Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
¡Coma y calle! Los límites de la ética en la publicidad alimentaria
Imagine un mundo en el que casi a cada paso intentaran engañarle con el fin de sacarle dinero. Imagine un mundo en el que comiera, o se metiera cosas en el cuerpo sin saber lo que son, ni las consecuencias que puedan tener para su salud en el futuro aunque en realidad éstas sean perjudiciales. Imagine que además lo hace porque alguien en quien usted confía le dice que es bueno para su salud. Imagine que le dan supuestos argumentos científicos para convencerle, avales de prestigiosas asociaciones o instituciones. Imagine además que usted cree que hay una ley que le protege y que además se le dice que dicha ley se cumple aunque no sea así.
Pues abra los ojos: ¡Vive en ese mundo!
Dedique un día a contar conmigo los anuncios que le prometen prevención, salud, belleza, aspecto de juventud o delgadez. No olvide contar a los presentadores de programas colando “consejos publicitarios” más o menos disimulados. Sí, los anuncios de toda la vida en televisión, radio, revistas, marquesinas, folletos buzoneados en su propia casa o entregados en mano por la calle, las pantallas que le saltan en cada página que visita en Internet, los enlaces que aparecen en sus redes sociales…le voy a dar el cómputo total, en el mundo occidental el ciudadano medio ve hasta 3000 anuncios publicitarios por día, aunque no sea consciente de ello.
Pues ahora le digo que la inmensa mayoría son camelos, un extenso abanico que abarca verdades a medias y mentiras completas. Desde hace siglos charlatanes y curanderos han vendido pociones y ungüentos milagrosos para conseguir casi lo mismo, antes el anzuelo era divino ¿Cuántas de nuestras abuelas creían a pies juntillas en el agua de Lourdes o en los cordones de San Blas? Sustituyamos ahora la intervención divina por una supuesta “Ciencia que todo lo puede” y ¡ale hop!, tienen delante a los timadores del siglo XXI. La gran diferencia es que en aquella época nadie sospechaba que en aquel futuro lejano en el que nosotros vivimos ahora dichos charlatanes y curanderos iban a estar amparados por el equivalente al sheriff del condado.
Como denuncian Ben Goldacre y Michael Pollan en sus respectivos libros,“Mala Ciencia” y “El detective en el supermercado”, el “nutricionismo” nos ha llevado a una “medicalización” de los alimentos y a una especie de “neurosis alimentaria colectiva” que en lugar de hacernos comer mejor, nos provoca una confusión absoluta con respecto a alimentos y elementos, y cuando no, nos lleva directamente a sufrir consecuencias negativas para nuestra salud, física y mental. Incluso para nuestra “salud” económica, dado que la inmensa mayoría de estos productos están encarecidos con respecto a sus homólogos “normales”, no funcionales, no light o “no algo”. En algunos casos, según CEACCU este incremento puede ser hasta del 200%. Esa descomunal diferencia de precio es una de las razones por la cual, el mercado de los alimentos funcionales, cerró el ejercicio del 2011, ya en plena crisis económica, con unas ganancias de 2900 millones de euros en el conjunto del mundo occidental y todo por hacernos creer que son “buenos para algo”.
Pero primero hay que crear la necesidad, convertir en enfermedades lo que siempre ha sido normal, tergiversar el concepto de prevención, acomplejar a muchísimas personas escupiéndoles a la cara defectos que no tienen a base de hacerles compararse con perfecciones que no existen. Estoy hablando del photoshop y otras formas de modificar la imagen ¡por supuesto!
¡Y ahora procedamos a analizar dicha manipulación!
Primero, la inmensa mayoría de las alegaciones de salud han sido rechazadas por la EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria) porque no han podido probar sus supuestos beneficios, como es el caso de los Bifidus o los Lactobacilus, entre otros ¿Pero quién lee la página web de la EFSA? Por eso, aunque usted no se haya dado cuenta, muchos productos, no sólo lácteos, lo que dicen ahora es que “ayudan al normal funcionamiento del organismo”. Al normal funcionamiento del organismo ayuda casi cualquier alimento, les informo, dado que “no comer” es lo que desestabiliza el organismo. De hecho, tras ese rechazo uno de los trucos que están utilizando para seguir alegando sus “supuestos beneficios”, es añadir vitaminas o similares que sí han sido aceptadas, pero que se encuentran de manera habitual en nuestra dieta. O sea, que no los necesitamos si comemos con normalidad. Como ejemplo, con un sólo plátano usted estaría ingiriendo vitamina A, B1, B12, B3, B5, B6, B7, B9, C, D, E, K.
Claro que a lo mejor se ha dejado engañar también en alguna ocasión por esos anuncios de pastillas de vitaminas, minerales y “oligocosas”, con la idea de que “las vitaminas son buenas” y “no pueden hacerle daño”. ¡Se equivocan! Primero porque las carencias vitamínicas o avitaminosis las debe diagnosticar un médico y en base a una analítica, no por el “método del aojismo” y segundo porque sí pueden hacerle daño. Aunque nadie le haya hablado de ello, las hipervitaminosis existen y potencialmente pueden ser graves. En el registro de cuatro años de la FDA (Agencia americana de Seguridad en alimentación y medicamentos) se recibieron más de 6,300 informes con 10,300 reacciones negativas, entre ellas 115 fallecimientos y más de 2,100 hospitalizaciones, 1,000 enfermedades agravadas con complicaciones, 900 visitas a urgencias y otros 4,000 casos más leves adicionales provocados por suplementos vitamínicos y productos similares.
