Un árbol salvó a Sharon y a sus hijas de la muerte y ahora buscan un nuevo hogar: “Llegué a despedirme de mi marido”
Subidas a un colchón encima de una mesa, Sharon Parra, su madre y sus hijas —una de dos años y la otra de cinco meses— veían el pasado 29 de octubre cómo el nivel del agua no paraba de aumentar en el interior de su casa. Sharon cogió su móvil y llamó a David, su marido, que estaba en Toledo trabajando.
“Gracias por todo mi amor, te amo mucho, te amamos con todo nuestro corazón”, le dijo entre lágrimas. “Si salimos vivas de aquí espero poder volver a abrazarte muy fuerte”.
David Carvajal dejó todo lo que estaba haciendo, cogió su coche y se dirigió hacia Cheste, a 30 kilómetros de València, municipio en el que esta familia colombiana había alquilado una pequeña casita en el campo que quedaba justo debajo de un barranco.
“Estábamos muy felices ahí, teníamos gallinas, perros, patos… Y nos parecía un gran sitio para criar a nuestras hijas”, rememoraban ambos el pasado viernes en Alboraia, en un piso frente al mar que una entidad social les ha cedido durante una semana.
David atiende la entrevista con unos pantalones de pijama de mujer. Junto a la camiseta que lleva puesta es lo único que tiene. La ropa que lleva Sharon tampoco es suya. Ambos lo perdieron todo en su casita de Cheste, que ha quedado totalmente devastada tras el temporal.
“Lo hemos perdido todo: la casa, la ropa, los recuerdos… Solo nos dio tiempo a coger los papeles y la ropa y unos pocos juguetes de las niñas”, explican mientras su hija mayor, Zofie, revolotea por la casa.
Un árbol bloqueó la entrada de agua
Sharon nunca olvidará el día en el que el agua arrasó su casa entera. A las ocho de la mañana del 29 de octubre ya empezaron a aflorar las primeras goteras en su domicilio. A las 10.30 horas salió de casa y vio que la pista de tierra delante de su hogar se había convertido en un río.
“Ahí ya me asusté y llamé al 112, les dije que estaba con dos niñas muy pequeñas y estaba preocupada, les pregunté si podía venir alguien a rescatarnos”, rememora. “Me respondieron que no pasaba nada, que si entraba el agua en el interior del domicilio les volviera a llamar”.
Sharon no lo sabía, pero en ese momento el servicio de emergencias ya empezaba a desbordarse, según han explicado a elDiario.es varios empleados del 112. “El tiempo de espera iba en aumento y se nos acumulaban las llamadas”, afirman estas fuentes.
Esta mujer y su madre, Alba, prepararon unas bolsas por si tenían que salir rápido de la casa. En ellas pusieron sus papeles más importantes y ropa para las niñas. Sobre las 12h, sin embargo, dejó de llover y se tranquilizaron. Incluso salieron con Zofie afuera a chapotear con el agua.
Todo se volvió a torcer sobre las 17.30 horas. Tras media hora lloviendo de nuevo, el agua le llegaba por las rodillas dentro del domicilio. Toda el agua sucia de la fosa séptica empezó a salir por el inodoro. Sharon empezó a intentar golpear la chimenea para romperla e intentar escapar por ahí. “Estaba desesperada”, recuerda. “Lo único que hacía era pedir que nos sacaran de ahí”.
Un ruido ensordecedor las dejó paralizadas. Un pino de grandes dimensiones había roto una de las ventanas y entró parcialmente dentro de la casa. En ese momento no lo sabían, pero ese árbol obturó la ventana y bloqueó la entrada de agua dentro del domicilio.
Mientras pasaba todo esto, David, que trabaja como integrador de sistema de seguridad, trataba de regresar desde Toledo a toda prisa. Sobre las 22.00 horas dejó de tener contacto con su mujer y sus hijas y asumió lo peor.
“Empecé a decirles a mis compañeros qué pertenencias mías se iban a poder quedar cada uno”, recordaba entre lágrimas el pasado viernes. “Asumí que habían muerto todas y yo iba a quitarme la vida”.
Tras pasar la noche encima de la mesa, Sharon vio que amanecía y dejaba de llover. Estaba todo arrasado: las cañerías, el gallinero, el jardín, las habitaciones… Estaban vivas, pero la casa había quedado inhabitable, llena de aguas fecales de la fosa séptica.
Al ver a Sharon, a su madre y a las niñas dentro del domicilio a través de una ventana, los vecinos no se lo podían creer. “Dábamos por seguro que habíais muerto”, les dijeron al llegar. Cogieron palas y empezaron a sacar el barro para desbloquear la puerta y que pudieran salir de casa.
“Volvimos a nacer”, explicaban esta mujer y su madre. “Al conseguir salir no podíamos parar de llorar”. Se refugiaron en casa del vecino hasta que David llegó y se fundieron todos en un abrazo interminable.
La búsqueda de domicilio
Tras sobrevivir a la riada, sin ni siquiera ropa para vestirse, esta familia empezó la búsqueda de un nuevo hogar. Pero, según su relato, en la mayoría de pisos a los que llamaban les respondían con negativas cuando se enteraban de que eran colombianos.
“Estos días hemos visto la mejor cara de España, que ha sido la solidaridad de mucha gente”, señala David, que lleva unos días medicándose tras sufrir una crisis de ansiedad. “Pero también hemos visto la peor, el racismo que todavía sigue presente en algunas partes de la sociedad”.
La familia inició una campaña en redes para encontrar un domicilio que generó una ola de solidaridad. De manera provisional, una entidad social, llamada Desata tu Potencial, les ha logrado encontrar un piso temporal frente al mar en Alboraia, en las afueras de València. Esa solución provisional, sin embargo, se les acaba este miércoles.
“Cuando entramos aquí y vimos el mar ni nos lo creíamos, pero ahora tenemos que encontrar una solución”, explicaban ambos desde el domicilio. “Tenemos dinero para pagar un alquiler que no sea muy caro”, remachan.
Tras volver a nacer, Sharon, David, Alba, Zofie y Zoe quieren volver a empezar. “Después de lo que ha pasado todo nos parece poco”, concluían. “Estamos dispuestos a luchar para salir adelante”.
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