Este domingo se cumplen 40 años de la ejecución de Salvador Puig Antich a los 25 años, la última víctima del garrote vil. En su recuerdo se concentraron el viernes decenas de personas ante la cárcel Modelo de Barcelona, donde fue ejecutado el militante anarquista. Este domingo se lleva a cabo una ofrenda floral en el Cementerio de Montjuïc y, por la tarde, un acto de recuerdo en Can Batlló, ambos en Barcelona.
“Puig Antich, ni olvido ni perdón”, corearon los manifestantes, convocados por el Movimiento Ibérico de Liberación, el grupo al que, una vez licenciado del servicio militar, se incorporó Puig Antich.
Durante el acto, que contó con la presencia de las hermanas de Puig Antich, Carmen, una de ellas, explicó en declaraciones a Efe que ven “una pequeña luz de esperanza” en el caso reabierto por la justicia argentina por delitos contra la humanidad.
En España los tribunales Supremo y Constitucional han desestimado en varias ocasiones los recursos interpuestos, pero Carmen afirma que están estudiando si se puede volver a reabrir el caso y conseguir que se anule el juicio que condenó a Puig Antich por la muerte del subinspector de policía Francisco Anguas Barragán porque, dice, “fue todo falso”.
“Queremos que sean imputados todos los militares de aquella época implicados y los que firmaron el documento de ejecución de Salvador”, sentencia la hermana, que recuerda que a día de hoy hay nueve personas involucradas que siguen vivas.
Carmen señaló que la publicación del libro “Salvador Puig Antich, cas obert” (Salvador Puig Antich, caso abierto), del periodista Jordi Panyella, ha aportado “muchas pruebas nuevas”, requisito indispensable para poder reabrir el caso.
“De momento estamos a la espera, los abogados todavía tienen que hablar”, indica la hermana, quien agrega que de momento están “en Argentina”, donde forman parte del colectivo de presión La Comuna, integrado por personas a cuyos “hermanos, padres o abuelos los mataron y no saben dónde están los cuerpos”.
Los manifestantes rodearon la cárcel Modelo entre consignas de “libertad”, “lucha” y “anarquía” o lemas como “la muerte ni se olvida ni se perdona”.
Un caso abierto
El libro presentado hace un mes por Jordi Panyella es fruto de una larga investigación, que recoge cuarenta años después nuevos testimonios de aquella ejecución franquista.
Uno de estos testigos es el compañero de militancia de Salvador Puig Antich, Xavier Garriga i Paituví, quien ha rememorado para Panyella como le torturaron para obligarle a declarar: “La verdad es esta; la policía solo tenía un objetivo: esconder las balas que los mismos agentes dispararon (...) ¡quisieron esconder al verdadero responsable de la muerte de Francisco Anguas!”.
“Salvador Puig Antich..., cas obert” (Salvador Puig Antich, caso abierto), de Angle Editorial, recoge, entre otros, los recuerdos de un testigo presencial de la autopsia del policía Francisco Anguas, por cuyo asesinato fue condenado Puig Antich, o del responsable de urgencias del Hospital Clínico el día que llevaron el cadáver del agente.
En la obra de Panyella, el alférez Enric Palau relata que agentes de policía le ordenaron sacar la documentación del caso y montar un sumario a medida, con el beneplácito de la Justicia Militar de entonces, que finalmente se entregó al consejo de guerra y que, según ha sabido Panyella, está guardado en una caja fuerte del Gobierno Militar.
“Los de la policía tampoco querían que la autopsia formara parte del sumario, aunque al final la incorporaron (...) había un armario donde se acumulaban los documentos que no se incluyeron en el sumario, y una vez que se celebró el juicio los sacaron de allí (...) seguro que los hicieron destruir”, según ha explicado Palau al periodista.
Otra de las pruebas que trata de desmontar la investigación de Panyella es la declaración “de casi ocho folios” que supuestamente realizó Puig Antich desde el hospital y que, según se desprende de los testimonios, tuvo que estar “inducida por la policía”.
Las enfermeras que cuidaron de Puig Antich durante el tiempo que estuvo ingresado en el hospital recuerdan en esta obra que “difícilmente habría podido hacer frente a un interrogatorio” porque, debido a un disparo recibido en la cara, “tenía la boca cosida” y apenas podía hablar.
En cuanto al cadáver de Anguas, tanto el entonces responsable médico de urgencias del Hospital Clínic, Pere Munné, como un testigo presencial de la autopsia del policía indican que el cadáver “tenía cuatro o cinco disparos”, a pesar de que el informe sólo recoge tres.
El testigo presencial, que prefiere mantenerse en el anonimato, ha subrayado a Panyella que de los dos médicos que firmaron la autopsia, sólo uno estuvo realmente presente, y que se realizó “con el cadáver dentro de un ataúd que pusimos encima de una mesa de la comisaría”.
Ante la reabertura del caso por la justicia argentina, Panyella considera que “el Gobierno español está poniendo todas las trabas del mundo”. En España, “judicialmente el caso no se reabre porque a los magistrados del Tribunal Supremo el pasado franquista les es demasiado cercano”, agreaga el autor.