Vivir junto a una ITV: “A las siete de la mañana empiezan los pitidos, es insoportable”

Pau Rodríguez

0

El día en casa de Seimur Hebert siempre arranca puntual con el ruido estridente de un claxon. Y no a cualquier hora. “A las 7.00 de la mañana empiezan los pitidos, sea el día que sea de la semana. El ruido es insoportable”, describe. El eco de las bocinas procede de la finca que tiene el lado de casa: un taller de Inspección Técnica de Vehículos (ITV) que funciona a pleno rendimiento en el corazón urbano de Barcelona. 

Convivir con una ITV es hacerlo con un constante ir y venir de coches, motos y furgonetas, con los humos y el ruido que dejan a su paso. Por eso, la mayoría de estas estaciones suelen emplazarse en las afueras de las ciudades o en sus polígonos industriales. Pero Barcelona es de las pocas urbes españolas que a día de hoy alberga talleres de este tipo que se encuentran pared con pared con viviendas, cuando no justo debajo de ellas. 

Históricamente su ubicación se ha dado por sentada, puesto que las ITV tienen licencia desde los 80 o principios de los 90 pero, en los últimos tiempos, las quejas de algunos vecinos han llevado al Ayuntamiento a abrir al menos tres expedientes por ruido a tres de estas estaciones: dos de ellas en el céntrico Eixample (en las calles Diputació y Córsega) y la otra en el distrito de Sant Martí (en el pasaje Puigmadrona). 

El caso más flagrante es el de la calle Puigmadrona, donde vive Hebert desde hace nueve años. No solo porque la estación se encuentra encajonada entre dos edificios de viviendas, sino porque se trata de una pasaje estrecho, de una sola dirección, y que linda con una escuela de Primaria, el colegio Dovella. “El Ayuntamiento puso durante un tiempo agentes de la Guardia Urbana a la entrada y salida del colegio, pero ahora ya no están”, lamenta. 

Cambiar a los niños de habitación

A las 13.00 de un día entre semana cualquiera, el trajín de vehículos es incesante. Y, al ser una calle de un solo carril, a la mínima que uno de ellos tarda en acceder al recinto, se forman fácilmente colas de cuatro o cinco coches, que no tardan en darle al claxon. Johann Turning, otro vecino del lugar, lo sabe bien porque suele despertar a su hijo de cuatro meses mientras duerme la siesta. “A la que se juntan tres coches, y sobre todo si hay algún repartidor que se pone nervioso, se ponen a pitar todos como locos”, relata.

Hebert, que también tiene hijos pequeños, explica que en casa se ven obligados a vivir con algunas de las ventanas cerradas y que incluso llegó a cambiar de habitación a sus críos porque les despertaba el ruido a primera hora. Desde su tercer piso, cuenta, se pueden escuchar las órdenes que van emitiendo por megafonía los operarios de la ITV (para que los coches avancen, retrocedan, giren el volante, frenen…). Pero lo que más reverbera, señala, son los cláxons y cuando le dan al gas.

La ITV de Puigmadrona, igual que la de la calle Diputació, es propiedad de Applus, la multinacional del sector que según los últimos datos disponibles contaba con más de 50 estaciones en toda España, la mitad de ellas en Catalunya. Contactada por elDiario.es, la firma ha declinado hacer valoraciones sobre las quejas. 

En el caso del pasaje Puigmadrona, el Síndic de Greuges de Barcelona (el equivalente al Defensor del Pueblo) intervino ante las quejas y constató que ni siquiera la actuación del Ayuntamiento ante las reclamaciones recibidas había sido “ajustada a derecho” ni “eficaz”. De esta forma, instó al consistorio a revisar la licencia de instalaciones “para descartar presuntas irregularidades” y las actividades de la ITV para comprobar si cumple con la normativa que regula las inspecciones. 

Por otro lado, pidió también al Ayuntamiento que haga seguimiento de las actuaciones que lleva a cabo la Guardia Urbana para evitar atascos, algo que a día de hoy es inexistente, según los vecinos. 

Sobre la normativa, lo cierto es que en la práctica cuentan con licencias de talleres de reparación de vehículos al uso –a pesar de tener mucha mayor afluencia de tráfico– y su ubicación está poco delimitada. Con todo, la ley estatal que las regula, de 2003, sí establece que deben estar situadas “en lugares de fácil acceso y en los que el flujo de vehículos a la estación no provoque conflictos de tránsito en la zona”. No es el caso de la estación del pasaje Puigmadrona, según denuncian reiteradamente los vecinos. 

Donde también se forman colas de tráfico, aunque sin ocupar en esta ocasión toda la calzada, es en la calle Diputació. Allí la estación de ITV está emplazada en los bajos de una finca de seis pisos. En uno de ellos, concretamente en un primero, vive Marta, una mujer ya jubilada que también está harta de tanto entrar y salir de vehículos todo el día. “Es muy molesto, se forman hileras que pueden llegar hasta la decena de coches y venga a darle al claxon, sea la hora que sea”, afirma. 

Los horarios de las ITV, además, son muy extensos para facilitar que los conductores puedan pasar las revisiones fuera del horario laboral. La mayoría van de 7.00 a 21.00 o 22.00 horas, y tienen abierto también el sábado, aunque empezando a las 8.00 o 9.00 horas.

Preocupados por el ruido y la contaminación que emiten los coches, desde la entidad Eixample Respira se quejan de que Barcelona acumule todavía tantos talleres de ITV en su trama urbana vecinal. “Es obvio que ese no debería ser su emplazamiento, porque es una actividad casi industrial, pero el hecho de que el Eixample esté lleno de autopistas urbanas se lo pone muy fácil a estos negocios enfocados al coche”, lamenta su portavoz Genís Domínguez. “Las externalidades negativas de coches y motos están acreditadas”, añade, “desde la ocupación del espacio público, el ruido, la contaminación y los problemas de salud que generan”.

Protestas en València y Asturias

Salvo el caso de Barcelona, no es fácil encontrar estaciones de ITV que estén pegadas a viviendas. Otra ciudad donde hay al menos un ejemplo es València. En el barrio de Campanar hay un taller emplazado entre grandes edificios de una quincena de pisos. Sus vecinos llevan años quejándose de lo mismo, ruido y colapso de coches, pero no han conseguido que la Generalitat ordene su ansiado traslado. 

También frustrada fue una movilización vecinal reciente en Gijón, donde hace apenas un año abrió una estación de ITV en el núcleo rural de Granda. Hasta entonces, las demás ITV asturianas estaban en polígonos. “El problema es que para acceder a ella se hace a través de caminos vecinales sin arcenes, ni aceras, ni nada de nada”, se queja Félix Gómez, presidente de la Asociación de Vecinos de esta parroquia gijonense. 

Cuando tuvieron noticia de que se ubicaría en esa zona, los vecinos trasladaron sus quejas a la consejería de Industria, pero estas cayeron en saco roto. La intención de la Administración era destensar la otra que hay en la ciudad. “Pero su supuesta necesidad no se cumple”, advierte Gómez. “Solo abre por las mañanas, con dos de seis líneas, y está infrautilizada”, cuenta. Algo que los vecinos celebran por ahora como mal menor.