Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
¿Cambiará el CSIC? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Si uno atiende a los titulares y a las declaraciones, soplan vientos de cambio en la ciencia española. Tenemos de nuevo, tras una verdadera travesía en el desierto en un Ministerio de Economía que ni entendía ni apoyaba la ciencia y la innovación, un Ministerio propio: el de “Ciencia, Innovación y Universidades”. Se ha constituido una comisión parlamentaria con el mismo nombre. Y la Presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), aunque nombrada por el gobierno anterior, hace gala de escuchar a sus investigadores, a los que ha citado la pasada semana en unas jornadas multitudinarias dedicadas a “afrontar los retos de la institución”.
A pesar de la dificultad de organizar un verdadero intercambio de ideas entre más de mil participantes en una sola jornada, fue ilusionante ver cómo esta nueva Presidencia se conjuraba para potenciar algunas de las mejores virtudes de la ciencia moderna: la libre circulación de la información y la discusión abierta. Por desgracia, tal vez por lo apresurado de las fechas (reconocido por los propios convocantes), las jornadas estuvieron dominadas por sucesivas presentaciones del equipo de gobierno del CSIC, salpimentadas por breves períodos en que una presentadores seleccionaba dos o tres preguntas de una encuesta apresurada a la que habían contestado varios cientos de científicos, con poco margen para el resumen y las conclusiones de la misma. Por la tarde, los participantes se distribuyeron en cuatro sesiones paralelas donde la intención de fomentar la discusión quedó una vez más diluida por las presentaciones institucionales. No obstante, hubo presentaciones valientes en sesiones como la de “¿Evolución o revolución?) que no quedaron del todo ahogadas por el discurso corporativo.
A pesar de todo esto, la jornada de debate tuvo la virtud de constatar que los diferentes colectivos dentro del CSIC compartimos en buena medida el análisis de las necesidades de reforma estructural de la institución. Se apreciaron, no obstante, desacuerdos importantes sobre la mejor manera de implementar dichas reformas. Por ejemplo, la encuesta a los científicos del CSIC previa a las jornadas llamaba la atención sobre la necesidad de descentralizarlo, dotando de mayor autonomía a los institutos de investigación y de más capacidad de decisión a sus directores, siempre acompañadas de una mayor rendición de cuentas; y sobre el impacto letal que la asfixiante burocracia, impuesta tanto por las agencias financiadoras como por la propia administración del CSIC, tiene sobre la actividad investigadora. Y sin embargo, aunque la mayoría de los ponentes hacían frecuentes referencias a la participación y la transparencia, todos los planes que se fueron exponiendo redundaban en una gestión igual o más centralizada, con instrumentos y aplicaciones que mejoren el control de “la eficiencia del gasto” y del desempeño investigador. De hecho, la única mención a aumentar la autonomía de los centros se hizo, en respuesta a una pregunta desde el auditorio, para decir que no se percibía como algo prioritario. Y la encendida defensa de la necesidad de más personal administrativo, basada en unas estadísticas claramente sesgadas, culminó con una significativa metáfora que el proponente quiso luego matizar y tuvo que retractarse: los investigadores son “cazadores solitarios”, individualistas y competitivos, mientras que los administradores son “cazadores en manada”, colaboradores y centrados en el interés colectivo.
Muchos de los cambios que necesita el CSIC ya han sido analizados extensivamente por diferentes grupos de científicos y gestores de nuestra I+D. Algunas de sus conclusiones y diagnósticos ya han sido expuestas en varios artículos (1, 2, 3, 4,) de esta sección, y algunos de los grupos y organizaciones que las han elaborado las han presentado a los grupos parlamentarios antes de la elecciones de 2004 y 2015. Los años han ido pasando sin abordar el espinoso tema de la reforma del CSIC. Entonces no había prisa. ¿La habrá ahora?
Debería haberla. Los excelentes resultados de la ciencia española en general, y la que se realiza en el CSIC en particular, se mantienen, pero puede que no por mucho tiempo. Mientras que los países de nuestro entorno han invertido más en investigación durante la crisis, nosotros llevamos años de recortes en financiación y personal. Tampoco hemos realizado los cambios estructurales necesarios para gestionar con eficiencia los escasos fondos disponibles. La burocracia y el peso de los trámites administrativos, lejos de disminuir, han aumentado en estos años de dificultades económicas. Han sido necesarias reinterpretaciones exprés de los modos de contratación para evitar el colapso de algunos centros, imposibilitados por una burocracia kafkiana para gestionar los fondos externos obtenidos competitivamente (la mayoría, fuera de España). Diversos OPIs han llegado con el agua al cuello a este posible cambio de ciclo, y se han escrito en el último año numerosos manifiestos solicitando cambios que agilicen la gestión, más allá de un aumento en los presupuestos.
