“La conferencia de Torra podría haberla firmado Tardà”, asegura un miembro de ERC con cierta sorna. El diputado republicano en el Congreso se ha convertido en el reflejo del giro estratégico de su partido, que ha pasado en solo un año de la unilateralidad a una vía lenta que antepone los pactos con el Gobierno central. Unas tesis que comenzaron siendo muy contestadas pero que ahora asume ya el Govern como propias, pese a un inicio de curso en el que JxCat ha intentado exhibir una propuesta diferente a la de sus socios.
Pero la conferencia que pronunció Quim Torra en el Teatro Nacional certifica que, al menos, la voluntad de llegar a acuerdos con Madrid es mayoritaria en el Govern. No solo porque en las palabras del president abundaron las invitaciones al diálogo e, incluso, la petición explícita de un referéndum pactado al presidente Pedro Sánchez. También porque en el proceso de redacción Torra consultó con diferentes agentes, sobre todo dentro de su Govern pero también con los presos, las entidades independentistas y el propio Carles Puigdemont. Y, tras hacerlo, el president decidió rebajar ostensiblemente el discurso.
Torra había escrito un borrador más duro y había trasladado a su entorno ideas como liberar a los presos independentistas si sus sentencias resultaban en condena, según confirman diversas fuentes. De hecho, preguntado por este extremo tras la conferencia, Torra no lo descartó. Pero, aunque lo pensara, nada de eso se incluyó en el texto, cuya nota más alta fue un inconcreto compromiso de “no aceptar” las condenas y de ponerse a disposición del Parlament si así ocurría. “Personalmente no puedo aceptar ni aceptaré ninguna sentencia que no sea la libre absolución”, dijo de forma textual. Un “personalmente” que fuentes del Ejecutivo remarcan, dando a entender que no tiene por qué ser esa la posición mayoritaria de los miembros del Govern.
El vicepresident Pere Aragonès, de ERC, se implicó personalmente a la hora de ajustar el contenido de la conferencia que debía marcar la hoja de ruta independentista del Govern en conjunto. Pero la “rebaja” no solo fue cosa de ERC, sino también de consellers de la formación de Torra, como la propia consellera de la Presidència, Elsa Artadi. Un día antes de la conferencia, en una entrevista concedida a 8TV, Artadi exhibió una firme voluntad de apurar las posibilidades de diálogo con el Gobierno de Sánchez y rebajó varios tonos la opción de la desobediencia a las sentencias.
ERC fue la primera formación que de forma pública introdujo un viraje en la estrategia independentista, postergando la unilateralidad. Lo hizo en la conferencia nacional de julio pasado julio, que se venía cocinando desde hacia varios meses atrás, impulsada por el propio Oriol Junqueras desde la prisión. Este viraje, que de entrada abrió un abismo respecto a los mensajes de perseverancia en la estrategia legitimista que lanzaba Carles Puigdemont y su entorno, poco a poco ha sido asumido también por diferentes miembros de JxCat.
En junio pasado, la portavoz del Govern asumía que la “ventana de oportunidad” para la independencia abierta el 1 de octubre se había cerrado, por lo que debían trabajar para abrir otra. JxCat y los fieles a Carles Puigdemont debaten este jueves en Bruselas la redefinición de su estrategia tras la conferencia presidencial. Si bien la unilateralidad no ha sido descartada, ya no es tampoco la vía predilecta en la formación de Puigdemont. Al menos por el momento, aunque la pluralidad de voces internas provoque algunos bandazos.
Objetivo: Sumar independentistas
A la acción encaminada a maximizar los pactos con el Gobierno central se le suma otra idea básica en esta vía pactista: ampliar la base. Un concepto que hizo fortuna entre la consulta del 9-N de 2014 y las elecciones de 2015, pero que se había dejado abandonado por entender el independentismo que, con aquellos resultados, tenía suficiente para tirar adelante con una secesión unilateral. Los hechos del pasado octubre demostraron que no era así. De ahí nació la máxima “no somos suficientes”, que ERC y diversos sectores han hecho suya.
Es en esa línea donde se encajan las declaraciones de Tardà que esta semana han sorprendido más a extraños que a propios: “Si hay algún independentista ingenuo o estúpido que cree que puede imponer la independencia al 50% de catalanes que no lo son, es evidente que está equivocado”, dijo el diputado en sede parlamentaria, resumiendo en tres líneas lo que la ponencia política de ERC aprobada en julio asegura en varias páginas. A su lado estaba el diputado del PDeCAT Carles Campuzano, quien no está en coordenadas demasiado alejadas.
Pero el contagio de la vía pactista de ERC tiene razones más allá de la suma de votantes a medio plazo, algunas de tipo aritmético. La suma de JxCat y ERC está en 66 de los 135 diputados, lo que les deja en manos de una CUP que viene anunciando que no dará ningún crédito a un Govern “autonomista”. Así pues, el Govern quiere abrirse a pactos más allá del bloque independentista y probar de negociar con los comuns e, incluso, con el PSC. Una tarea para la que es necesario desinflamar todo lo posible la retórica sobre la secesión unilateral.