Barcelona en Comú se ha enfrentado esta semana a su primer Mobile World Congress desde el Gobierno de la ciudad. La huelga de transportes ha sido lo más destacado de esta edición y ha acabado provocando un importante dolor de cabeza a la alcaldesa, que el viernes pasado tomó personalmente las riendas de la negociación. Por debajo del conflicto laboral, el Mobile ejemplifica la apuesta histórica de la ciudad por un modelo tanto económico como de imagen exterior en el que Barcelona es líder y que crea un espacio de consenso político en la ciudad inédito en cualquier otra materia.
La llegada de Colau y su “revolución democrática” al consistorio no ha puesto en duda el modelo de los grandes eventos, aunque sí ha habido un reenfoque. El consistorio paralizó, por el momento, la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno y anunció un plan de desinversión en la Fórmula 1. Sobre el MWC, si bien la alcaldesa se mostró crítica al principio de su carrera hacia la alcaldía, durante la campaña ya defendía el congreso tecnológico, y la firma de su renovación fue la primera medida tomada como alcaldesa electa, antes incluso de tomar posesión.
“Nos hemos dado cuenta de que el Mobile puede ser una fuerza tractora para fomentar sectores económicos basados en la innovación”, explica el primer teniente de Alcaldía, Gerado Pisarello. El Ayuntamiento ha introducido cambios en el que venía siendo el discurso sobre el MWC y ha aprovechado la oportunidad para hacer algunos cambios, como adherirse al Electronics Watch, organización que trabaja por la mejora de las condiciones laborales en la industria tecnológica. Además, no dudan en poner el Mobile como ejemplo del tipo de economía que quieren fomentar, “colaborativa y cooperativa”.
“Es todo lo contrario de las burbujas que han caracterizado la deriva puramente especulativa del modelo Barcelona de los últimos años”, sostiene Pisarello. Pese a las intenciones del Ayuntamiento, el congreso es visto por algunos como la punta de lanza de un modelo que ha creado externalidades negativas para los ciudadanos. “Si construyes una ciudad que mira hacia afuera, que se pone guapa porque quiere inversores, uno de los resultados es que la gente que vive aquí pasa a ser una mera comparsa, figurantes de una Barcelona que ocurre lejos de sus habitantes”, explica José Mansilla, antropólogo urbano y miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà (OACU).
De la 'ciudad de ferias y congresos' al MWC
“El MWC no es el origen de este modelo, pero sí se puede considerar el resultado de unas políticas de promoción económica que son muy anteriores”, apunta Mansilla. “Desde los 50 el alcalde Porcioles ya promovía la 'ciudad de ferias y congresos', y Barcelona no es sólo un referente turístico en general sino también para un turismo un tanto especial como es el vinculado a los congresos”, apunta. Actualmente Barcelona se sitúa entre las 5 ciudades del mundo en eventos empresariales, y se calcula que hasta la mitad de los ingresos por turismo, principal motor económico, vienen de los viajes de negocios.
La capital catalana ha apostado fuerte por este sector económico durante décadas. Eslóganes como “Barcelona, la millor botiga del mon” (la mejor tienda del mundo) o “Posa't guapa” (ponte guapa) reflejan el espíritu de los sucesivos ayuntamientos por mostrar una determinada cara al mundo para atraer visitantes que buscan en la ciudad estética y consumo. El congreso de móviles es el más internacional, pero la ciudad acoge ferias tan importantes como la Alimentaria, el salón del Manga o el del Automóvil. En paralelo, Barcelona ha apostado por eventos tan importantes como los Juegos Olímpicos del 92, el Forum de las Culturas de 2004 y, más recientemente, se ha planeado una candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno que no acaba de cuajar.
“Un evento como el MWC sirve para tres cosas: En primer lugar para el desarrollo económico, en este caso estar en la carrera de la tecnología móvil de forma importante. En segundo, para situar Barcelona como ciudad con capacidad de acoger eventos de 100.000 personas. En tercer lugar, para hacer marca de ciudad de forma global, no sólo para los sectores tradicionales sino para captar inversiones, investigadores o estudiantes Erasmus”, enumera Enric Truñó, exconcejal socialista, uno de los responsables de los juegos del 92 e impulsor de la candidatura de los JJOO de invierno.
