La fiesta de la primavera, conocida en occidente como el Año Nuevo Chino, se celebra entre enero y febrero, según marca el calendario lunisolar. El calendario tradicional chino está basado en ciclos lunares aunque también tiene en cuenta al sol y se fundamenta en los ciclos agrícolas de la naturaleza: cosechas, siembras, tiempo atmosférico, que se dividen en 24 periodos de unos 15 días de intervalos.
Uno de los aspectos más populares de la cultura china en España es la gastronomía, fuertemente vinculada a las raíces espirituales y a los rituales. Así, durante esta festividad en las mesas familiares se sirve pescado para que al año nuevo traiga abundancia; pollo para tener planes de futuro, un alga llamada facai para pedir prosperidad y raíz de loto para llamar a la inteligencia.
Los conceptos van ligados entre sí porque tienen la misma pronunciación, según explica la web del Instituto Confucio de Valencia, que se dedica a la difusión de la lengua y de los valores culturales chinos. Desde su sede en la Facultad de Filología ofrece cursos, conferencias y actividades relacionadas con el gigante asiático y colabora en la organización del calendario festivo. Desde hace 9 años, los empresarios chinos y el Instituto Confucio celebran en la ciudad de Valencia la cabalgata que da color al ritual y a la que acuden cerca de 20.000 personas. Este 25 de enero el Ayuntamiento de Valencia cederá varios espacios de la ciudad para que los ciudadanos de origen chino desarrollen su principal cita anual, en esta ocasión para el año de la rata del metal.
La cabalgata de lo que llamamos año nuevo desde la perspectiva occidental se ha convertido en una cita marcada en el calendario de festividades de Valencia. La fecha da visibilidad a la comunidad china, un sector creciente en la ciudad. La población china en Valencia ha pasado de 4.787 personas censadas en 2010 a 7.480 según los datos del patrón municipal de 2019; son 3.771 mujeres y 3.710 varones. La variación de la población china en la Comunitat Valenciana ha seguido en línea ascendente en los años de la crisis, mientras que los migrantes europeos, sudamericanos y de origen africano han ido descendiendo.
En la autonomía, la población de origen chino es de cerca de 25.000 personas y ocupa el tercer puesto en población extranjera en Valencia, solo por detrás de la población migrante de Rumanía e Italia. La mayoría, cerca del 90%, provienen de la región de Zhejiang, en el sudeste del país, y de Fujian, en la misma zona. La valenciana es la tercera comunidad preferida por la población de origen chino, por detrás de la comunidad de Madrid y Cataluña y con unas cifras muy similares a las de Andalucía.
Quienes se dedican a observar el comportamiento de la comunidad china señalan que es una población que tiende a registrarse y establecerse de manera formal en sus lugares de residencia, por lo que consideran probable que la población censada sea bastante próxima a la real. Para salir del país, los ciudadanos chinos necesitan documentación que acredite su lugar de residencia.
El 'boom' migratorio del gigante asiático comenzó en España a mediados de los ochenta, pocos años después de que el Gobierno chino decretara la apertura económica del país. Tres décadas después, coinciden la segunda generación de personas migrantes con la madurez de las personas de origen chino adoptadas en la misma época en el Estado español. La Universitat de València cuenta con cerca de 600 alumnos de origen chino y es la sede el Instituto Confuncio, que colabora en la formación y difusión de los valores culturales entre ambos países.
Los negocios que han emprendido los ciudadanos del gigante asiático han resistido a la crisis económica; en Valencia es conocido el barrio de Jerusalem, el 'chinatown' valenciano, unas calles que concentran restaurantes con recetas asiáticas originales y otros negocios a cargo de población china como peluquerías, supermercados y bazares. En cuanto a la diversificación del negocio, los estudiosos apuntan que la comunidad china ha ampliado los locales, pasando a grandes centros comerciales -como los ubicados en los polígonos de Manises y Alfafar-, han mejorado la calidad de sus productos y amplían las superfícies destinadas a restauración. Desde hace unos años han comenzado a rescatar bares y restaurantes abocados al cierre y han mantenido el producto y proveedores. Cualquier persona que haya dado un paseo por su barrio habrá visto bares 'de tapas' regentados por asiáticos y bazares con empleados españoles. Asociar producto “del chino” a baja calidad comienza a ser cosa del pasado.
Representantes del Gobierno autonómico valenciano han viajado en varias ocasiones a regiones chinas para intensificar los lazos con sus gobernadores. China es uno de los grandes inversores en España y un socio comercial importante. Entre 2014 y 2018 la inversión procedente de este país se incrementó en un 800% respecto a los cuatro años anteriores (2009-2013) hasta alcanzar los 15.700 millones de euros, mientras que las exportaciones españolas a China se han incrementado en un 70% y alcanzaron los 6.257 millones de euros en 2017.
La última expedición comercial autonómica fue la de la vicepresidenta, Mónica Oltra, y el conseller de Economia, Rafa Climent, que se saldó con un acuerdo para construir un colegio bilingüe en ambas regiones. Según explicaron fuentes de la vicepresidencia, el gobierno regional chino ve con buenos ojos que se ceda la plaza del Ayuntamiento de Valencia para celebrar el año nuevo chino, una festividad que en su última edición visitó el embajador, y tiene especial interés en explotar culturalmente la Ruta de la Seda, que en la capital valenciana tiene como emblemas la Lonja y la Colegio de Arte Mayor.