Los familiares de las víctimas del accidente de Germanwings han vuelto a casa después de viajar muchas de ellas a los Alpes para despedirse –si se le puede llamar así, o de cualquier otra manera– de sus seres queridos. El apoyo de la comunidad poco a poco se irá diluyendo, y ellos tendrán que atravesar un proceso de duelo para el que probablemente nadie está preparado. No les ayudará, sin embargo, que aparezca ahora un supuesto culpable de la tragedia, el copiloto del avión. Y menos aún que su foto sea omnipresente en los medios de comunicación.
Lo cuenta en esta entrevista la psicóloga África Macías, miembro interviniente del Colegio de Psicólogos de Catalunya, que lleva más de 72 horas acompañando a los familiares desde el aeropuerto de El Prat a los Alpes o el hotel Jaume I de Castelldefels.
En la gestión del duelo, ¿cómo cambia el hecho de que ahora haya un responsable de estrellar el avión?
Hace mucho más difícil el proceso de duelo. No es lo mismo una enfermedad, un accidente, un suicidio o, en este caso, un asesinato. Porque es mucho más difícil de entender, en este caso por parte de las familias, que un ser humano haya matado a otro. Aparece mucho la rabia y el deseo de venganza, que son totalmente comprensibles pero que hay que intentar rebajar, aunque no ahora sino dentro de unas semanas, con terapia para los que la necesiten: hay técnicas cognitivas para que una persona no piense todo el tiempo en esto, que no busque continuamente el 'por qué'.
¿Cómo se gestiona esta desconexión que recomienda con la presencia continuada de la información sobre el accidente en los medios de comunicación?
Ahora mismo veía la foto del copiloto en la tele. No es bueno, no ayuda en nada. No voy a discutir cómo los medios gestionan la información, pero sí puedo decir que para las familias no es bueno. Se activa mucho más el deseo normal de venganza, y les costará más procesarlo. Y en cuanto a la desconexión, la información es continua y está en todas partes. Nosotros les damos pautas para que no miren tanto las noticias, pero sin prohibírselo, claro.
¿Cuál es el papel de los psicólogos en el primer momento de atención a las familias?
Acompañar. Siempre desde la retaguardia, porque es mejor que un familiar sea abrazado por otro que no por un psicólogo. Nos hacemos visibles, presentes, para que sepan que estamos ahí, pero es mucho más positivo que se consuelen entre ellos. Lo que sí hacemos es ayudar a gestionar la información.
¿Cómo?
Es muy difícil, sobre todo en las primeras horas, porque al principio más que ayuda lo que quieren las familias es saber. Cuando estábamos en Marsella se me acercó un familiar, después de que compareciera el fiscal, y me dijo que por primera vez alguien les había hablado claro. Siempre recomendamos a políticos e instituciones que aporten información clara, veraz, detallada, porque es lo que más ayuda a los familiares. Después ya vendrá la psicología.
¿El duelo es colectivo en casos como este?
El proceso de duelo siempre es individual y muy personal. Pero sí que en estos casos se potencia más el sentido de comunidad. El apoyo entre las personas que han sufrido lo mismo, fortalece y te ayuda a sentirte identificado. Porque nadie mejor que ellos saben lo que están sufriendo. Por eso a veces este sentido de colectividad acaba desembocando en asociaciones.
Esto se ve en los actos de homenaje, por ejemplo. ¿También ayudan?
En los Alpes se han hecho dos. Es lo que abre el proceso de integración de la pérdida. El hecho de ir allí y ver dónde ha pasado todo. Es la aceptación de la realidad, de la pérdida, después de las primeras horas de choque, cuando muchas personas aún no lo aceptan. La gente necesita los últimos momentos con las personas que les faltan.
Y después de esta aceptación, ¿qué?
Es la segunda parte del duelo. Comienza el proceso de más sentimiento, expresión. Es cuando sale todo: la tristeza, la rabia, la venganza, incluso la culpa. Y, posteriormente, la adaptación a la realidad y la necesaria recuperación de las rutinas. En este proceso, el familiar va buscando el sentido de qué ha pasado, porque al final somos seres racionales y necesitamos entender las cosas. Siempre es complejo definir los tiempos, pero eso suelen ser dos o tres años. Pero lo más importante no es el tiempo sino que las personas pasen el proceso de duelo sin estancarse.
En esas etapas, todos los contingentes de atención a las familias desplegados durante estos días ya no estarán.
Es lo que se denomina 'fase de luna de miel' –aunque la expresión no es nada cuidadosa–. Hasta ahora los familiares se sienten muy apoyados, pero al volver a su vida se pueden hundir. Por eso es muy importante que ahora les contamos que tienen lugares donde ir, que hay dispositivos de salud a los que les debemos dirigir.