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El milagro de Utiel, el pueblo que renació del fango

Miembros del Ejército de Tierra limpian las calles de Utiel, hace una semana

Raquel Ejerique

Utiel (Valencia) —
11 de noviembre de 2024 22:23 h

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El día 29 de octubre, Utiel –una localidad de 12.000 habitantes culturalmente más cercana a La Mancha que a Valencia– sufrió no una, sino dos riadas por la DANA que asoló media ciudad. De las montañas les vino una tromba que atravesó la vía principal del pueblo, que está en pendiente. De la parte baja, por el barranco del río Magro, le vino una lengua de barro que arrasó todo el barrio ribereño, con casitas de uno o dos pisos y habitada por mucha gente mayor. Murieron seis vecinos y 300 casas quedaron arrasadas.

Al igual que en l'Horta Sud, se quedaron sin luz, sin agua y sin teléfonos durante horas. Pero Utiel lleva mucha ventaja en la reconstrucción. Mientras en Paiporta o Catarroja siguen los garajes anegados y los coches y enseres apilados en muchas calles, con precauciones sanitarias y botas de agua, en Utiel ya se ven zapatillas blancas y medios tacones. Mercados de frutas. Bares. Carritos de niños y carritos de la compra.

El barrio que se inundó, junto a la alameda donde se celebran las fiestas, es hoy un soleado pueblo fantasma. Quienes vivieron allí se han marchado, aunque han dejado abiertas puertas y ventanas para orear un olor acre a humedad que se mete en las fosas y en los huesos en minutos. “¿Eres del gas?”. María Rosa es septuagenaria y ha ido hoy a la que fue su casa para recibir a la técnico de la Generalitat, que está de casa en casa evaluando daños. En Utiel ya están en la fase del papeleo y las ayudas. Ella y su marido se salvaron porque su casa está pared con pared con la caserna de la Guardia Civil. “Nos subimos a este techo con esta escalera y les gritamos por el patio común 'socorro', y vinieron a por nosotros. Nos dieron ropa seca y pasamos la noche en el cuartel”.

Hoy repasa su casa, donde lo poco que queda está arrumbado. “A ver lo que nos dan”. De momento, y tras unos días en casa de su hermana, se han ido a un hostal: “Todos nos quieren ayudar y darnos alojamiento, unos días vale, pero cada uno tiene que vivir su vida”, cuenta esta maestra ya jubilada.

Ahora hay una urgencia habitacional, confirma el alcalde, Ricardo Gabaldón (PP), para todos los que han perdido su casa, que de momento encuentran alojamiento con amigos y familiares. Pasear con Gabaldón por el pueblo es pararse a saludar a cada paso. “Menos mal que cerrasteis el instituto, si no, menuda desgracia”, le dice un trabajador que está limpiando las jardineras que dan al barrio arrasado.

Ese día no pasó más porque a las siete de la mañana, el alcalde ordenó cerrar los centros educativos: “Me enteré de que había carreteras con problemas, mucha lluvia y dije 'o cerramos ahora o ya no podemos'”. El instituto de secundaria está a 20 palmos del río que se desbordó. La planta baja está acordonada y las mesas y sillas se apilan donde llegaron las aguas. Un corro de operarios y conductores de tractor sustituyen a los alumnos y hablan sobre las tareas donde antes había gritos y vida.

Además de la previsión de las autoridades, los utielanos tuvieron una baza a su favor en la peor DANA del siglo: en Utiel sí llovió, y con fuerza, todo el día. Ante el aguacero persistente y sin colegios, muchos habitantes tomaron precauciones, habían circulado muchos menos coches. Los que pudieron, se quedaron en casa y no salieron. Muchos de ellos, mayores con movilidad reducida.

Utiel es también el primer pueblo al que llegó la Unidad Militar de Emergencias (UME), a la que ya han sustituido cuadrillas de limpieza, electricistas, camiones cuba para limpiar asfaltos llegados de Madrid o desatascadores de alcantarillas. “Llamé por la mañana a la consellera Pradas y a la Delegación de Gobierno y les pedí a la UME como a la una del mediodía”, cuenta Gabaldón bajando la cuesta, señalando el bar donde él mismo se tuvo que refugiar de la riada que vino de las montañas. Cuando llegaron los militares ya no pudieron entrar al pueblo hasta que bajaron las aguas. A partir de ahí, baldeos, sacar fango, bomberos... El álbum de fotos de los casi 70 pueblos barridos por el barro.

