌ en cada situacioÌn para, de ahiÌ, discutir nuevas viÌas dentro de cada procedimiento, asiÌ como comentar los puntos esenciales de lo que estaban planteando los contrarios y a los que deberiÌamos dar respuesta en breve.
Nuestras reuniones suelen ser bastante ejecutivas porque, de una parte, mantenemos comunicacioÌn constante y, de otra, porque los tres sabemos muy bien lo que estamos haciendo y coÌmo lo hacemos y, sobre todo, porque nos fiamos mucho de los criterios juriÌdicos de cada uno. AdemaÌs, porque Cekpet tiene que robar tiempo a su trabajo y escaparse para acudir a las reuniones con nosotros. Obviamente nunca dejamos de discutir cuaÌl es la respuesta maÌs adecuada ni queÌ liÌnea juriÌdica es la mejor, pero eso, entre buenos y cualificados profesionales, es algo que solo lleva a mejores soluciones.
El martes regreseÌ a Madrid despueÌs de tener varias reuniones a primera hora en Barcelona; debiÌa estar en el despacho antes de mediodiÌa porque habiÌa quedado con clientes que veniÌan de fuera y, ademaÌs, no podiÌa postergar una comida con un buen amigo al que tambieÌn habiÌan tratado de causar danÌo con la campanÌa de desprestigio orquestada en mi contra, que tan rabiosamente se habiÌa reeditado a partir de las entradas y registro.
El resto de la semana lo useÌ para ir sacando trabajo de despacho, atendiendo diversas reuniones y tratando auÌn de digerir todo lo que habiÌa sucedido desde el 21 de octubre y coÌmo ello afectariÌa al despacho, a nuestra familia y, en especial, a nuestra hija pequenÌa.
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