Según él, fuera de estos tres objetivos básicos se sitúan “asuntos menores”, como la economía que se genera alrededor de un gran evento en el sector hotelero o de la restauración.
MWC y la promoción tecnológica de Barcelona
Mansilla, en cambio, niega esta lista de beneficios. “El Mobile no ha tenido ningún efecto reseñable sobre la industria tecnológica de la ciudad, fuera del impulso que le hayan querido dar los ayuntamientos”, asegura, poniéndole el ejemplo del 22@. A juicio de Mansilla, este distrito, pensado para asentar industrias de la innovación en el Poblenou, “no ha conseguido atraer a empresas de alto valor añadido y de hecho se tuvieron que cambiar los criterios de aceptación de empresas para poder llenar los edificios”.
La poca suerte del distrito de la innovación en la ciudad que acoge uno de los congresos de telefonía móvil más importantes del mundo no sorprende al antropólogo. “Sabemos desde hace años, porque hay abundante literatura científica, que este tipo de vínculos no funcionan así y que, en el mundo que vivimos, las empresas tal como vienen se van”. Esto le lleva a pensar que detrás de proyectos como el 22@ había intereses más allá de hacer un “Silicon Valley” en el Mediterráneo. “¿Eran ingenuos y no se sabían que esto no funcionaba así o volvía a ser una gran operación para buscar beneficios en la transformación urbanística?”, se pregunta Mansilla.
El Ayuntamiento, en cambio, se muestra convencido de que el MWC puede ser un catalizador para mejorar la industria tecnológica. “Debe servir para fomentar el pequeño emprendimiento de ámbito local. El Mobile recibe innovadores, lo que queremos es que Barcelona sea una creadora de innovadores, que puedan surgir del contacto con inversores que pasan por el congreso”, explica Pisarello. Según él, eventos como el 4 Years From Now, un encuentro de start ups innovadoras que se realiza en el marco del Mobile, “tiene un enfoque similar al tipo de economía que quiere fomentar el gobierno de la ciudad”.
No solo es que Barcelona En Comú apueste por el Mobile, sino que lo han convertido en una palanca de cambio sobre el tipo de relación que quiere tener el Ayuntamiento con la tecnología. Truñó explica este hecho por las enormes implicaciones empresariales que tiene para la ciudad. “Seis meses antes de las elecciones Colau hizo unas declaraciones diciendo que eso del congreso de móviles se debía de estudiar”, recuerda, “lo que reflejaba un apriorismo sobre lo desconocido. Pero ahora han visto que el MWC tiene una potencialidad económica a la que no pueden renunciar”.
¿Se pueden redistribuir los beneficios del Mobile?
Uno de los asuntos en los que Barcelona en Comú más incidió durante la campaña fue en la redistribución de los beneficios económicos que generaba el modelo Barcelona. Los de Colau aseguraban que la riqueza que se generaba por el uso intensivo de los recursos de la ciudad debía repercutir en una mejora global de las condiciones de vida, y se mostraban críticos con las políticas impulsadas hasta el momento.
Pero parar un modelo con una implantación tan profunda en la economía local no es cosa de dos días. “A largo plazo lo óptimo sería plantear un modelo de ciudad con un motor económico diferente y más diversificado”, apunta Mansilla, que añade que, a corto plazo, el Ayuntamiento tiene dos posibilidades: “La primera es oponerse a un evento como el Mobile, con lo que probablemente se vaya a otro sitio. La segunda intentar modular los efectos negativos, garantizar que los contratados tengan unas condiciones dignas, e intentar que la gente se aloje de forma correcta y no fomentando economía en negro”.
El gobierno municipal asegura haber apostado por lo segundo. “Creo que hemos sido muy valientes a la hora de cuestionar el turismo estos últimos años, pero lo consideramos como algo positivo mientras trabajamos para luchar contra la precarización y hacerlo sostenible”, asegura Pisarello.
Para Truñó, en cambio, un congreso como el MWC no está pensado para redistribuir beneficios por sí mismo, a diferencia de intervenciones mayores y puntuales como podrían ser unos Juegos Olímpicos. “Creo que los JJOO 92 sí se distribuyeron muy bien, pero un congreso, por muy grande que sea, da para lo que da, para desarrollar el sector y poco más”, explica.