“Si nos dan un solo riego al mes, tiraremos la cosecha al suelo, ya solo queda salvar los árboles”. La advertencia la lanza el agricultor Jaume Gardeñes, que tiene campos de cereal y pera. La sequía que afecta a toda España tiene efectos devastadores en el campo de Lleida, donde la falta de agua de riego pone en peligro la cosecha de este año y la supervivencia de los árboles frutales.
Las previsiones más pesimistas se han cumplido y este martes el Canal d’Urgell (Lleida), una de las áreas de producción agrícola más importantes de Catalunya, cerrará el riego a 50.000 hectáreas de cultivos de las 70.000 que tiene. La comunidad general de regantes ha tomado una decisión inédita hasta ahora porque las reservas de agua que quedan en los embalses de Oliana y Rialb están bajo mínimos.
Los agricultores tendrán que hacer la cosecha en verde, es decir, tirarán la fruta al suelo para poder salvar el árbol y asegurar así la producción de las próximas campañas de verano.
A partir de ahora, el agua solo bajará por el canal esporádicamente (cada tres semanas) para abastecer las 121 poblaciones de la zona y garantizar la supervivencia de los árboles frutales, no del fruto. El presidente de la comunidad de regantes, Amadeu Ros, también especifica que “se garantizará la supervivencia de los frutales tal como recoge el decreto de sequía”.
Después del raleo o aclareo –’aclarir’, en catalán–, es decir, la eliminación de los frutos inmaduros del árbol para que los que quedan sean de mejor tamaño y calidad, las frutas restantes necesitan agua para crecer. Estas toman los recursos hídricos del árbol generando un estado de estrés hídrico que no solo perjudica la cosecha de este año, sino que también provoca el secado del árbol y amenaza su supervivencia. Los agricultores explican que si el árbol muere, se necesitarían entre seis y siete años más de trabajo para que vuelva a crecer.
Hace apenas un mes que empezó la campaña de riego en el Canal d’Urgell y, a día de hoy, se estima que las pérdidas serán millonarias. Los agricultores pedirán a la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) la declaración de zona catastrófica, lo que les permitirá reclamar ayudas públicas.
“Esta campaña será un desastre para los agricultores catalanes. Si quieren mantener vivo el sector primario, u ofrecen ayudas desde el Estado, la Generalitat o Europa o no quedarán agricultores”, exclama el responsable del sector de la fruta dulce del sindicato Unió de Pagesos, Jaume Gardeñes.
Desde Unió de Pagesos o la asociación de Joves Agricultors i Ramaders de Catalunya (JARC) piden un plan de ayudas para hacer frente a una campaña que describen como “catastrófica”. Más aún cuando el seguro agrario, agregan las organizaciones del campo, no incluye los daños por sequía en zonas de regadío como el Canal d’Urgell.
La superficie en riego de los canales de Urgell es de 70.000 hectáreas, 50.000 de las cuales dependen del Canal d’Urgell (el principal) y 20.000 del Canal Auxiliar que, por el momento, tiene plena dotación de agua. La superficie está ocupada por cultivos de regadío tanto herbáceos (alfalfa, maíz o cereal de invierno) como frutales (manzana, pera, melocotón o nectarina). Junto a las hectáreas dependientes del canal de Aragón y Catalunya, el Canal d’Urgell constituye una de las zonas productoras más importantes del país.
Santi Caudevilla, agricultor de Gimenells (comarca del Segrià, Lleida) y responsable del sector de los cereales y los cultivos herbáceos de Unió de Pagesos, asegura que las pérdidas en las plantaciones de secano serán del 90% o incluso del 100%, porque son cultivos que ya dependen indirectamente de la meteorología, es decir, de si llueve o no. “Lo raro es que esta situación de sequía extrema se genere también en el regadío”, agrega Caudevilla.
El productor de Gimenells recuerda cómo el 18 de agosto de 1991 el canal de Aragón y Catalunya también tuvo que cerrar, pero entonces la falta de agua de riego no era tan extremada como se vaticina esta campaña. “No se valora la agricultura”, añade Caudevilla. “Nos limitamos a importar productos que no cumplen un estándar de calidad básico y nos da igual”, sentencia.
Durante todo el año, los agricultores de las fincas de regadío hacen inversiones “muy elevadas” en sistemas de riego y maquinaria agrícola, cuenta Jaume Gardeñes. El problema es que sin lluvias ni agua en los embalses estas inversiones son inútiles: “Ya no podemos más. Llevamos tres años muy malos: precios irracionales, heladas que impiden recoger los frutos, granizo… Las familias están hartas porque el esfuerzo de todo el año no sirve para nada”, asevera el agricultor.
Reacción en cadena
Josep Maria Pou es el guarda-canal del canal de Urgell, una figura clave en las zonas de regadío, en especial durante la campaña de riego, donde todo debe salir a pedir de boca para que los cultivos crezcan a su debido tiempo. Pou se ocupa de controlar los turnos de riego, repartir equitativamente el agua y así evitar su desperdicio. Sin embargo, este año “estamos frente a una campaña de agua muy mala, que pasará factura en todos los sectores”, vaticina el guarda.
Lo poco que tenemos se va a pagar a precio de oro, y esto obligará a matar parte del ganado porque no tenemos para darles de comer
La crisis del campo genera una reacción en cadena. Los ganaderos prevén dificultades de alimentación, sobre todo de las explotaciones bovinas que se abastecen de la fibra que les aportan cereales como la alfalfa. La Plana de Lleida es una zona exportadora de cereales.
Con la caída de la producción, los agricultores no solo dejarán de exportar sino que tendrán graves problemas para alimentar al ganado del resto de Catalunya. “Lo poco que tenemos se va a pagar a precio de oro, y esto obligará a matar parte del ganado porque no tenemos para darles de comer”, asegura Caudevilla.
La agricultura de regadío es un sector económico que da trabajo a miles de personas y del cual dependen muchas empresas que temen sufrir fuertes pérdidas económicas por la falta de producción de este año. “Es como si una fábrica con miles y miles de trabajadores se paraliza”, compara el guarda-canal. “Los almacenes, las empresas productoras y distribuidoras de abonos, fitosanitarios, semillas, maquinaria… todos se verán afectados”.
Los agricultores coinciden en que es imposible mirar hacia delante sin perspectivas y sin saber cómo afrontarán los costes de la actual campaña. “¿Qué haremos cuando la gente, cansada de trabajar sin recibir nada a cambio, lo deje y no queden agricultores?”, concluye Gardeñes.