¿Cómo es posible que en el mismo tiempo l'Horta Sud o Chiva sigan con problemas y Utiel esté en camino de reconstrucción? Además del tamaño de la inundación (no se inundó entero) o que al llover mucho hubo más precaución, la clave es que es un pueblo agrícola –tiene tractores y camiones– y es suficientemente pequeño como para que estallara una enorme solidaridad entre los vecinos. Carmen fue una de las voluntarias que cocinó en la calle 500 raciones calientes e hizo café durante seis días en un tenderete que montaron en la acera. “La gente joven que vino, que trajo de todo pagado con su dinero, me hizo llorar”, cuenta mientras no puede evitar llorar de nuevo.

Pero si en algo hay quórum en Utiel es en el papel esencial que tuvieron los tractoristas. Sin bomberos ni ejército en los primeros momentos, y con las calles de la zona del río bajo más de un metro de agua, aparecieron los tractores. “Sacaban a la gente en las palas”, cuenta Gabaldón, que calcula que entre ellos y un helicóptero que consiguieron, salvaron a unas “60 o 70” personas hasta las siete de la tarde, cuando se hizo de noche el fatídico día 29. L'Horta Sud de València, a esa hora, vivía su peor momento. En Utiel contuvieron la respiración toda la noche, hasta que bajaron las aguas y fueron, cuando amaneció, a evaluar los daños.

Los tractoristas volvieron a ser entonces esenciales, tanto ellos como los camiones, para la retirada de toda la resaca que dejó la riada. Gente particular, autónomos o maquinarias de empresas agrícolas y ganaderas que desfilaron por allí, junto a los servicios públicos cuando pudieron llegar, hasta que fue transitable. “Aquí nos lo hemos hecho casi todo nosotros”, coinciden los vecinos, que lanzan un gracias eterno a las cuadrillas de jóvenes voluntarios, esa llamada generación de cristal que ha resultado ser de acero.

A la vista queda poca memoria de aquel horror, afortunadamente para los ojos y la salud mental. Solo al salir del pueblo, en la ribera opuesta, hay una tétrica playa de fango con vehículos panza arriba. Pero en centro del pueblo la vida pasa normal, con padres, niños, abuelos al sol, panaderías abiertas y coches circulando. Solo delata el desastre una fina capa de arena que lo cubre todo y los pegotes de barro seco que se quedan desperdigados en los escalones de cualquier edificio.

Falta por evaluar los daños en el campo en esta economía rural. Utiel es productor de vino y su suerte es que la vendimia acabó en octubre y gran parte del proceso estaba hecho. El enólogo de su cooperativa, Vicente Ramos, aventura que los daños serán importantes: “Nuestros cooperativistas son agricultores que traen aquí la uva y sabemos que la riada ha arrasado muchos campos”. Una hectárea de viñedo se valora en unos 10.000 euros, “y hay que contar que se tarda tres años en que se pueda recolectar”. Vicente estaba en el laboratorio cuando vio que una riada atravesaba el pueblo. Tuvieron que quedarse allí hasta que amainó. El agua arrasó la tienda, salían flotando los vinos. “Vinieron a ayudarnos a limpiar de la Cooperativa de Iniesta, que mandaron gente aunque somos competencia”, dice agradecido y emocionado. Motores y máquinas quedaron inutilizados y ahora tendrán que limpiar por dentro todas las cubas, que han quedado dañadas por el fango.

Mientras, en el Ayuntamiento de Utiel hay trasiego de papeles y se apuntan datos. “Te pongo aquí las de la Generalitat y las del Estado”, dice un funcionario a una señora a la que se le ha inundado el bajo. Un señor pregunta por Rosa, porque aunque él ha limpiado lo suyo, le queda un dedo de fango y necesita un camión. Todos se conocen y se animan. Internet es la palabra oral. Las ONG son los amigos del colegio. El chef José Andrés son las vecinas a las que no les pilló el agua porque vivían en lo alto. La UME fueron al principio los tractoristas. En Utiel, cuando nada funcionaba, todo funcionó a la antigua. Hoy, donde había barro, hay camiones, técnicos, limpiadores y cuadrillas. “Utiel no va a olvidarse de esto”, dice un señor a otro en la plaza de la Puerta del Sol, pero está ya en la fase de buscar la puerta de salida.

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