Por qué el efecto placebo funciona incluso cuando lo sabes
Seguro que sabes lo que es el efecto placebo. En los ensayos científicos, para probar la efectividad de un nuevo medicamento, por ejemplo, para el dolor de cabeza, se divide a los voluntarios en dos grupos. A un grupo se le da el medicamento, y al otro una pastilla de azúcar. Nadie sabe lo que le están dando, y la idea es que, si el medicamento es eficaz, tendrá mejores resultados que la pastilla de azúcar porque, inevitablemente, esa pastilla de azúcar va a curar a una parte de los voluntarios.
Lo que quizá sea menos conocido es que el efecto placebo funciona incluso cuando sabemos que el tratamiento que recibimos es un placebo, algo que se ha podido comprobar en varios experimentos. En uno de ellos, se compararon los efectos de unas pastillas contra la migraña con los de otras que venían etiquetadas como “placebo” a la vista de los participantes. Aún así, el placebo consiguió unos efectos nada despreciables: mejoraron los síntomas de la mitad de las personas que lo tomaron.
Estos experimentos están abriendo la puerta para una posibilidad fascinante: usar el placebo como un tratamiento en sí mismo, e incluso uno que nos podemos administrar a nosotros mismos. No hace falta saber ni creer que el tratamiento funciona porque, al parecer, basta con que haya un tratamiento para ver resultados.
Cuando el ritual es la verdadera droga
Todavía no se sabe cómo funcionan los placebos exactamente, pero hay varias teorías sobre sus mecanismos básicos. La primera explicación es psicológica. El placebo es una forma de condicionamiento. Como los perros de Pavlov, el hecho de tomar una pastilla, sea la que sea, desencadena una reacción física que hace que nos encontremos mejor.
Lo mismo se aplica al efecto contrario, llamado nocebo, en el que las personas que tomaban la pastilla de azúcar experimentaban los efectos secundarios del medicamento real, y que puede incluso estar detrás de algunos efectos adversos a la vacuna de covid-19. Son las expectativas de estar bien (o mal), la confianza en los médicos o investigadores, las experiencias anteriores y nuestras creencias las que determinan finalmente si mejoramos o no, y en qué medida.
Pero, ¿qué pasa en nuestra cabeza para que los placebos funcionen? Esta es la explicación neurológica, en la que las endorfinas tienen el papel protagonista. Estos opioides producidos por el propio cerebro alivian el dolor del mismo modo que la morfina, y se ha comprobado que se segregan tras tomar un placebo. Sin embargo, al administrar bloqueadores de opioides a los pacientes, el placebo seguía funcionando, lo que indica que hay más jugadores en la partida. Mediante resonancia magnética se ha visto que el placebo actúa reduciendo la actividad del sistema nervioso simpático (el responsable del impulso de lucha o huida) y también la producción de cortisol, la hormona del estrés.
Los investigadores coinciden en que el efecto placebo depende del contexto, y esto se aplica directamente a cómo tratan los médicos a sus pacientes. Se les recomienda hablar positivamente sobre el tratamiento, dar ánimos, cultivar la confianza, dar seguridad, respetar las diferencias, explorar los valores del paciente y, finalmente, crear una ceremonia alrededor del tratamiento. Las batas blancas, la clínica, las pruebas y los medicamentos nos están transmitiendo el mensaje de que estamos siendo cuidados y atendidos.
Estas pistas verbales y no verbales son las que hacen que las expectativas de curación se eleven. Por eso es tan importante en los ensayos clínicos el doble ciego, es decir, que el médico o investigador tampoco sepa si la pastilla que está dando es verdadera o falsa, ya que el tono de voz o el lenguaje no verbal pueden alterar los resultados.
El ritual es también la explicación para la supuesta eficacia de algunas terapias alternativas, como la acupuntura. En los estudios en el que se administraba “acupuntura falsa”, en los que en realidad no se les clavaban agujas, o se les pinchaba en sitios diferentes de los puntos de acupuntura, los pacientes mejoraban igual que con la acupuntura “verdadera”.
El placebo como medicina
Los placebos ya se recetan habitualmente. En una revisión de estudios se encontró que dependiendo del entorno, entre el 50% y el 100% de médicos y enfermeros ya estaban recetando placebos a sus pacientes. En otra encuesta, a la pregunta de si alguna vez recomendaban los tratamientos con la idea de mejorar las expectativas de un paciente, el 80% de los médicos contestaron que sí.
Esta práctica tiene implicaciones éticas, ya que se argumenta que viola el derecho del paciente a estar informado sobre su tratamiento. En estos casos los placebos “open label”, en que se advierte de el tratamiento es un placebo, pueden resultar menos conflictivos.
Si el placebo funciona incluso cuando se conoce el engaño, ¿podemos administrarnos placebos a nosotros mismos? Los experimentos no son concluyentes pero está claro que todos lo hacemos ocasionalmente. Pasado un cierto límite, ni el café nos despierta ni los cigarrillos nos calman, pero el propio ritual puede tener estos efectos. Los libros de autoayuda son en general poco efectivos, pero leerlos es una forma de placebo, que nos hace sentir mejor con el problema que tengamos. ¿Cómo podemos convencernos a nosotros mismos de estar mejor, física y emocionalmente? Afortunadamente, hay varios libros de autoayuda al respecto.
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