Puigdemont no tira la toalla y aspira a ser president pese al fracaso independentista

Pau Rodríguez

Argelès-sur-Mer (Francia) —

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Carles Puigdemont no renuncia a un regreso triunfante como presidente de la Generalitat. A pesar de haber quedado siete escaños detrás del PSC, de la pérdida de la mayoría independentista e incluso pese a la cierta decepción que cundía entre algunos simpatizantes de Junts, el expresident compareció en la noche de este domingo para dejar una puerta abierta hacia Sant Jaume.

“Estamos en condiciones de construir un Govern sólido de estricta obediencia catalana y evitar una repetición electoral”. Fiel a su fama de críptico, Puigdemont cerró su intervención con esa frase que no todo el mundo captó en el pabellón Jean Carrère, en la sede electoral de Junts en Argelès-sur-Mer. Mientras algunos fieles se iban a casa convencidos de que no había opciones de lograr la presidencia, algunos militantes del partido ayudaban a interpretar esas últimas palabras. “Presionar a Sánchez para que Illa se abstenga”, resumía uno de ellos. 

La de Junts fue una velada electoral desangelada, con una asistencia reducida de militantes que quedaron en segundo plano, en contraste con el baño de masas electoral de Puigdemont durante los últimos quince días. La salida del expresident a escena, al borde de las 23.00 horas, despertó unos pocos aplausos. El retroceso independentista y la escasa mejora de resultados neoconvergentes respecto a 2021, cuando Laura Borràs sacó 32 escaños, no daban pie a la euforia. 

Lo que sí pudo celebrar Puigdemont es haber torcido el brazo a la ERC de Pere Aragonès apenas un año y medio después de haber salido de su gobierno. Junts ha ganado en una treintena de las 43 comarcas catalanas y en más de 700 municipios y se erige de lejos como primera fuerza del independentismo. “No hemos podido compensar la caída en votos y escaños que han sufrido las otras dos candidaturas independentistas”, lamentaba sobre los malos resultados ERC y CUP. A los primeros les han sacado hasta 150.000 votos. 

Con esos números, y de nuevo sin ser del todo explícito –es marca de la casa–, Puigdemont lanzó otro mensaje a los republicanos. Si durante toda la campaña defendió que el que rompiera el empate entre Junts y ERC debía liderar la nueva etapa dentro del espacio político, este domingo salió a cobrarse esa deuda. “Una parte significativa del independentismo sigue sin movilizarse, y obliga a una reflexión aplazada durante demasiado tiempo sobre los efectos de la desunión y la falta de estrategia compartida, dos cosas largamente anunciadas desde nuestra formación”, expresaba.

De esta forma, Puigdemont pidió a ERC que se preste a “rehacer puentes” y dijo que, a partir de ahí, en los próximos días se irá aclarando el panorama electoral y las alianzas que se pueden trazar para evitar un tripartito liderado por los socialistas. En la sede de los republicanos, que justo habían anunciado su paso a la oposición, captarían el mensaje: Puigdemont no renuncia a una mayoría de investidura con los votos de Aragonès y la abstención del vencedor Salvador Illa, al que todo apunta que tratará de atraer amenazando la legislatura de Sánchez.

Otra de las sorpresas de la noche fue que no hubo menciones desde el escenario al retorno de Puigdemont. Y eso que fue uno de los leit motiv de su campaña. Afincado en el sur de Francia, tras seis años y medio en Bruselas, Puigdemont había tirado en sus mitines de la épica independentista que tan bien le funcionó en anteriores ocasiones, esta vez alimentada por su regreso. El resultado fueron 100.000 votos más que en 2021, hasta los 670.000. Pero sin posibilidades de proclamarse campeón. 

Los puigdemontistas resolvieron así una incertidumbre que duró toda la jornada, con una desmovilización soberanista que se apreciaba en la abstención pero que el equipo de campaña atribuían a una previsible caída de ERC. Su preocupación iba más bien hacia su extremo derecho, con la xenófoba Aliança Catalana que aparecía en sus sondeos internos más fuerte de lo que finalmente fue. 

Jordi Turull, secretario general de Junts, incluso bromeaba antes de que cerraran los colegios electorales: “Si ganamos en escaños, nos bañamos en la playa”. Pero el escrutinio no quiso que el dirigente independentista se lanzase al mar. 

Los pocos simpatizantes que acudieron a la cita en el pabellón Jean Carrère seguían el recuento desde las gradas, mientras los cargos del partido y los invitados –como las periodistas Pilar Rahola o Silvia Coppulo– lo hacían desde la zona reservada. “Lo veo fatal, esta victoria del PSC…”, se expresaba Joan, que junto a sus padres, Xavier y Anna, se habían acercado al recinto porque estaban de vacaciones en Perpiñán. “Si el independentismo no suma, no será por nosotros”, se pertrechaba Xavier.

Entre esos asistentes, desconectados de las elucubraciones del partido, la sensación era que había solo dos opciones. O tripartito o repetición de elecciones. “Dependerá de ERC si se prestan a hacer president a Illa. Pero si lo hacen, les auguro el mismo futuro que Ciudadanos”, advertía Pere, que con su mujer se había desplazado desde Sils, en Girona. Antes habrá que conocer, sin embargo, cuáles son los planes exactos de un Puigdemont que todavía se cree con opciones.