Todo ello sin contar con que si usted lleva una dieta normal (rica en frutas y verduras, y acompañada con algo de carne y pescado) esos suplementos son innecesarios, como bien afirma en su página el Ministerio de Sanidad de nuestro país. ¿pero quien lee la página del Ministerio? También la Harvard School of Public Health lo deja bastante claro en su informe “Supplement Studies: Sorting Out the Confusion”: “En el mejor de los casos la compra de estos productos sólo dañará tu economía”. En el peor ya hemos visto como puede afectar su salud.
Lea usted los ingredientes de cualquier producto elaborado de cualquier supermercado. ¿Tiene usted la garantía de que todos esos ingredientes son realmente necesarios para obtener el producto final? Incluso si muchas de esas substancias añadidas son inertes a su salud, ¿Sabe que va a pagar más por ese producto final sólo porque lleva más ingredientes? Pues bien, ahí está una de las fórmulas empleadas por la industria alimentaria, añadir ingredientes que permiten encarecer el producto pero ofreciendo realmente lo mismo. Si además alguno de estos ingredientes puede usarse como atrayente mediante la propaganda falaz que aquí se denuncia, pues mucho mejor (para el fabricante, ¡claro!).
Hay muchas formas de camelarle e inducirle a engaño, como esos zumos tan sanos con vitaminas añadidas y cero por ciento de grasa que contienen 37 gramos de azúcar, bastante más de la Cantidad diaria recomendada por la O.M.S. ¡Cuidado al leer la etiqueta! ponen las cantidades en 100 ml, pero es que el tetra-brick individual que usted le está dando a su hijo tiene 330 ml. ¡Multiplique por tres y pico las cifras que lea!
Otro ejemplo son los alimentos “sin”. Si se dan cuenta, últimamente todo es sin algo, aunque la moda más extendida es la del “sin azúcar” o “sin azúcar añadida”, como es el caso de muchos “zumos” o más bien “bebidas líquidas nutritivas” presentadas en tetra brik. Lea en ese caso las cantidades de grasa, aunque a lo mejor, usando otra de las tácticas recurrentes pone “lípidos”, con lo cual a la inmensa mayoría de la gente le pasarían desapercibidas.
Para los alimentos muy bajos en calorías (ni azúcar, ni grasas) existe otra palabra mágica, que es “light”, y últimamente para los refrescos, la palabra “zero”. Pues bien, como ya se ha tratado en este blog, estos productos contienen edulcorantes artificiales que podrían ser bastante nocivos para su salud. Lo mejor es sin duda no consumir ni ese exceso de calorías que no necesita, ni esa bebida sustitutiva. Y por favor, compruebe los ingredientes de un refresco “light” y otro “zero”, ¿nota alguna diferencia? ¡claro que no! “zero”, es un “nuevo palabro” inventado para venderle lo mismo.
Podría seguir hasta convertir este artículo en una enciclopedia de la manipulación, sólo les digo que casi nada que vaya envuelto se libra de algún truco y muchos de ellos pueden perjudicar tremendamente la salud. Reflexionen un momento, a pesar de tener supermercados “medicalizados”, y de que casi todo se publicite como “natural y saludable” tenemos unas elevadísimas tasas epidémicas de obesidad, diabetes, hipertensión y obsesiones relacionadas con la comida y la imagen, y no solo afectan a los adultos, si miramos las cifras del estudio Aladino del año 2011, el 44,5 % de nuestros niños tenía sobrepeso u obesidad.
Sólo hay una manera de evitar ser víctimas de estas estratagemas y es informándose adecuadamente, leyendo y recuperando el espíritu crítico con quien sólo pretende vendernos sus productos sacando el máximo beneficio posible.
Y sólo hay una manera de mantener la salud y prevenir las enfermedades relacionadas con la alimentación; y es seguir practicando los hábitos saludables que sí funcionan, como comer recetas tradicionales con hortalizas, legumbres, cereales, verduras y frutas, y en menor medida pescado y carne, moverse, andar, subir escaleras, practicar algún deporte más o menos habitualmente, no consumir tóxicos, alcohol, tabaco y otras drogas, y dormir adecuadamente. Lo siento ¡los milagros no existen! aunque las empresas se lo quieran hacer creer.
Esta es una historia que se sabe hace tiempo. Sin ir más lejos, hace casi 30 años, músicos que le podrían parecer de lo más estrambótico, como Eskorbuto, la han venido denunciando.
Pero por último, si me permiten una sugerencia, y si quieren saber más sobre este tema, lean mi libro, “Consume y calla” que es fruto de un tremendo esfuerzo de investigación, búsqueda de datos y lectura de esas páginas científicas e institucionales que nadie se lee y en el que intento desenmascarar los intereses de una industria que está jugando con mi salud, con la suya y con la de sus hijos.
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Imagine un mundo en el que casi a cada paso intentaran engañarle con el fin de sacarle dinero. Imagine un mundo en el que comiera, o se metiera cosas en el cuerpo sin saber lo que son, ni las consecuencias que puedan tener para su salud en el futuro aunque en realidad éstas sean perjudiciales. Imagine que además lo hace porque alguien en quien usted confía le dice que es bueno para su salud. Imagine que le dan supuestos argumentos científicos para convencerle, avales de prestigiosas asociaciones o instituciones. Imagine además que usted cree que hay una ley que le protege y que además se le dice que dicha ley se cumple aunque no sea así.
Pues abra los ojos: ¡Vive en ese mundo!