Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
Infinitas utopías
“El Elegido” debía tratarse de un ser humano capaz de descifrar el código computacional de las máquinas y así poder entrar y modificar el mundo virtual en el que estaban viviendo esclavizados la inmensa mayoría de los seres humanos. Este fragmento a modo de sinopsis de The Matrix nos sirve para introducir una herramienta científica en auge, que tiene importantes repercusiones sociales y políticas: la simulación de mundos virtuales. El continuo incremento de la capacidad de los ordenadores, y sobre todo de los super-ordenadores y la capacidad de super-computación de alto rendimiento ha llevado al filósofo Nick Bostrom a plantearse la posibilidad de que estemos viviendo realmente en un mundo simulado. Su hipótesis se basa en tres premisas enlazadas: la primera es que la probabilidad de que la humanidad evolucione en una especie post-humana es bajísima pero quizás no nula y que por tanto sería posible llegar a ese estado; la segunda es que si dicho estado es alcanzado, la capacidad tecnológica de esa sociedad post-humana sería elevadísima, permitiendo simular nuestras propias vidas (o mejor dicho las de nuestros ancestros), aunque esto no fuese muy probable; finalmente, la tercera dice que llegado a ese estado existiría una alta probabilidad de que estuviésemos viviendo en una simulación. Lo contrario sería aceptar que la extinción de los humanos ocurrirá sin lugar a dudas antes de que seamos capaces de ejecutar dichas simulaciones.
Lejos de plantearnos en este blog si Bostrom puede o no tener razón, lo que sí queremos hacer es una reflexión sobre cómo las máquinas podrían ayudarnos a pensar en mundos alternativos, o más bien, en sistemas alternativos de funcionamiento de la especie humana en su conjunto, así como de su relación con el único planeta que habita. Ello podría contribuir, por ejemplo, a que la palabra sostenibilidad pasase de ser una hipocresía política a una realidad palpable.
El Planeta Tierra es lo que conocemos como un sistema complejo, o más bien un conjunto jerárquico de sistemas complejos anidados, pues cada una de las células que componen cada uno de los organismos multicelulares que la pueblan es en sí mismo un sistema complejo. Los organismos vivos a su vez son sistemas complejos que interactúan unos con otros intercambiando materia y energía en los llamados ecosistemas, transformando a su vez las propiedades físicas y químicas del gran sistema complejo que es La Tierra. Por intereses obvios, de todos los sistemas complejos presentes en La Tierra, los más simulados hasta la fecha han sido seguramente el tiempo atmosférico y la economía humana. Sin embargo, la viabilidad futura de nuestro planeta no depende de estos sistemas de forma aislada, por muy bien que éstos se estudien, si no de cómo estos sistemas interaccionan con el resto, y en particular con la biosfera; es decir, la parte viva del Planeta. Los primeros intentos de combinar la simulación para estudiar como la polución y el crecimiento de la población pueden arrojar diferentes escenarios de futuro dependiendo de las políticas de los gobiernos se iniciaron hace más de una década.
Pero, ¿Qué es una simulación computacional? En una simulación por ordenador se implementa previamente un programa informático que imita un sistema real. A este nuevo sistema virtual se le somete a diferentes premisas iniciales y con ello se estudia cómo evoluciona el sistema según varíen dichas premisas. La principal ventaja de la simulación es que podemos tener una idea de qué pasaría si a un sistema real le cambiáramos ciertos parámetros, pero sin necesidad de hacerlo en la realidad, ahorrando costes y posibles efectos no deseados. Esto es especialmente apropiado cuando cambiar el sistema real es logísticamente imposible, o cuando se necesita una respuesta mucho más rápida que la que se conseguiría mediante la experimentación; es decir, mediante la manipulación del sistema real. Otra ventaja es que las simulaciones nos permiten evaluar los riesgos potenciales de acciones concretas, así como la viabilidad de ciertas acciones. Una de las simulaciones más antiguas de un sistema dinámico data de los años 50, momento en el cual los flujos entre las partes (o nodos) del sistema fueron calculados a mano. A pesar de su sencillez, esto permitió arrojar luz de cuál era la causa de que las tiendas de electrodomésticos tuviesen ciclos de auge y caída de 3 años.
No debemos olvidar que la observación metódica de la naturaleza es sin duda una de las mayores fuentes de inspiración y de avance científico. Sin embargo, de la misma manera que un jugador de ajedrez tiene limitado el número de posibles jugadas que puede reconstruir en su mente antes de tomar una decisión sobre su próxima tirada, la observación e interpretación de la naturaleza tiene las limitaciones propias del cerebro humano. Así pues, la capacidad de simular el mundo permite a los científicos ir más allá de su imaginación, descubriendo propiedades emergentes de los sistemas reales, muchas de las cuáles eran inimaginables antes de la simulación computacional. En otras palabras, en sistema complejos, el todo (lo que emerge) no sería casi nunca la suma de sus partes, si no que la interacción o sinergia entre dichas partes es lo que explica esa “nueva” propiedad. La complejidad de la interacción entre las neuronas de cada cerebro, combinada con la interacción entre cerebros (relaciones sociales) y las políticas de los gobiernos, así como la retroalimentación entre ellas, tales como son las protestas de sectores amplios de la sociedad a políticas injustas, pueden en gran manera redundar en una u otra trayectoria emergente con consecuencias importantísimas para el futuro del Planeta.