Afortunadamente, se anuncian más ‘reformas’, aunque aún no se concretan en iniciativas ni plazos. Y no debería ser tan difícil. Algunas cosas requieren modificar presupuestos, otras incluso cambios legislativos. Pero mientras todo eso ocurre, medidas muchos más sencillas que alivien la desmesurada burocracia, doten de mayor autonomía a los centros y reviertan la sangría de personal con excelentes niveles de formación y desempeño mandarían una poderosa señal de esperanza a un sistema científico ya exhausto. Los despliegues de imagen corporativa están muy bien, pero a estas alturas, la necesidad de hechos concretos es imperativa.
Con ánimo de ayudar a alcanzar las principales reformas en un plazo lo más breve posible, volvimos a reunirnos con los parlamentarios, esta vez con la presencia y participación de la Presidenta del CSIC, su jefa de Gabinete, los tres Vicepresidentes, y representantes de los principales partidos incluidos en la Comisión de Ciencia, Innovación y Universidades. Son otros tiempos. En esta reunión, celebrada hace pocas semanas, todos expusimos nuestras ideas y propuestas de reforma del CSIC para que pueda seguir dando servicio a la sociedad proveyéndola de ciencia e innovación de frontera. Una vez más, afloraron los problemas acuciantes de gestión a corto plazo que están asfixiando al CSIC, al igual que a otros OPIS e Instituciones de investigación, pero también se abordó la necesidad imperiosa de reformas profundas, menos urgentes, pero tanto o más necesarias. Reformas de la estructura, de la gobernanza y del marco legal y jurídico del CSIC. En este documento se resumen las propuestas que elaboramos al respecto, alternativas al modelo expuesto por el Secretario General del CSIC en la reunión del pasado lunes 19 de Noviembre. El debate está abierto, al menos a nivel del CSIC. Esperamos que el Parlamento encuentre hueco para abordar esta reforma, que pasa por revisar conjuntamente la visión y la misión del CSIC, así como los servicios que se esperan de esta institución en el modelo actual de sociedad, y aplicar las correspondientes reformas legales para que pueda hacerse eficazmente. Esperamos que el Gobierno priorice el necesario debate para contestar a las dos primeras preguntas del título. Y esperamos que la respuesta a la tercera sea “pronto”.
Si uno atiende a los titulares y a las declaraciones, soplan vientos de cambio en la ciencia española. Tenemos de nuevo, tras una verdadera travesía en el desierto en un Ministerio de Economía que ni entendía ni apoyaba la ciencia y la innovación, un Ministerio propio: el de “Ciencia, Innovación y Universidades”. Se ha constituido una comisión parlamentaria con el mismo nombre. Y la Presidencia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), aunque nombrada por el gobierno anterior, hace gala de escuchar a sus investigadores, a los que ha citado la pasada semana en unas jornadas multitudinarias dedicadas a “afrontar los retos de la institución”.
A pesar de la dificultad de organizar un verdadero intercambio de ideas entre más de mil participantes en una sola jornada, fue ilusionante ver cómo esta nueva Presidencia se conjuraba para potenciar algunas de las mejores virtudes de la ciencia moderna: la libre circulación de la información y la discusión abierta. Por desgracia, tal vez por lo apresurado de las fechas (reconocido por los propios convocantes), las jornadas estuvieron dominadas por sucesivas presentaciones del equipo de gobierno del CSIC, salpimentadas por breves períodos en que una presentadores seleccionaba dos o tres preguntas de una encuesta apresurada a la que habían contestado varios cientos de científicos, con poco margen para el resumen y las conclusiones de la misma. Por la tarde, los participantes se distribuyeron en cuatro sesiones paralelas donde la intención de fomentar la discusión quedó una vez más diluida por las presentaciones institucionales. No obstante, hubo presentaciones valientes en sesiones como la de “¿Evolución o revolución?) que no quedaron del todo ahogadas por el discurso corporativo.