A las 16 horas del lunes, un equipo de cuatro sanitarios del Hospital Vall d’Hebron, encabezados por el intensivista Eduard Argudo, subieron a uno de los aviones medicalizados del 061 del Gobierno balear, que les esperaba en una pista del Aeropuerto de Barcelona-El Prat. Llevaban consigo cinco maletas. La más importante, la que contenía la máquina de ECMO que iba a servir para salvar la vida a un paciente crítico de Menorca, el primer adulto enfermo de COVID-19 que ha sido trasladado por aire con una técnica solo reservada en casos extremos, cuando ni siquiera el respirador es ya una ayuda.
El despliegue que llevó a ese paciente con neumonía grave desde el Hospital Mateu Orfila, en Menorca, hasta el de Son Espases, en Palma, tuvo mucho de insólito. No era, evidentemente, el primer traslado crítico en avión entre islas –los vuelos medicalizados son habituales en Baleares–, pero la complejidad de ser enfermo de coronavirus y de necesitar la técnica ECMO acabó por movilizar a un equipo de especialistas que no eran ni del centro de origen ni del de destino. Además de una comitiva de dos ambulancias, un vehículo de coordinación y otro de la Guardia Civil, que les escoltó durante el trayecto por tierra en Mallorca, encargado de cortar el tráfico en las rotondas para facilitar el paso.
El operativo se empezó a gestar a las 10.00 horas del lunes, cuando el director del programa ECMO del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, Jordi Riera, recibió la llamada en su despacho. “Ocurre una o dos veces al día”, señala este médico intensivista. Desde la UCI de un hospital relativamente pequeño, en este caso el de Maó, les contactan por si uno de sus pacientes de COVID-19, en estado crítico, se podía beneficiar de la técnica ECMO. “Era una situación extremadamente grave y sin ninguna opción alternativa”, resume Riera. Ahí es cuando suele intervenir su equipo. “Es el último recurso”.
Las siglas inglesas ECMO significan, en castellano, Oxigenación por Membrana Extracorpórea, y es una terapia de soporte vital que consiste en conectar al paciente a una máquina que bombea su sangre de forma artificial cuando su corazón no responde y la oxigena también cuando los pulmones fallan. Esto último es lo que ocurre con aquellos pacientes de COVID-19 con neumonías severas y que tienen estos órganos demasiado dañados para aceptar un respirador. Desde el inicio de la pandemia, el Vall d'Hebron ha usado este método asistencial con 46 enfermos críticos de coronavirus. Los resultados, según Riera, han sido muy positivos: el porcentaje de supervivencia supera el 60%. “Está por encima de la media del ECMO”, precisa.
La dificultad del procedimiento, sin embargo, hace que esta asistencia esté al alcance de unos pocos médicos y especialistas muy formados. Uno de los pasos esenciales es la canulación, que consiste en introducir dos pequeños tubos de 55 centímetros habitualmente por la vena femoral y hasta las puertas del corazón. Una de las cánulas sirve para drenar la sangre y, la otra, para reintroducirla ya oxigenada, previo paso por la máquina de ECMO. La máquina hace las veces de corazón o de pulmón mientras estos órganos se van recuperando de la patología. Pero todo se complica un poco más cuando hay que trasladar al paciente conectado al aparato dentro de una ambulancia –lo que estos especialistas hacen a menudo– o incluso en un avión –algo mucho menos frecuente–. De estos últimos han llevado a cabo cinco en lo que va de año hacia el Vall d’Hebron, siempre desde las Islas Baleares.
Antes del lunes, solo uno de esos traslados había sido de un paciente de coronavirus. Una niña de 11 años que ingresó en septiembre en la UCI del hospital barcelonés y acabó recibiendo el alta 45 días después.
“Son los más graves que puedes trasladar”
Uno de los mayores expertos en esta terapia de último recurso en España es el médico barcelonés Eduard Argudo. Su nombre apareció en todos los periódicos y televisiones en diciembre de 2019 por ser el artífice del milagro de Audrey Marsh, la mujer que sobrevivió a seis horas de parada cardíaca por hipotermia. Aquella reanimación inaudita fue gracias al ECMO y a la actuación de Argudo, que este lunes por la mañana estaba en su casa, en horario no laboral, cuando recibió la llamada del hospital. Se plantó allí antes del mediodía. Y lo primero que hizo fue llamar al Hospital Miquel Orfila. “Para ver si veíamos clara la terapia, si el paciente se podía beneficiar de ella, y para decirles que preparasen al enfermo para nuestra llegada”, relata. En esa ocasión, se decidió además que, por razones epidemiológicas, el paciente no se derivaría a Vall d’Hebron, sino a Son Espases, donde también hay especialistas en ECMO.
Tras un briefing para preparar el operativo, salieron en una ambulancia desde el Vall d’Hebron los cuatro sanitarios que iban a desempeñar el difícil traslado: Argudo, una cirujana cardiaca y dos enfermeras especializadas en el transporte con esta técnica. Al avión subieron con cinco maletas llenas con la máquina, las cánulas y todo el material quirúrgico. “Normalmente llevamos cuatro, pero esta vez eran cinco porque necesitábamos una también para los Equipos de Protección (EPI)”, explicaba este miércoles el intensivista. Sobre las 17 horas aterrizaron en Maó y fueron directos al hospital.
Una vez evaluado el paciente e introducidas las cánulas, un proceso este último que suele durar media hora, se le estabilizó y se aseguraron de que respondía bien a la terapia. Argudo recuerda que estos enfermos críticos, los que requieren de la técnica de ECMO, “son los más graves que puedes trasladar, son muy inestables”. Lo que más temen los sanitarios en este tipo de trayectos es que la máquina les dé problemas. “Solucionar situaciones así es más fácil en un hospital que en una ambulancia o, mucho peor, en una avión, donde el espacio es muy reducido y no puedes parar”, explica el intensivista. Además, en las alturas la presión hace que los gases se expandan y los cambios de velocidad no ayudan.
En el avión, que salió de Maó rumbo a Palma sobre las 21.00 horas, ya de noche, estuvieron solamente los cuatros sanitarios enfundados en los EPI y el enfermo, más allá del piloto y el copiloto. Por suerte, todo se desarrolló correctamente. “Fue según lo previsto”, resume, sucinto, el doctor Argudo.
Ya en tierra, el enfermo, siempre enchufado a su salvavidas, recorrió la distancia entre el aeropuerto y Son Espases en una ambulancia escoltada por la Guardia Civil. “Estos operativos son complicados, en este caso especialmente por el COVID-19 y por el ECMO a la vez, pero si hace años para nosotros eran dispositivos muy extraordinarios, ahora cada vez somos más capaces de hacer estos traslados”, explica Eloy Villalba, jefe de Enfermería del 061 balear, en referencia sobre todo a la parte logística y de coordinación entre los tres hospitales. Argudo, por su parte, lo resume así: “Se trata de operativos complejos que deben ser realizados por equipos con mucha experiencia y formación, nunca algo improvisado”.
Una vez en la nueva UCI, en manos de los especialistas de Son Espases, el equipo de Vall d'Hebron dio su tarea por finalizada. Argudo y los demás llegaron a sus casas pasadas las 3 de la madrugada del martes, unas quince horas después de ser movilizados. El paciente sigue hoy con la terapia ECMO y en cuidados intensivos.