Víctimas de abusos en colegios de La Salle: “Un hermano pasaba por mi cama y me tocaba”
“Fue el verano de 1969. Lo recuerdo porque vimos la llegada del hombre a la luna”. Lluís B., de 65 años, se acuerda de esos meses de su infancia, y de su paso por el internado de La Salle en Seu d’Urgell, en Lleida, no solo por esa hazaña que se televisó en todo el mundo, sino porque durante alguna de esas noches uno de los religiosos del centro se acercó a su cama para hacerle tocamientos en los genitales e intentar masturbarle.
Enric, hoy en edad de jubilación, también sufrió abusos por parte de un hermano de La Salle esos años, entre finales de los 60 y principios de los 70. Fue en la escuela de Montcada, por donde años después pasaría el pederasta Jesús Linares, quien violó al escritor Alejandro Palomas y realizó tocamientos a tantos otros alumnos y alumnas. En la oscuridad de una de las aulas, ese profesor y religioso le sentaba en su regazo, le tocaba y le besaba. “Me metía mano, por hablar claro”, resume este hombre.
Ambos, Lluís B. y Enric, tienen en común un relato de abusos por parte de religiosos en centros de La Salle. Pero sobre todo les une también haberse decidido a hacerlo público después de que se conociese el testimonio de Palomas. Y tras la investigación de elDiario.es que destapó cómo el hermano Jesús Linares abusó de muchos más alumnos, tanto en Premià de Mar como en Montcada, hasta la década de los 2000. Unas acusaciones de tocamientos y manipulación psicológica a menores que investiga en estos momentos la Fiscalía, pese a que se ha archivado ya la denuncia de Palomas, puesto que los delitos han prescrito.
“Durante años me había quedado en una esquinita de la memoria, pero hace tiempo que me cabreo cada vez más y que me quita el sueño”, reconoce Enric sobre lo que le hicieron cuando era un niño. A Lluís B. le ocurre algo parecido. “Es algo que había llevado callado durante muchos años, una cabronada que te hacen de niño y que te dura toda la vida”, explica hoy. “Desgraciadamente, en este país el silencio te hace cómplice y yo no quiero serlo”, sentencia.
Si los abusos sexuales a menores en una escuela de los Maristas en Barcelona, destapados en 2016 por El Periódico, desataron una oleada sin precedentes de denuncias y acusaciones de pederastia en la institución, en esta ocasión el relato de Palomas sobre los abusos y agresiones sexuales sufridas a manos de Jesús Linares han provocado un goteo de casos en escuelas de La Salle de distintas regiones de España, donde esta congregación, de matriz francesa, cuenta con más de 100 centros concertados.
Lo que propició la denuncia de Palomas, de hecho, fue un artículo de El País que daba cuenta de 26 acusados de pederastia en esta institución –de 251 casos en la Iglesia Católica– a lo largo de las últimas décadas. A partir de entonces, el escritor decidió explicar su caso y desencadenó que otros hicieran lo mismo. Como el periodista José Antonio Martínez Soler, que denunció públicamente los abusos sufridos en La Salle de Almería. O los tres casos de La Salle de Santiago que acusaban al religioso J. B. O los exalumnos que recientemente relataron abusos en La Salle Montemolín de Zaragoza.
La institución asegura que en este último mes ha recibido a su correo electrónico para posibles víctimas dos casos en Galicia, uno de Castilla y León y otro en Santander. Todo lo que les llega, añaden, lo trasladan a la Fiscalía, aunque la mayoría son de hace décadas y los delitos están prescritos. También han asegurado en reiteradas ocasiones que piden disculpas a los afectados.
En cuanto a la investigación interna que abrieron para esclarecer los abusos de Jesús Linares, explica una portavoz que la institución se puso en contacto con el hermano, que tiene 91 años y reside en Cambrils, en la provincia de Tarragona. “Lo negó todo”, asegura. Más allá de esto, y de una reunión con una de las víctimas de Montcada que se puso en contacto con ellos, no dan más detalles. También afirman no tener constancia de los tres momentos en que, según los testimonios, se pudo encubrir a Linares: cuando lo denunció el padre de Palomas, cuando lo hizo una alumna con su padre en 1995-1996 en Montcada, y cuando dio la alerta una trabajadora de La Salle Premià en 2004.
Preguntados por los dos casos relatados en este reportaje, la misma portavoz responde que tampoco tienen constancia de ello.
En el internado de La Seu: “Lloraba en silencio”
Lluís B. recaló durante un par de veranos en el internado de La Salle de La Seu d’Urgell porque su madre, viuda y con once hijos, no se podía hacer cargo de todos ellos durante esos meses. Vivían en Barcelona, pero de julio a septiembre la mujer mandaba a algunos de los varones a ese centro residencial gestionado por religiosos. “Los fines de semana venían los padres a buscar a los niños, pero a por nosotros no venía nadie a durante meses”, recuerda.
Pasaron al menos dos veranos en La Salle de La Seu, según recuerda Lluís B. Uno de ellos en 1969. Por las noches, rememora, dormían en una enorme sala con cientos de camas, una al lado de la otra. Más de 50 años después, este hombre enseña una postal de la época con una imagen veraniega de ese colegio, de las que usaban para enviarlas a sus familias, y dice que recuerda perfectamente dónde se ubicaba cada una de las dependencias.
“Apagaban las luces y, de pronto, pasaba un hermano por tu cama y se te acercaba. Comenzaba a tocarte los testículos y tú te quedabas acojonado. No sabías qué decir. Te dejaba aterrorizado”, relata Lluís. Al ser uno de los religiosos que estaba vigilando las habitaciones, pero con el que no tenía demasiada relación, Lluís B. explica que no recuerda su nombre. Lo que sí dice tener claro es que aquel hermano le tocaba los genitales e intentaba masturbarle, y que ocurrió al menos en dos o tres ocasiones.
“Después, yo lloraba en silencio”, lamenta. Pero no se lo dijo a su hermano. Sí lo comentó con su madre. Pero ella, que estaba sola y era creyente, le quitó hierro. “No hizo nada más que decirme que seguramente no había sido así”, explica Lluís B.
En Montcada: “Me besaba el cuello, la cara…”
En el caso de Enric, él señala a un hermano de La Salle Montcada, R., como el que le realizó tocamientos en la privacidad de un aula al menos en tres ocasiones, entre finales de los 60 y principios de los 70, cuando cursaba los estudios primarios. “Siempre recordaré su olor a rancio, a armario cerrado”, evoca tanto tiempo después.
Este hermano, asegura, le llamaba durante el tiempo de recreo del mediodía y le recibía en un aula casi a oscuras. “Me hacía sentarme sobre sus piernas y me acariciaba, me ponía sus manos en las piernas, por dentro de la ropa… Hasta llegar a la ingle”, relata. “Me besaba el cuello, la cara… Y lo hacía con morbosidad, no como lo haría un padre. Pero eso lo veo ahora, no cuando era pequeño”.
Al final, tras lo que Enric relata que debían ser unos 10 o 20 minutos, este hermano le daba un regaliz y le dejaba marchar. Más de medio siglo después, este hombre asegura que no había hablado del tema en parte porque pensaba que solo le había ocurrido a él. “Hasta que salió el caso de los Maristas”, explica.
El hermano al que se refiere Enric, R., fue profesor en La Salle Montcada y estuvo vinculado al centro durante décadas, prácticamente hasta que falleció hace más de diez años.
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