Estamos posiblemente todos de acuerdo en que simular un “sistema de sistemas” como La Tierra requiere de un alto esfuerzo multidisciplinar, por el cual científicos de varias ramas diferentes deberán coordinarse para construir y usar nuevas plataformas de simulación. La buena noticia es que dicho esfuerzo ya ha comenzado hace unos años, por lo menos en lo que respecta a la simulación de sociedades humanas. La revista on-line Journal of Artificial Societies and Social Simulation recopila trabajos de simulación de científicos de varias disciplinas: ciencias de la computación, sociología, ecología y física, entre otras. Los trabajos allí publicados abordan problemas tan diversos como la emergencia de la propiedad privada, las estrategias políticas, las protestas de los trabajadores, la dinámica social al aprobar nuevas leyes, el altruismo y la cooperación, la política y filosofía de la ciencia. Entre lo más destacable se halla un juego on-line concebido para investigación en sociología y conducta humana, en el que los jugadores son lo que ponen la simulación en marcha o un juego de rol que une la sensibilidad hacia el medio ambiente y los sistemas socio-económicos.
Los ordenadores nos brindan pues una puerta a conocer otros mundos y poder imaginarnos infinitas utopías. ¿Qué pasaría en los sistemas sociales y en el conjunto de nuestro planeta si en las escuelas, además de potenciar la competencia y las cualidades que destacan respecto a los demás, se potenciara la capacidad de cooperación basada precisamente en las diferencias y complementariedad entre los individuos? ¿Qué ocurriría si se castigase a los estafadores del tesoro público en relación a la cantidad robada y se les pusiese en el mismo saco que a los mal-llamados “delincuentes comunes”? Una de las limitaciones principales para ejecutar cualquier cambio en el sistema globalizado actual es encontrar por dónde se podría acometer dicho cambio; es decir, cómo empezar a cambiarlo. Esta sería precisamente una de las ventajas de la simulación de estos sistemas, dado que en principio el ordenador podría enseñarnos varias maneras de llevar a cabo una “revolución sin sangre”, la mayoría de las cuales escapan actualmente a nuestra imaginación. Sin embargo, debemos ser prudentes a la hora de construir nuestras simulaciones e intentar siempre usar los parámetros y variables más realistas de entre los disponibles; e incluso en la mayoría de casos, medir algunos nuevos. Así mismo, los resultados deberán ser tratados con cautela y, siempre que sea posible, corroborar su robustez mediante análisis de sensibilidad para asignar una mayor o menor credibilidad a cada uno de entre una serie de escenarios posibles.
Irónicamente, mientras estamos destruyendo el Planeta a una velocidad sin precedentes, estamos construyendo los super-ordenadores que nos pueden ayudar, en gran medida, a salvarlo. Tenemos sólo un planeta pero muchas máquinas que pueden simularlo... ¿serán los científicos del futuro nuestros “elegidos” como Neo en The Matrix, o por el contrario servirán a los intereses de unos pocos?
Ver página del ilustrador WerensWerens
“El Elegido” debía tratarse de un ser humano capaz de descifrar el código computacional de las máquinas y así poder entrar y modificar el mundo virtual en el que estaban viviendo esclavizados la inmensa mayoría de los seres humanos. Este fragmento a modo de sinopsis de The Matrix nos sirve para introducir una herramienta científica en auge, que tiene importantes repercusiones sociales y políticas: la simulación de mundos virtuales. El continuo incremento de la capacidad de los ordenadores, y sobre todo de los super-ordenadores y la capacidad de super-computación de alto rendimiento ha llevado al filósofo Nick Bostrom a plantearse la posibilidad de que estemos viviendo realmente en un mundo simulado. Su hipótesis se basa en tres premisas enlazadas: la primera es que la probabilidad de que la humanidad evolucione en una especie post-humana es bajísima pero quizás no nula y que por tanto sería posible llegar a ese estado; la segunda es que si dicho estado es alcanzado, la capacidad tecnológica de esa sociedad post-humana sería elevadísima, permitiendo simular nuestras propias vidas (o mejor dicho las de nuestros ancestros), aunque esto no fuese muy probable; finalmente, la tercera dice que llegado a ese estado existiría una alta probabilidad de que estuviésemos viviendo en una simulación. Lo contrario sería aceptar que la extinción de los humanos ocurrirá sin lugar a dudas antes de que seamos capaces de ejecutar dichas simulaciones.
Lejos de plantearnos en este blog si Bostrom puede o no tener razón, lo que sí queremos hacer es una reflexión sobre cómo las máquinas podrían ayudarnos a pensar en mundos alternativos, o más bien, en sistemas alternativos de funcionamiento de la especie humana en su conjunto, así como de su relación con el único planeta que habita. Ello podría contribuir, por ejemplo, a que la palabra sostenibilidad pasase de ser una hipocresía política a una realidad palpable.